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La pandemia acentuó más de una década de desigualdad laboral para las mujeres: ONG

miércoles, junio 1st, 2022

De acuerdo con el CEEY, la baja participación de las mujeres en actividades remuneradas se asocia con el elevado trabajo de cuidados que realizan dentro y fuera del hogar, lo que las mantiene fuera de la PEA o en trabajos de baja remuneración y limitadas posibilidades de desarrollo laboral. Para el cuarto mes de 2022, la brecha de género en la participación laboral es de 31.14 por ciento.

Ciudad de México, 2 de junio (SinEmbargo).- Entre 2006 a 2019 las mujeres mexicanas tuvieron menos posibilidades que los hombres de transitar del desempleo o del trabajo no remunerado hacia un empleo pagado, así como acceder a una cobertura de los servicios de salud, reveló un estudio del Centro de Estudios Espinosa Yglesias (CEEY).

Esto se debe, en buena medida, a  que tienen a su cargo casi la totalidad del trabajo de cuidados, y lo realizan de forma no remunerada, en el ámbito privado, al margen de la protección y de la seguridad social, refiere el mismo reporte.

De acuerdo con el informe, aunque la mayor desventaja de las mujeres para su movilidad laboral es “pasar del trabajo en el hogar, el desempleo o las tareas no remuneradas a tener un empleo remunerado” —obstáculo se acentuó durante los dos últimos años con la pandemia de COVID-19—, la desigualdad y vulnerabilidad no acaba para las mujeres empleadas, ya que enfrentan menores salarios, escasas oportunidades de ascenso y falta de prestaciones sociales, en comparación con los hombres.

El director de movilidad social del CEEY, Rodolfo de la Torre, comentó a SinEmbargo que, con cifras previas a la pandemia, se sabe que de las 45 millones de mujeres mayores de 15 años, sólo la mitad, unas 22.2 millones de ellas, se encuentran dentro de la Población Económicamente Activa (PEA), y de ellas sólo siete de cada 10 llegan a tener un empleo remunerado durante un año. En contraste, dijo, nueve de cada 10 hombres tienen trabajo remunerado.

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Las cifras más recientes de la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo (ENOE), realizada por el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi), muestran que en abril de 2022 la brecha de participación laboral fue de 76.3 por ciento para los hombres y de 45.6 por ciento para las mujeres. Con estas cifras se evidencia que aunque las cifras de participación son similares a los primeros meses de la pandemia de COVID-19 (en el primer trimestre de 2020 la participación fue de 45.1 por ciento, mientras que la de los hombres alcanzó 76.4 por ciento), aún se tiene una amplia brecha de género con un total de 31.14 puntos porcetuales, una de las brechas más amplias a nivel mundial y regional.

“Hay algo que las está deteniendo para incorporarse al mercado de trabajo y alcanzar una actividad remunerada. ¿Qué es lo que hay detrás?, pues fundamentalmente que las mujeres están dedicando gran parte de su actividad al cuidado de otras personas, ya sea niños, enfermos, ancianos; las labores del hogar, y en ocasiones a labores que no son pagadas, como atender el negocio familiar, o realizar alguna tarea de ayuda para que otros miembros del hogar obtengan el ingreso”, explicó el especialista a este medio.

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Aunque al cuarto trimestre de 2019 una mayor proporción de la PEA (22.2 millones de mujeres y 35.1 millones de hombres) permanecía en ocupaciones remuneradas respecto al promedio 2006-2018, con la llegada de la pandemia hubo una ligera reducción en la brecha que favorecía a los hombres sobre las mujeres en este ámbito. Para los primeros seis meses de 2020 la brecha de movilidad laboral entre hombres y mujeres había aumentado significativamente en trabajo remunerado, acceso a servicios de salud y elevación en ingresos, con un total de 18 millones de mujeres y 30.4 millones de hombres.

En la primera mitad del segundo año de la COVID-19, la PEA ya tenía niveles similares a los de 2019, con 22.7 millones de mujeres y 35.2 millones de hombres. Al último trimestre de 2021, la recuperación del mercado de trabajo mantenía la baja movilidad laboral relativa de las mujeres respecto a los hombres, pero con mejoras en la la permanencia en empleos remunerados, el acceso a los servicios de salud y la capacitación.

La pandemia afectó principalmente a las mujeres. Del primer trimestre de 2020 al primer trimestre de 2021, se observó una pérdida de movilidad laboral general, sobre todo de las mujeres respecto a los hombres. Foto: Captura de pantalla, CEEY.

En esa misma línea, una mayor proporción de mujeres que de hombres pasó a la Población No Económicamente Activa (PNEA) al primer trimestre de 2020, mientras que las cifras de mujeres y hombres en una ocupación remunerada en ese primer trimestre eran de 9.8 millones de mujeres y 25.9 millones de hombres (43.4 por ciento y 75.2 por ciento de su PEA, respectivamente).

Un año después, en el mismo periodo de 2021, 7.6 millones de mujeres se encontraban en actividades remuneradas frente a 24.8 millones de hombres (36.0 por ciento de la PEA para las mujeres y 72.6 por ciento para los hombres). La recuperación de la pandemia en ese rubro comenzó a notarse para las mujeres hasta el cuarto trimestre de 2021, cuando la recuperación del mercado laboral reducía la brecha con 16.6 millones de mujeres y 30.1 millones de hombres (71.6 por ciento y 84.6 por ciento de su PEA, respectivamente).

“En resumen, un obstáculo a la movilidad de las mujeres en el mercado de trabajo ha sido su baja tasa de participación en relación a la de los hombres. Aunado a lo anterior, las mujeres tienen mayor dificultad que los hombres para conservar trabajos remunerados”, explica el informe de Movilidad Social.

En el Sexto Boletín de Movilidad Social del CEEY se enfatizó que aquellas mujeres que si tienen un trabajo remunerado están principalmente en sectores de mala paga o sin prestaciones laborales. Como ejemplo de ello, dentro de la economía del cuidado, el trabajo remunerado también lo realizan mayoritariamente las mujeres, con ingresos bajos y condiciones laborales precarias.

De la Torre agregó en entrevista con SinEmbargo que pese a que las mujeres tengan mayores capacitaciones laborales o estudios que les permitan acceder a mejores trabajos, influye el hecho de que ellas están relegadas a actividades no remuneradas, por lo que la primera dificultad para encontrar o permanecer en un trabajo viene del hogar: no sólo por tareas del hogar o de cuidados de hijos y adultos mayores, sino que también los sondeos sobre el empleo en México aún revelan que varias mujeres “no tienen permiso o aprobación” familiar para que trabajen.

“Esto está representando un freno para su incorporación en el mercado laboral”, subrayó.

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Según las cifras recopiladas por el Centro de Estudios Espinosa Yglesias, en lo referido a la capacitación (actividades de aprendizaje o de adquisición de habilidades estrictamente ligadas al trabajo, o las que incluyen tomar clases en el sistema educativo) en el periodo entre 2006 a 2018 era de 3.7 por ciento para las mujeres y de 3.1 por ciento para los hombres. Al primer trimestre de 2020 ésta seguía favoreciendo a las mujeres con 4 puntos porcentuales y sólo 3 por ciento de los hombres, al siguiente año esta cifra aumentó en 1.4 por ciento para las mujeres (5.4 por ciento) y 0.9 por ciento para el género masculino (3.9 por ciento). De acuerdo con el reporte, en el cuatro trimestre de 2021 ambas cifras subieron, pero esta vez de forma moderada para las mujeres con un 5.6 por ciento (sólo 2 puntos) y 4.4 por ciento para los hombres.

Pese al comportamiento de estas cifras, las mujeres han tenido una menor capacidad de retención de un empleo o de conseguir mejores puestos.

El Seto Boletín de Movilidad Social también expuso que la desigualdad en salud para el sector femenino. De 2006 a 2018, el porcentaje de hombres con acceso a servicios de salud por su empleo, o que no lo tenían y lo obtuvieron en el curso de un año (31.9 por ciento en promedio) fue ligeramente mayor que el de las mujeres (31.4 por ciento en promedio). Al cuarto trimestre de 2019 hubo un ligero aumento en el total de mujeres y hombres ocupados que obtuvieron o mantuvieron el acceso a servicios de salud con respecto al promedio 2006-2018, pero este movimiento favoreció, en mayor medida, a los hombres.

En el primer trimestre de 2020, se registró un importante cambio en este concepto, colocando en severa desventaja a las mujeres frente a los hombres, ya que el 28.6 por ciento de los hombres mantenía u obtenía acceso a los servicios de salud ligados a su empleo, mientras la cifra para las mujeres era de 17.8 por ciento.

Foto: Captura de pantalla, CEEY.

Para el primer trimestre de 2021 los porcentajes de quienes mantenían u obtenían acceso a servicios de salud en virtud de su empleo se redujeran. Los porcentajes fueron de 27.2 por ciento para los hombres y de 16.6 por ciento para las mujeres, pero la recuperación del mercado laboral observada hasta el último trimestre de 2021 ha significado que 35.9 por ciento de los hombres mantenga su acceso a los servicios de salud o lo obtenga. Para las mujeres esta cifra es de 36.5 por ciento.

“Consideramos que se requiere que haya una política pública que libere el tiempo de las mujeres, que no estén atadas a estas actividades y eso consiste en un sistema de cuidados, es decir, en guarderías, servicios de atención a la salud y una serie de elementos que permitan a las mujeres disponer de mayor tiempo”, expresó Rodolfo de la Torre.

El director de Movilidad Social de CEEY profundizó que parte de las políticas a poner en marcha para eliminar la brecha de desigualdad entre hombres y mujeres será la creación y consolidación de un sistema nacional de cuidados, así como la instrumentación por parte de las empresas de esquemas de flexibilidad laboral sin menoscabo de opciones de trayectoria y ascenso laboral.

“El tener un sistema de cuidados dejará a las mujeres libres de su tiempo, aquí se menciona para buscar empleo, pero esto será si así lo desean. Si no, aún funciona para que sean libres de decidir qué es lo que quieren hacer con el tiempo que tengan para ellas mismas”, agregó el especialista y profundizó: “El sistema debe precisar la legislación que garantice el derecho a los cuidados y al tiempo, ampliar la oferta de establecimientos especializados en el cuidado, facilitar la prestación de servicios de cuidados domiciliarios, propiciar la distribución del trabajo de cuidado entre hombres y mujeres, y enfocar el gasto público a la activación de la economía de los cuidados. Este sistema ayudaría no soló a elevar la inserción de las mujeres en el mercado laboral, sino que facilita que los empleos obtenidos tuvieran acceso a servicios de salud y mejores condiciones de capacitación al permitir una búsqueda de un trabajo que pudiera hacerse con menores condiciones de apremio”.

También destacó que es indispensable recuperar las políticas que alivian esta carga, como las escuelas de tiempo completo y los sistemas de asistencia temprana para las infancias.

La COVID arrebató a mexicanas trabajos remunerados y las marginó a cuidados del hogar

lunes, marzo 7th, 2022

La falta de autonomía económica de las mujeres mexicanas persiste por la exclusión laboral, la falta de ingresos, la precarización de sus condiciones laborales y por la inequitativa distribución de las labores domésticas y de cuidado. Todas las anteriores han existido a lo largo de la historia provocando marginación y discriminación contra las mujeres.

Ciudad de México, 7 de marzo (SinEmbargo).– El número de mujeres que laboran en la actualidad es menor al registrado previo a la pandemia de COVID-19, lo cual ha provocado que las brechas de desigualdad laboral se acentúen, al mismo tiempo que muchas de ellas se ven nuevamente confinadas a realizar trabajos de limpieza en el hogar y cuidados no remunerados.

De acuerdo con el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi), hasta 2021 las mujeres representaron el 52 por ciento de la población en México, con un total de 66.2 millones, pero sólo 45 de cada 100 mujeres en edad de trabajar en México fueron económicamente activas.

En ese sentido, los resultados más recientes de la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo (ENOE) arrojaron que del total de la Población Económicamente Activa (PEA) -que fue de 58.8 millones de personas hasta el cuarto trimestre el 2021–, 23.2 millones eran mujeres, pero la encuesta contabilizó un total de 51.7 millones de mujeres de 15 años o más edad de trabajar, es decir que sólo 4 de cada 10 mujeres trabajan.

Si bien se incrementó el porcentaje de mujeres que trabaja en un 2.1 por ciento, en comparación con los datos de 2020, la cifra aún está por debajo de lo reportado en el mismo periodo de 2019, cuando se colocó en 45.4 por ciento. Y a pesar de que se está relativamente cerca de recuperar la cifras previas a la crisis sanitaria, también han vuelto las condiciones laborales precarias, los trabajos mal remunerados, sin seguridad social y sin contrato estable, como han consignado distintos reportes.

Hasta 2021 las mujeres representaron el 52 por ciento de la población en México, con un total de 66.2 millones, pero sólo 45 de cada 100 mujeres en edad de trabajar en México fueron económicamente activas. Foto: Andrea Murcia, Cuartoscuro.

En comparación, 75 de cada 100 hombres eran económicamente activos hasta finales del año anterior, lo que es un total de 34.2 millones de personas de dicho género. Según la Población No Económicamente Activa (PNEA) –que agrupa a las personas que no participan en la actividad económica ni como ocupados ni como desocupados–, la tasa de hombres en este sector se ubicó en 11 millones (23.6 por ciento), en el caso de las la mujeres fue de 28.7 millones (55.3 por ciento), de las cuales sólo 4 millones 641 mil 897 mujeres dijeron estar disponibles (no buscan trabajo, pero si se les ofrece uno lo tomarían), lo cual refleja el comportamiento de la participación laboral y del confinamiento de las mujeres a las labores domésticas y de cuidado de las hijas e hijos.

En ese sentido, la organización Acción Ciudadana Frente a la Pobreza recalcó que la recuperación no es pareja, y que las mujeres mexicanas tienen aún un déficit de más de un millón de trabajos respecto a la tendencia previa a la pandemia. La agrupación agregó que México tiene una de las tasas de participación laboral femenina más bajas, no sólo de los países miembros de la OCDE (sólo por debajo de México se ubica Turquía), sino de toda América Latina.

“Millones de mujeres carecen de ingreso propio y quienes trabajan perciben salarios que no son suficientes para superar el umbral de pobreza y trabajan sin seguridad social. Esa es la raíz económica de la desigualdad de género, que resta autonomía a las mujeres y crea condiciones de riesgo a situaciones de violencia, tanto en la calle como en las casas”, destacó Paulina Gutiérrez responsable de Articulación e Innovación de la organización Acción Ciudadana Frente a la Pobreza en entrevista con SinEmbargo.

Debido a ello, muchas mujeres también han tenido que autoemplearse. La ENOE mostró que el porcentaje de hombres trabajadores subordinados y remunerados fue de 68.1 por ciento y el de mujeres de 67.3 por ciento en el cuarto trimestre de 2021; mientras que los hombres trabajadores por cuenta propia constituyen 22.6 por ciento de los ocupados y las mujeres 23.6 por ciento de las ocupadas, con ascensos anuales de 579 mil en los hombres y de 383 mil en las mujeres.

La especialista expuso además que a pesar de las cifras de las autoridades mexicanas, el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) dio a conocer que la tasa de desocupación de las mexicanas es de casi el doble que la de los hombres: 20 por ciento para ellas y 11 por ciento para ellos.

Varias mujeres participan en una movilización con motivo de la conmemoración del Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, hoy, en Caracas (Venezuela). EFE/Miguel Gutiérrez

“En 2021 existió un déficit de empleo de 890 mil 863 desde el inicio de la crisis, y pese a la creación de empleos, David Kaplan ve que en los hombres hay un superavit de 249 mil 300 empleos, y para las mujeres un déficit de un millón 140 mil, entonces ahí se ve la desigualdad total”, enfatizó.

Mantener a las mujeres excluidas de las estructuras laborales, como impone el modelo patriarcal, reduce en casi la mitad el tamaño del mercado interno, frena el crecimiento económico, limita la recaudación fiscal y -sobre todo- representa una injusticia social grave al negarles los derechos humanos fundamentales: la salud y el trabajo, situación que les impide ejercer su autonomía y las pone en mayor riesgo frente a la violencia.

INCREMENTO EN TRABAJOS DE CUIDADOS

La pandemia de coronavirus ha provocado que las prácticas de trabajos del hogar y de cuidados no remunerados aumenten considerablemente en la región, afectando principalmente a mujeres, niñas y adolescentes, a quienes se les impone este tipo de laborales por creencias machistas y patriarcales que se perpetran debido a los roles de género.

De acuerdo con una encuesta del Instituto Nacional de las Mujeres (InMujeres), realizada en septiembre de 2021, la mayor carga del trabajo en el hogar es para las mujeres con respecto a los hombres: de una a 1.8 horas diarias más a las horas que ya le dedicaban a estas actividades.

En el promedio nacional, 33 por ciento de los hogares son encabezados por mujeres, pero el Instituto detalló que esto se debe a que la razón histórica sobre los roles y estereotipos de género han atribuido al hombre en el rol de autoridad familiar, y que en los la mayoría de los hogares donde se reconoce a una mujer como jefa de hogar se debe a que hay un estatus de divorcio, separación o ser viuda.

Paulina Gutiérrez agregó que hay casi 14 millones de mujeres que están en edad disponibles para trabajar, pero que ni siquiera pueden salir a buscar trabajo debido a que se encuentran confinadas a labores domésticas y trabajos de cuidado, y que de hecho, el 95 por ciento de quienes no se encuentran disponibles para trabajar por estar realizando dichas tareas son mujeres.

Desde las infancias, las niñas son condicionadas al trabajo de cuidados y de limpieza de los hogares. Foto: Cuartoscuro.

Según datos de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), las mujeres y las niñas representaban el 71 por ciento de las víctimas de esclavitud moderna, lo cual se ve fortalecido debido al trabajo del hogar y de cuidados no remunerado, que se ha agravado con la pandemia de COVID-19.

El estudio sobre la esclavitud moderna señaló que en el trabajo forzoso del sector privado, un total de 9.2 millones, un 57.6 por ciento, de mujeres se ven afectadas por dicha situación, mientras que para los hombres la cifra es menor, con 6.8 millones, es decir, un 42.4 por ciento. Además, a estimación de la OIT apuntó que la mayor proporción de trabajo forzoso se ubicó en trabajadores domésticos (24 por ciento), seguido de los sectores de la construcción (18 por ciento), la manufactura (15 por ciento), y la agricultura y la pesca (11 por ciento).

Los altos índices de participación de las mujeres en los trabajos del hogar y cuidados no remunerados provocan no sólo que las mujeres sean dependientes económicamente, sino que tampoco les deja tiempo libre para la realización profesional o de actividades recreativas.

“Hay una exigencia unánime de todo el movimiento feminista que señala que es necesario un sistema nacional de cuidados, donde se libere a las mujeres de tener la responsabilidad de ejercer estos trabajos. Un sistema nacional de cuidados que, además de garantizar el derecho al cuidado de cualquier persona, dejen que sea una decisión el hecho de que las mujeres puedan hacer estas labores, y que además tengan tiempo para otras acciones, para ejercer su tiempo libre”, apuntó la especialista de Acción Ciudadana.

Aunado a la pandemia de coronavirus, el Gobierno federal anunció que cancelará el programa de escuelas de tiempo completo –aunque la Jefa de Gobierno de la Ciudad de México, Claudia Sheinbaum, dio a conocer la tarde del 4 de marzo que éstas sí continuarán funcionando en la capital– debido a que los recursos se destinaran ahora a la obtención de productos sanitarios básicos para la pandemia de COVID-19.

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Paulina Gutiérrez enfatizó que esto representa un retroceso en la lucha por los derechos de las mujeres, ya que era un beneficio con el que contaba alrededor de 3.6 millones de familias y que permitía que las madres participaran activamente en la economía familiar.

BRECHA SALARIAL POR GÉNERO

Para aquellos trabajadores subordinados, independientemente de la educación, el ingreso promedio a nivel nacional de un hombre se ubica en los 22 mil 618 pesos, mientras que para una mujer es de 14 mil 860 pesos, salario menor al ingreso más bajo a nivel nacional, que es de Chiapas y se ubica en 19 mil 452 pesos.

Datos del Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval) mostraron que en el cuarto trimestre de 2021, el ingreso laboral real promedio de la población ocupada a nivel nacional fue de 6 mil 284.85 al mes. Los hombres ocupados reportaron un ingreso laboral mensual de 6 mil 835.84 pesos, pero las mujeres sólo de 5 mil 447.65 pesos. “En términos relativos, a finales de 2021 el ingreso de los hombres ocupados fue aproximadamente 1.3 veces el de las mujeres”, subrayó el Consejo.

“Si bien se han logrados avances, a nivel mundial la brecha entre los ingresos esperados tanto de hombres y mujeres a lo largo de su vida es de 172 billones de dólares, es decir, casi dos veces el Producto Interno Bruto (PIB) anual del mundo”, señaló Mari Pangestu, Directora Gerente de Políticas de Desarrollo y Alianzas del Banco Mundial.

Las mujeres no sólo se enfrentan a pocas oportunidades de trabajo, sino a bajos salarios y malas condiciones laborales. Foto: Acción Ciudadana Frente a la Pobreza.

Las estadísticas de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) exponen que la brecha salarial de género está arraigada en desigualdades sistémicas, ya que por un lado son las mujeres las que tienen los más altos índices de trabajo informal, lo que las orilla a aceptar salarios bajos y sin beneficios sociales. En esa línea, la representante de la organización Acción Ciudadana Frente a la Pobreza insistió en que ahora que se ha acelerado la recuperación de empleos, las mujeres tienen salarios menos dignos, y sobre todo, han sacrificado las prestaciones esenciales, como la seguridad social, para obtener ingresos para sus familias.

Sumado a eso están las labores de trabajo y cuidados domésticos que les quitan horas diarias, y que agregadas a las horas laborales remuneradas, las deja sin tiempo de recreación. La desventaja por la maternidad es otro motivo, ya que “a las madres trabajadoras se les paga menos que a las mujeres que no son madres, y la disparidad aumenta a medida que aumenta el número de hijas o hijos que tiene una mujer”, agrega la ONU.

También está la imposición de los roles de género que “alejan a las mujeres de las ocupaciones que tradicionalmente han sido dominadas por los hombres y las empujan hacia los trabajos relacionados con el cuidado, que generalmente son considerados ‘no calificados’ o de ‘habilidades blandas’”.

El techo salarial más alto que una mujer puede alcanzar es entre los 50 y 59 años, con un ingreso de 19 mil 595 pesos. Para un hombre, su techo salarial lo alcanza a los 40 y 49 años, con un ingreso de 31 mil 034 pesos.

Otro factor que se analiza es el de los ingresos por número de hijos y la historia es la misma, ya que aún sin hijos, el salario de la mujer es menor; para ella son 14 mil 286 pesos y para los hombres, 20 mil 359 pesos. Lo que ocurre con los datos de los hijos es que mientras que un hombre tiene más hijos, su salario es mayor, contrario a lo que ocurre con las mujeres; entre más hijos, menor salario.

De acuerdo con el último censo de vivienda (2020), 11 millones 474 mil 983 hogares en México tienen como jefa de familia a una mujer, es decir, 33 de cada 100.

-Con información de Daniela Barragán