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Candida Höfer, la grandeza de México en el lente de la artista alemana

domingo, abril 16th, 2017

Por primera vez en México la fotógrafa alemana, una de las más importantes artistas contemporáneas a nivel internacional, expone individualmente en un espacio museístico: el Antiguo Colegio de San Ildefonso. La muestra es mundial por lo austera: siete galerías para sus fotos de gran formato y hundirse en esos territorios que vemos todos los días, pero sin mirarlos.

Ciudad de México, 16 de abril (SinEmbargo).- El entusiasmo del curador Ery Cámara, curador del Museo San Ildefonso, es contagiosa. No alcanza de todos modos a dar una prueba total de lo que implica la muestra Candida Höfer en México, Miradas desde fuera, una extraordinaria selección de 38 imágenes de edificios íconos de la arquitectura mexicana.

Cuando uno mira las fotografías de esta creadora alemana, una de las representantes de la llamada Escuela de Düsseldorf, piensa que está observando cuadros o un espejo por dónde se cuela una realidad que vemos todos los días pero sin atención, sin ver los detalles.

Candida Höfer en México es una muestra organizada, en el marco del Año Dual Alemania – México y los 25 años del Mandato Antiguo Colegio de San Ildefonso, una coincidencia de circunstancias que permanecerá hasta el próximo 30 de julio para ver espacios como: Teatro Degollado y Hospicio Cabañas, de Guadalajara; Teatro Juárez de Guanajuato; Palacio de Bellas Artes, edificio Basurto, Biblioteca Vasconcelos, Catedral Metropolitana, Museo Nacional de Arte y Museo Nacional de Antropología, de la Ciudad de México; Museo Nacional del Virreinato en Tepotzotlán, Estado de México, Iglesia de Santa María Tonantzintla y Biblioteca Palafoxiana, en Puebla; Iglesia de San Jerónimo Tlacochahuaya y Convento e Iglesia de Santo Domingo, en el estado de Oaxaca.

La exposición se complementa con 13 fotografías de formato menor y 2 proyecciones fotográficas en cuyas imágenes se da cuenta de la riqueza del patrimonio arquitectónico nacional al develarse aquellos fragmentos de la realidad que la fotógrafa desprendió del entorno durante su visita a México, gracias al Goethe-Institut Mexiko.

Discípula de la escuela de Bernd y Hilla Becher y considerada como uno de los miembros más representativos de la nueva escuela de fotografía contemporánea alemana, Candida Höfer ha logrado una importante producción fotográfica que forma parte de las colecciones más renombradas del mundo; así lo reconocen y exhiben los grandes recintos museísticos como la Tate Gallery de Londres, el Centro Georges Pompidou de París, el Museo Reina Sofía de Madrid, la Kunsthalle de Basilea, la Kunsthalle de Berna, el MoMA de Nueva York, la Power Plant de Toronto, el Kunsthaus de Brevenz y el Museum Ludwig de Colonia, entre otros.

Teatro Juárez Guanajuato I 2015 / © Candida Höfer / VG Bild-Kunst

La fotógrafa, a partir de entonces, optó por retratar sitios con una arquitectura destacada y elegante, que primero fue proyectada por medio de sus diapositivas y más tarde se convertirían en sus famosos grandes lienzos que le hacen absoluta justicia a las detalladas composiciones.

“Hasta cierto punto, veo mis obras como retratos de espacios; ésta es también una de las razones por las que no me considero una fotógrafa de arquitectura”, le dijo a la periodista Alejandra de Argos, para quien también declaró que “por lo que respecta a mis obras de formato más grande, creo que mi mayor interes lo constituyen la luz, las estructuras, las repeticiones formales y las variaciones como características de un espacio. En cuanto a las obras más pequeñas y recientes, examino esos elementos de un modo más abstracto”.

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Eso se ve en los grandes formatos del Colegio San Ildefonso, donde el público podrá disfrutar de las fotografías de recintos icónicos como el Hospicio Cabañas, en donde la perfección representativa de Höfer acentúa la relación inestable entre la forma arquitectónica y la pintura que la cubre.

Capta la obra mural de José Clemente Orozco como un tatuaje que recubre el espacio, transformándolo en un mensaje revolucionario. Mientras, los colores saturados de Daniel Buren, artista francés que intervino el Hospicio en 2014, presentan el mismo espacio en una experiencia estética pura y vibrante.

Palacio de Bellas Artes Ciudad de México 2015 / © Candida Höfer / VG Bild-Kunst

Mediante una cuidadosa elección del punto desde donde la fotógrafa toma la imagen, Höfer produce una composición perfectamente simétrica de espacios en el Teatro Juárez, que coincide, casi punto por punto, con la proyección en perspectiva central del dibujo arquitectónico. El orden visual de esa toma también responde al control de luz y tiempo. Usa la luz natural ajustando la cámara a tiempos muy largos de exposición y cerrando el diafragma al máximo: así se produce la gran profundidad de campo y el detalle de la imagen.

No es la representación de un motivo -el interior de un edificio público como el Palacio de Bellas Artes- lo que define su obra; la verdadera intención de su fotografía es producir una epifanía: iluminar el conocimiento del espectador sobre la naturaleza del espacio, a través de la provocación estética. De manera paradójica, es en el vacío de sus vistas envolventes donde se comprende la naturaleza del espacio habitable.

La obra de la artista alemana establece un diálogo entre la fotografía y la arquitectura, a partir del orden y la proporción visual.

Más que representar una iglesia —como la Catedral de México—, lo que persigue Candida es subrayar la simetría, proporcionalidad y equilibrio de la estructura formal. Qué mejor herramienta para meditar sobre la arquitectura que la fotografía: un medio cuyo dispositivo de producción, la cámara, se basa en los mismos principios óptico-geométricos que la perspectiva.

Hospicio Cabañas Capilla Tolsá del trabajo in situ de Daniel Buren Guadalajara V 2015 / © Candida Höfer / VG Bild-Kunst

Candida Höfer nació en Eberswalde, Alemania, en 1944.

1964 – 1968   Asistió a la Academia de Bellas Artes y Artes Aplicadas de Colonia, Alemania.

1968     Realizó la serie de fotografías titulada Liverpool, en la que retrató los ambientes cotidianos de las calles de esta ciudad inglesa.

1973 – 1982     Estudió en la Academia de Bellas Artes de Düsseldorf, en Alemania, donde aprendió la disciplina cinematográfica junto a Ole John y, a partir de 1976, se especializó en fotografía con Bernd y Hilla Becher.

1975   Presentó su primera exposición individual en la Galería Konrad Fischer de Düsseldorf.

1980   Con su serie Turcos en Alemania, realizó un registro de la vida de la comunidad turca en este país y en Turquía.

1992 – 1993   Trabajó en su serie Jardín zoológico, protagonizada por animales, tratados a modo de esculturas, en diferentes parques zoológicos de Alemania, España, Inglaterra, Francia y los Países Bajos.

Biblioteca Vasconcelos Ciudad de México I 2015 / © Candida Höfer / VG Bild-Kunst×

1997 – 2000   Fue profesora de la Universidad de Artes y Diseño de Karlsruhe, Alemania.

2003   Representó a Alemania en la 50 Bienal de Venecia.

2006   Presentó su obra en el Museo del Louvre, París, Francia; en el Irish Museum of Modern Art en Dublín, Irlanda y el Institute of Contemporary Art de Filadelfia, E.U.A.

2011   Presentó la exposición Mundos interiores en el Museo de Arte de Baltimore, Baltimore, EU.

2015   Exhibió la muestra Memoria en el Museo del Hermitage, San Petersburgo, Rusia.

Recibió la Cruz de Oficial de la Orden del Mérito de la República Federal de Alemania.

UN LIBRO EN MÉXICO, POR LA EDITORIAL TURNER

Con su singular visión, encuadre y uso de la simetría, Höfer ha capturado con sus objetivo lugares tan evocadores en el imaginario colectivo mexicano como Ciudad de México, Guadalajara, Guanajuato, Oaxaca, Puebla, Tepotzotlán, Tlacochahuaya o Tonantzintla, además de instituciones como el Palacio de Bellas Artes, la Biblioteca Vasconcelos de la Ciudad de México, la Biblioteca Palafoxiana de Puebla, el convento de Santo Domingo en Oaxaca, la iglesia de San Jerónimo en Tlacochahuaya y el Hospicio Cabañas en Guadalajara.

La muestra permanecerá hasta el 30 de julio. No te la pierdas. Foto: Secretaría de Cultura

También se incluyen otras más abstractas, de muros, techos y espacios, en las que Candida Höfer deja que se desborde su carga poética. Las fotos vienen acompañadas de un ensayo del historiador José Iturriaga de la Fuente, en el que se hace un ameno recorrido por los viajes que otros extranjeros hicieron por el mismo México que la fotógrafa ha reflejado en este trabajo. Edita Turner.

ENTREVISTA | Javier Marín, 30 años de ser un “ángel escultor” de cuerpos transfigurados

domingo, mayo 15th, 2016
Javier Marín y la belleza de lo imperfecto. Foto: Francisco Cañedo, SinEmbargo

Javier Marín y la belleza de lo imperfecto. Foto: Francisco Cañedo, SinEmbargo

Con dos muestras simultáneas, “Corpus” y “Terra” (de la que la editorial Turner acaba de sacar un libro esplendoroso), el escultor mexicano Javier Marín celebró 30 años de carrera. Entre sus múltiples actividades, también diseñó piezas exclusivas para la Casa Buchanan’s. Su historia se traduce en más de 90 exposiciones individuales y en más de 200 exposiciones colectivas, en México, Estados Unidos y Canadá, así como en varios países de Centroamérica, Sudamérica, Asia y Europa. Ahora, en pleno descanso del guerrero, ofrece una profunda entrevista a Magazine SD.

Ciudad de México, 15 de mayo (SinEmbargo).- “El espectador, el crítico, el historiador de las artes plásticas, a todos les sorprende la muestra insospechada de cuerpos transfigurados, atravesados por el sonido y la furia de un ángel escultor que mira atrás y se arriesga con valentía en la deconstrucción del pasado clásico, naturalista o impresionista”.

Ese es el sustrato del impresionante libro del psicoanalista argentino Néstor Braunstein, La entereza de los cuerpos despedazados (Vaso Roto Ediciones), donde el profesional advierte que el artista mexicano Javier Marín “hace propio el torso arcaico de Apolo para extraer un apabullante mandamiento que trasciende la estética y se transforma en un imperativo ético: Debes transformar tu vida”.

Otro libro monumental, Terra (Turner), acompañó recientemente la exposición Javier Marín Terra, presentada en el Palacio de Iturbide en 2015 e integrada por las obras de los primeros años del artista, realizada en su mayor parte en terracota.

Foto: Francisco Cañedo, SinEmbargo

Para el artista, el cuerpo “es un desafío lleno de secretos”. Foto: Francisco Cañedo, SinEmbargo

“Las esculturas de Javier Marín son el producto de una fusión de los tiempos. Al mirar sus volúmenes monumentales no resulta fácil decir si son una actualización de la escultura de la Antigüedad clásica o un retorno a la escultura moderna del siglo XIX”, dijo José Manuel Springer.

En su estudio, el artista nacido en 1962 en Uruapan, Michoacán, vestido sencillamente con unos jeans y una camisa azules, parece un hombre demasiado frágil y perdido entre las figuras que él mismo ha construido como distintas versiones de sí y que han regresado a su casa, luego de transitar ante miles de ojos atentos y curiosos tanto en Terra como en Corpus.

Efectivamente, mientras en el Palacio de la Cultura cobraban forma sus esculturas de terracota, en el San Ildefonso, otro sitio privilegiado del Centro Histórico, se llevaba a cabo la exposición Corpus. La belleza de lo imperfecto, una selección de esculturas que revisa dos décadas de la trayectoria profesional del artista, en obras poco vistas en México.

La muestra por el Mtro. Ery Camara, Coordinador de Exposiciones del Antiguo Colegio de San Ildefonso, retomó el concepto del proceso como eje discursivo, invitando al espectador a detener su mirada no sólo en la obra terminada, sino en los pasos intermedios entre la concepción y la realización de la misma; aspectos que delatan la técnica, la utilización de distintos materiales y, sobre todo, la idea del artista.

Es la “belleza de lo imperfecto”, repertorio encarnado en barro, bronce, resinas y madera; irreductible a las formas o al estilo, con una originalidad deslumbrante, lo que define el tratamiento de la figura humana que da sustancia a algo que es más profundo que un estilo.

Se trata de un discurso de deconstrucción que nos obliga a revisar nuestro concepto sobre el cuerpo y lo que en él producen el paso del tiempo, las circunstancias límite, el entorno.

Nació en Irapuan, Michoacán, en 1962. Foto: Francisco Cañedo, SinEmbargo

Nació en Uruapan, Michoacán, en 1962. Foto: Francisco Cañedo, SinEmbargo

La transgresión de las proporciones y los acabados plantean la pregunta: ¿se rebela ante la escuela clásica? O tal vez: ¿la honra a darle un lenguaje contemporáneo que refleja la fragilidad de una especie que ya ha vivido muchos años y visto muchas cosas?

Él deja para los demás completar el significado de su trabajo. No recarga sus potentes criaturas con un discurso teórico que pudiera condicionar la mirada prístina y espontánea del público.

“Me interesa el vehículo que la escultura representa para acercarme a la gente que va a escuchar o tratar de entender o apreciar lo que yo hago. La figura humana es mi mejor aliado en eso. Creo que es una de las formas más identificables para cualquiera. Ejercer la libertad al máximo, la libertad que me da este trabajo que depende de mí, tiene que ver con tener la libertad de crear estos personajes que a lo mejor pertenecen a una raza fantástica”, dice Javier Marín.

Todas las variantes del yo en poderosas figuras. Foto: Francisco Cañedo, SinEmbargo

Todas las variantes del yo en poderosas figuras. Foto: Francisco Cañedo, SinEmbargo

EL MUNDO ENTERO COMO TERRITORIO

Perteneciente a una generación (en 1962 nació también Gabriel Orozco) “que fue madurando a su tiempo”, dice que a él y a sus colegas les tocó hacer arte “cuando el mundo se iba haciendo más pequeño y crecimos con la inquietud de ocupar la nueva escena, de estar presentes más allá de México”.

“Cuando empezamos el muralismo ya había dejado de ser un problema ante el que había que reaccionar. En nuestra generación, la sombra del muralismo nunca fue pretexto para nada. Nunca fue un impedimento y está donde debe estar. No hay pleito con los muralistas”, dice el admirador de José Clemente Orozco, “un artista sorprendente y deslumbrante, frente a cuyas obras me he quedado muchas veces sin aliento”, afirma.

–¿Podrías hacer “El David” de Miguel Ángel con los ojos cerrados?

–(risas) ¿Tú crees? No sé, la perfección está tan lejos de lo que yo hago. No me interesa para nada la perfección. Utilizo la figura humana para hablar del ser humano, no para hablar de la anatomía. Uso la figura humana porque es una forma fácil de que cualquier persona que vea mi obra la haga suya, no hay manera de no identificarse con ella. La escultura es la forma más directa de hacer que la gente se quede contigo aunque sea un instante.

–Hay un discurso anatómico de todas maneras, más allá de ti. Sólo se deconstruye lo que ha sido perfecto

–Pero mi David sería muy distinto, aunque hablara de aquel David. Mi trabajo viene de muchos lados y a veces parece que es perfecto, que tiene que ver con los clásicos, pero sólo parece eso. En todo caso, lo interesante es que el espectador vea esas cosas.

–¿Qué es lo que te incomoda cuando alguien describe tu trabajo?

–Que me digan que soy un buen técnico, que soy muy buen ceramista cuando hago cerámica, por ejemplo. Eso es injusto con los que realmente son buenos. No hago retratos fieles de la figura humana. Soy bueno modelando y consigo lo que quiero con las manos, tengo dominio de la forma, entendimiento del volumen y eso es algo que ha venido con los años de trabajo. Cuando finalmente conoces el equilibrio de la forma, ya deja de ser una preocupación y cobra predominio la expresión, lo que quieres decir con tu obra.

Foto: Francisco Cañedo, SinEmbargo

“No hay arte simple ni complejo. Son diferentes caminos” .Foto: Francisco Cañedo, SinEmbargo

–¿Qué son estas esculturas para ti, personajes de una obra de teatro personal?

–Todas son yo, son autorretratos, intentos de verme desde afuera y entender a lo mejor quién soy, de qué estoy hecho. Hablo de mí, convencido de que hablo por todos mis compañeros, hablo de mí y hablo de todos los demás. Mucha gente se identifica y entiende algo de lo que entiendo, por suerte, pero nada de lo que hago es ajeno a mí.

–¿Hay una concreción compleja del arte tuyo: el tamaño, los detalles?

–No hay arte simple ni complejo. Son diferentes caminos. Qué maravilla que con lo simple un artista logre decir lo que quiere. No es mi caso. Yo tengo que ir al extremo, al detalle. Pero todo es válido.

–¿Y en la disputa del arte contemporáneo donde te ubicas?

–Bueno, no me preocupa tanto, pero evidentemente estoy ahí. Amo la idea de lo contemporáneo como la idea de la libertad que ha roto muchas barreras. Puedes estar en lo contemporáneo desde distintos frentes y eso es increíble. Somos parte de un mismo abanico y todos reaccionamos a un determinado momento histórico.

–En esta idea de libertad, ¿hay artistas más cercanos que otros?

–Fíjate que me gusta más lo no figurativo que lo formal. Soy muy difícil con el arte figurativo y me sorprende y emociona lo conceptual.

–¿Hubo un momento de tu vida en que te sentiste artista contemporáneo?

–Soy el mismo desde que tengo memoria. No hago más de lo que me gusta y quiero hacer. Lo voy a llevar al extremo. Es mi herramienta y mi forma de navegar en la vida, tal vez mi manera de trascender, no sé. No descubrí que era artista, no tengo memoria de un momento especial. Mis recuerdos vienen del kínder, cuando dibujaba y hacía cosas sin parar.

–¿Vuelves a Uruapan de vez en cuando?

–A mi pueblo no, por la sencilla razón de que ya no tengo seres queridos allí, pero voy a Morelia seguido, a visitar a los míos. Soy un enamorado de mi tierra. Aunque debo decir que si bien nací en Michoacán, mi tierra es todo el país e incluso algunos otros países. Me duele mucho Michoacán. Dice el refrán que no hay mal que dure 100 años, pero el de mi tierra dura un montón. De todas maneras soy muy optimista, creo que todo esto es parte de un proceso que pasará.

–¿El artista tiene obligación de decir algo en ese contexto?

–Sí, sobre todo para mostrar las cosas desde un ángulo distinto. Un artista no es ajeno a su momento histórico y social. Reaccionas a todo y todo está en la obra, aunque sea difícil verlo en el momento, hay que correrse un poco, mirar a la distancia

Un artista no es ajeno a su momento histórico y social, dice Javier Marín. Foto: Francisco Cañedo, SinEmbargo

Un artista no es ajeno a su momento histórico y social, dice Javier Marín. Foto: Francisco Cañedo, SinEmbargo

–Tu obra “Corpus” pareció ser una respuesta a lo que vive México con tantos desaparecidos y mutilados

–Diría en relación con lo que vive el mundo, porque siento que no es un tema sólo de México.

–¿Qué es el cuerpo para ti?

–El vehículo para relacionarme con el mundo. Es un desafío lleno de secretos.

–Participaste recientemente de la Campaña Buchanans para advertir sobre los peligros de manejar alcoholizado, ¿ves tu nombre como una marca?

–Bueno, este tema de ser una marca o algo así y tener un registro de obra cuidadoso, creo que es una aspiración de cualquier artista hoy. Hay que cuidar lo que haces, los derechos de autor, hay muchos pasos que cubrir para tener un lugar definido. Tenemos obligaciones como cualquier otro ciudadano también. El artista también es parte de su obra. No te puedes mantener ajeno a lo que sucede en el mundo. Hay estrategias que involucran medios de comunicación y tu propia persona en el proceso. La obra hace rato que dejó de ser sólo el objeto, sino todo lo que la rodea, incluso el artista. En mi caso, no discrimino a la hora de dar entrevistas. ¿Quién soy yo para discriminar a los lectores de determinada revista, por ejemplo?

–¿Cómo es un día tuyo en general?

–De mucho trabajo y poco de lo demás. Soy muy disciplinado. Hace mucho tiempo que el despertador suena a las 7 de la mañana. Sólo me quedan unas pocas horas para estar con mi perro, con mis amigos o ir al cine.

–¿Te gusta ir al cine?

–Sí, claro, me gusta el cine, me gusta bailar.

–¿Comer comida michoacana?

–¡Me encanta! (risas) Y tantas cosas en la vida me gustan.

Foto: Francisco Cañedo, SinEmbargo

“Todas son yo, son autorretratos, intentos de verme desde afuera y entender a lo mejor quién soy, de qué estoy hecho”. Foto: Francisco Cañedo, SinEmbargo

 

–¿Qué materiales son los tuyos?

–Disfruté mucho el barro en su momento. Ahora me gusta mucho la plastilina y estoy tratando de entender qué hay en el bronce, que me plantea muchos desafíos. Todo tiene que ver con el material y el proceso. El material es el último paso. Modelo en plastilina y luego lo vacío en bronce o en resina. El material para mí tiene que ser un protagonista más de la obra terminada, dice cosas y no debes callarlo, debes dejarlo expresar. Como artista tienes que estar atento para decidir hasta dónde lo dejas ser.

–¿Hay un nuevo auge de la escultura en el mundo?

–Bueno, empecé pintando y dibujando y hasta la fecha lo hago, pero sí, creo que hay una fascinación real por la escultura figurativa. Estoy en contacto con jóvenes estudiantes de las principales escuelas de arte y hay muchos apasionados por la escultura figurativa. No sé si sea un auge nuevo, pero está ahí.

–Ahora, no hay escultura sin dibujo

–Claro, es una locura pensar que puede haber arte sin dibujo. Al fin y al cabo, la escultura no es más que una sucesión de dibujos. El dibujo es indispensable, entendido como el ejercicio para agudizar tu capacidad de observación. No sabemos ver, no observamos y el dibujo te lleva a ver como con un lente de aumento.