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Cárceles del DF cobijan industria de extorsión que acosa al país

viernes, octubre 23rd, 2015

Cárcel, jaula, prisión, bote, penal, chirona, presidio, sombra, reja, cana. Pocos ambientes más despreciados por una sociedad lastimada por el crimen, y pocos con tanto dinero “del chingón, del que nadie revisa”. Datos: para operar la red de extorsión y generar millones en ganancias, miles de teléfonos celulares son introducidos. Sólo los decomisados suman 14 mil 545. Y, obvio, las rivalidades por los negocios intramuros causan codicia: 106 asesinatos han ocurrido en 8 años dentro de los reclusorios administrados por el GDF.

No, insiste el gobierno de la ciudad, no hay crimen organizado en la capital; tampoco –jura– extorsión.

SEGUNDA PARTE

Ciudad de México, 22 de octubre (SinEmbargo).- El tipo levanta las cejas y suelta una bocanada de aire, encarrilándose a responder con simplicidad un asunto con demasiados matices. Viste una camisa de mezclilla azul. Siempre viste de azul, aún en libertad, y así lo hizo en el encierro: el azul es el color de los sentenciados en las prisiones del Distrito Federal.

—¿En cuánto se paga un asesinato dentro de una cárcel del DF? —pregunto al hombre que pasó 30 años de su vida en las prisiones capitalinas, incluida la Penitenciaría y los Reclusorios Norte y Oriente. Aún vuelve para visitar a los amigos de siempre y hacer los negocios de toda la vida.

—Puede ser que se ofrezcan 500 pesos y, bueno, cualquiera puede intentar la ejecución, ¿no?, pero no cualquiera la puede realizar. Si es un asunto de otro tipo, uno especial, y se ofrecen 250 mil en los dormitorios de multihomicidas y todos se apuntan para darle piso al indicado. Hasta se genera otro problema, o sea, ¿a quién asignamos? Porque todos lo quieren matar y van rápido antes de que otro se adelante.

—¿Y ofrece esa cantidad otro reo con mayor poder económico?

—Muchos de los homicidios se tramitan desde el exterior de las prisiones. No es necesario que alguien esté preso para pagar por un asesinato. Se dan casos, por ejemplo, en que internos por secuestro durante la comisión de su trabajo lastimaron a la víctima: la mutilaron, la violaron, o que cobraron y aun así la mataron… Esos asesinatos se pagan muy bien. El agraviado sólo tiene que conocer a alguien dentro de la cárcel y esa persona pide una muerte y ofrece un dinero. Digamos que el trato se inicia en la Peni:

—A ver, señores, hay 50 mil, 100 mil, 200 mil pesos por darle pa’bajo a fulano de tal que está en [el área de] Ingresos. Llegó tal día al Reclusorio Sur —el hombre simula que repite la rutina.

—Okey. Sí hacemos el conecte, sí hay gente allá que lo puede tumbar, que le puede dar piso. ¿Para cuándo lo quieres?

—No, pues para… no sé… En un mes.

—No, no, no te preocupes, el fin de semana ya lo tienes. Lo van a sembrar el fin de semana.

—¿Usted puede referir un asesinato cometido de esta manera? —solicito.

—Sí, cómo no. “El Sinaloa” [Roberto Hernández Moreno] vivía en la Penitenciaría del Distrito Federal. Ese cabrón dormía en el dormitorio 6, zona 1, celda 15 o 16 y, un día, organizó un secuestro afuera con otros de adentro. Él mismo lo dirigió y mantuvo las negociaciones con la familia y acordó un rescate. Mandó a alguien de su confianza para que cobrara, pero no repartió nada. Pendejo. Ofrecieron 250 mil pesos por matarlo y eso en la Penitenciaría es un chingo de dinero.

—¿Cómo lo hicieron?

—Primero le atravesaron la garganta, pero, milagrosamente, sobrevivió. Luego, la hermana de Marco Garcés pasó un arma de fuego que entregó al “Brutus” [Hector Daniel Zúñiga Vilchis]. Este güey se la dio al “Chilorio” [Juan Filorio Monroy], quien sabía de un asunto que debía hacer el “Sinaloa” en el hospital, así que se hizo el enfermo y, ya en el lugar, secuestró a un custodio a quien amagó con la pistola y exigió que le entregaran al “Sinaloa” a cambio de no matar al negro [así se llama a los guardias, quienes visten de ese color].

Extorsion-PARTE-1-PROMO-

Ese día de diciembre de 2007, “El Chilorio” no logró asesinar al “Sinaloa”, quien fue trasladado al Reclusorio Oriente para dejar atrás la muerte, pero ahí murió a manos del Jonathan Jiménez, “El Tartas”. el 2 de febrero de 2008.

Además de los detalles ofrecidos por el viejo asesino, corroborados con fuentes oficiales, existen otros datos que bocetan el negocio de la violencia al interior y al exterior de las cárceles del Distrito Federal.

En febrero de 2015, SinEmbargo obtuvo respuesta a una solicitud de información hecha a la Secretaría de Gobierno, entonces dependiente de Héctor Serrano, sobre homicidios ocurridos e incautaciones realizadas al interior de las cárceles de la Ciudad de México.

Aunque la respuesta de la dependencia fue parcial, algunos aspectos muestran parte del panorama.

Si en una cárcel del DF alguien lleva seis cifras en la espalda puede considerarse hombre muerto. O por mucho menos. O por nada si es preciso hacerlo.

Existe un número que dimensiona las palabras anteriores: entre el 1 de enero de 2008 y el 15 de enero de 2015, en las cárceles del DF se cometieron al menos 106 asesinatos.

***

En su casa de Guanajuato, el teléfono se ha convertido en una caja de los espantos. Apenas timbra, la Sra. L. reconoce el 55 al inicio de la serie del número identificado y considera dos posibilidades: es alguno de sus hijos residentes en la Ciudad de México, de donde es la clave lada, o, nuevamente, alguien tratará de hacerse pasar por alguno de sus muchachos para pedirle dinero.

Ya casi es una rutina.

—¿Bueno?

—¡Mamááááááááá! —aúlla una mujer al otro lado del aparato.

—¿Hija? —le aterra la posibilidad de caer en la trampa, pero más la posibilidad de que se trate de su hija menor.

—¡Mamá, mamá, me están llevando, ya me tienen en la camioneta, me tienen encañonada…! —la voz es ronca, cascada.

El chillido se interrumpe y un hombre con fuerte acento del Distrito Federal pretende sonar impasible.

—La voy a matar y donde usted me cuelgue, la mato y si no me da…

La Sra. L. cuelga, pero su corazón no volverá al ritmo normal hasta que logre contactar a su hija y escucharla decir que está bien.

La madre ha recibido variantes de la misma llamada desde hace 10 años. Por distintos medios ha ubicado el origen de las llamadas en la Penitenciaría del Distrito Federal, donde, hipotéticamente, existe un sistema para bloquear la señal de telefonía celular.

Más al sur, Cancún vive una intensa ola de extorsión telefónica. Algunos empresarios confiaron a este medio que la fuente de amenazas es la Penitenciaría del DF, también conocida como Cárcel de Santa Martha Acatitla.

Dos custodios aceptan hablar del negocio de la extorsión con SinEmbargo.

“Las extorsiones se manejan desde el interior de la prisión, desde el reclusorio, a través de teléfonos celulares. ¿Cómo lo hacen? Compran, si es que la familia no se las pasa de manera ilegal durante el día de visita, las hojas de los directorios de la Sección Amarilla. Algunos inocentes ponen sus nombres en los negocios que anuncian”, explica el mayor de los dos policías.

La Sección Amarilla de papel, tan molesta en tiempos de Internet, se cotiza caro en los penales del DF. Foto: SinEmbargo

La Sección Amarilla de papel, tan molesta en tiempos de Internet, se cotiza caro en los penales del DF. Foto: SinEmbargo

—¿Cuánto cuesta una hoja de…?

—500 pesos. Sección Amarilla o Sección Blanca, la que quieras —dice el otro con la automaticidad de un muchacho bien aplicado en el salón de clases.

—¿Un teléfono?

—Un teléfono… Si es legal te lo pasa un custodio y puedes cobrar 15, 16, 20 mil pesos. Si tú dices que es para extorsionar te cobran entre 5 mil y 10 mil pesos semanales. Según cuántos teléfonos quieras tener, bueno, pues ahí se te hace, inclusive, un descuento.

—¿Hasta cuántos teléfonos tiene un reo bien metido en la industria de la extorsión?

—Regularmente tienen cuatro, pero eso es lo de menos. El asunto es cómo se cambian los chips, que tampoco son muy caros los chips, ¿no? Los chips se los pasa la familia, se los pasa el custodio, se los pasa cualquiera. Hay vendedores de chips ahí dentro. Un chip cuesta 2 mil o 3 mil pesos.

El cadáver de un hombre colgado en el puente. Foto: Cuartoscuro.

El cadáver de un hombre colgado en el puente La Concordia, en Iztapalapa. Detrás están los negocios del crimen organizado en los penales administrados por el GDF. Foto: Cuartoscuro.

—¿Cuánto cuesta un arma de fuego?

—Híjole, en el interior, no sé cuánto pueda costar un arma de fuego. En la calle debe de estar entre 5, 10, 15, 20, 25, 30 mil pesos, depende. Por ejemplo una Pietro Beretta la consigues, la chica, la corta, en 5 mil pesos. Una Pietro Beretta .9 milímetros, la larga, te sale de 15 a 25 mil pesos.

—¿Y un arma blanca ahí dentro?

—¡Uuuhh! Esa madre te puede salir desde 10 pesos. Una solera [un pedazo de lámina de fierros] se convierte en arma blanca y con 10 pesos te la afilan en el taller. Con una agujeta o una venda se hace el mango y ya está. Antes, la curan durante días adentro de la taza del baño.

—¿Para esconderla?

—No sólo para eso, sino para que esté hundida en la mierda, los orines y las ratas.

—¿Cómo es eso?

—Si por el corte no matas a un cabrón, te lo llevas por la infección. Es más chingón el asesino que mata de un golpe al que ocupa 36. Dicen adentro: “Ahí está, pendejos, aprendan a matar. Yo con uno los mando pa’l otro lado y ustedes fueron cuatro, le dieron setenta y tantas metidas y no se murió. Eso es ser pendejos”.

—¿Algún ejemplo? —pregunto al otro custodio, que se observa impaciente por hablar.

—Así fue con “El Panquecito” [César Sánchez García]: le metieron [en 2005] 74 piquetes para matarlo: uno, dos, tres, cuatro, cinco, seis, siete, ocho, ya me cansé… nueve, diez… 74 en todo el cuerpo. Le sacaron un ojo, le rajaron la cabellera, le abrieron los brazos, le picotearon las pantorrillas… Cayó al piso y al rato llegó la chequerita [como se dice quien asume la responsabilidad del crimen y, a cambio de unos pesos, recibe la condena por el asesinato] y le da sus diez piquetillos.  Todo duró 10 minutos, no más.

—¿Y cómo se castiga a quien no le importa el castigo? —vuelvo con el otro, con el viejo.

—Anteriormente los mandábamos a ZO. Ellos vivían ahí, pero eso lo tuvimos que deshacer…. Se reformó y toda aquella zona legendaria de ZO desapareció, una historia muy negra…

—¿Qué es el ZO?

—Zona de Olvido. Ahí se enviaban a todos estos para que nos olvidáramos de ellos. Se cerraban las estancias con soldadura autógena y ahí duraban uno, dos, tres años. Se les pasaba la comida y vivían, comúnmente, como animales. Algunas de esas estancias tenían resolana y otras ni eso. Muchas tenían escurrimiento de agua, así que siempre estaban mojados, llenos de hongos. Otras no tenían ni excusado, sino un hoyito por donde defecaban; no había regadera, sino el agujero en la pared por donde salía el agua, cuando había agua.

Mensaje Foto: Cuartoscuro.

Mensaje directo a Mancera, de quien dependen los penales. Foto: Cuartoscuro.

—¿Para qué otros castigos se utilizaba la ZO?

—Hubo un director, hace muchos años, un general llamado Juan Alberto Antolín. Ese hombre recibió la cárcel como premio porque libró a la hermana de José López Portillo de ser secuestrada por los comunistas de la Liga 23 de Septiembre. Entonces llegó a Santa Martha y formó la Cuarta Compañía, un grupo de hijitos de la chingada que salían por las noches a robar coches Grand Marquis que luego entregaban a la policía del “Negro” Durazo. La Peni siempre ha sido un gran negocio. Ese general encerraba en la ZO a quienes se la pasaban peleando ya para que ahí se amistaran o se mataran. O los amarraba por días para que se putearan y luego se tuvieran que dar de comer.

—¿Cuándo dejó de existir la ZO?

—Hace diez años.

—¿Existió siendo Andrés Manuel López Obrador el Jefe de Gobierno?

—Sí, claro. Dejó de existir hasta que Alejandro Encinas entró en su lugar.

—¿Y del negocio?

Cuñao —dice con confianza el más joven—, aquí se cobran 10 pesos por cada uno de los cuatro pases de lista diarios de cada interno. Son como 40 mil cabrones. Échele cuentas.

—Un millón y medio de pesos al día… Cuarenta y cinco millones de pesos al mes.

—Y de la mejor lana: la que nadie cuenta ni revisa ni nada. Y lo mismo con los cinco pesos que se le pide a cada visita de los internos por cualquier pretexto: que su color está prohibido, que su credencial de elector está borrosa, que su mamá no quiere hacer sentadillas encuerada, que no quiere que le descagade su pastel de cumpleaños, que ya quiere meter naranjas y con eso se hace tepache, que quiere visita íntima. Y más: que a su a familiar ya lo quieren matar y hay que protegerlo, que el papel de baño, que el jabón, que ya se enfermó y usted no quiere que se muera como el perro que es, que ya se murió y hay que entregárselo rápido porque hace calor… Millones y millones. Vienen cabrones del gobierno y se llevan la lana en maletas que apenas pueden cargar.

—¿Sabe usted si es lo mismo en las cárceles del Estado de México, en Ecatepec, Ciudad Neza, Tlanepantla?

—Mi cuñada trabaja en uno y es lo mismo mismito.

Lea mañana, en SinEmbargo, la tercera parte

La red criminal que acosa al “jefe Mansera [sic]” viene de un penal del GDF

jueves, octubre 22nd, 2015

El grupo que tiene en jaque al gobierno de la capital mexicana (un colgado, un calcinado, otro con narcomensaje) se formó y fortaleció mientras Miguel Ángel Mancera negaba la existencia de crimen organizado. Y se hizo en sus prisiones, como Santa Martha, desde donde opera una red de extorsión que cruza el país (de Chihuahua a Cancún) y llega a Sudamérica. Esta es parte de una historia que será contada aquí, en SinEmbargo…

Mensaje Foto: Cuartoscuro.

Mensaje dirigido a Miguel Ángel Mancera sobre el cuerpo de un hombre asesinado a balazos en la Unidad Habitacional Ignacio Zaragoza, en Iztapalapa. Foto: Cuartoscuro.

PRIMERA PARTE

Ciudad de México, 22 de octubre (SinEmbargo).– Si a usted le han hablado durante los últimos diez años desde un teléfono con clave de larga distancia del Distrito Federal para exigirle dinero y advertirle del inminente asesinato que sufrirá usted o alguien de su familia; si recibió esta llamada y vive en el DF, en Cancún, en Guadalajara, en Monterrey o cualquiera otra parte de México e incluso en Sudamérica, entonces tiene algo en común con Miguel Ángel Mancera Espinosa. Tanto usted como él están, o han estado en la agenda de un asesino que vive bajo la responsabilidad del Gobierno del Distrito Federal: Paulo Sergio “El Avispa” Contreras Hernández.

El martes pasado, dos eventos se desarrollaron en la capital mexicana apenas separados por algunas horas de diferencia y pocos kilómetros de distancia.

En la primera escena, Miguel Ángel Mancera sonrió bajo el sol del mediodía y ofreció un apretón de manos al golfista Eldrick “Tiger” Woods, alguna vez el mejor del mundo, y lo reconoció como visitante distinguido de la ciudad ni más ni menos que en el Altar a la Patria, en el Bosque de Chapultepec.

En la otra escena, un hombre murió atravesado por las balas en la Unidad Habitacional Ignacio Zaragoza, en Iztapalapa.

Los gatilleros colocaron una cartulina a su lado y hablaron directamente al Jefe de Gobierno del DF. No se corrigen faltas de ortografía:

“¡JEFE MANSERA!

“Aquí le vamos a poner a quienes son los que nos an estado amenasando y an matado gente, estan protegidos por el cano e Israel, comandantes del reclusorio oriente, entre ellos protegen a los internos El Pulca, coyotes, esteban.

“Internos del oriente traen el control de la droga del penal con apoyo del Eusevio Dulce reyes, recluido en el penal de Chihuahua y suele tener celular en la carcel estatal de Chihuahua.

“El ordena las ejecuciones con los cabecillas del reclu oriente y otros como el diamante, el Alex y el nieves.

“No me meto con nadie por eso me apoyan, nada mas muevanlos de los centros y esto se acabara…

“ATT. GENTE NUEVA DEL AVISPA VAMOS POR TI DULCE REYES”.

Este evento fue una de varias cerezas en un rebosado pastel que desde hace tiempo se cocina en la capital del país. El pastel que exhibió a un hombre colgado en un puente de Iztapalapa y otro quemado en un tambo no tan lejos de allí.

Entre la situación que vive hoy la Ciudad de México y la que de cierta manera le dio origen, han transcurrido dos décadas.

Porque Paulo Sergio “El Avispa” Contreras Hernández —a quien el Gobierno del Distrito Federal bien podría tener como el habitante menos distinguible— es un viejo conocido del sistema de justicia capitalino, en el que hizo carrera Miguel Ángel Mancera Espinosa.

“El Avispa”. Foto: Especial

“El Avispa”. Foto: Especial

***

La reunión ocurrió hace 20 años, en 1995, en un dormitorio de la Penitenciaría del Distrito Federal, una de las cárceles más duras del mundo.

Los hombres, todos ellos con alma de cementerio, se dijeron conscientes de su poder: Sí, no cualquiera asesina a quien sea y pocos asesinan asesinos, pero es más importante matar sin importar las consecuencias.

Se preguntaron qué diferencia existe entre una condena a 300 años de prisión y una sentencia a mil años. Cuarenta y dos hombres, asesinos y secuestradores, encontraron que ninguna.

Se erigieron en cofradía y se hicieron llamar a sí mismos La Familia (ninguna relación genealógica con el cártel michoacano, al que precede).

Veinticinco de ellos se conocían casi desde la infancia. Poco tiempo atrás coincidieron en el entonces llamado Consejo Tutelar para Menores, la cárcel para adolescente de San Fernando. Sabían exactamente qué significa “poliana”: juego de mesa similar al parqués o al parchís; “chicha”: el trapo con que se limpia el piso de rodillas; “pocito”: la cubeta llena de excremento en que se les hundía la cabeza a manera de castigo, y “niño rostizado”: niño violado, muchas veces por los mismos guardias.

La Familia asumió que ellos eran de la cárcel y la cárcel de ellos. Y en adelante, ellos administrarían la extorsión interna y externa y el narcotráfico al interior de la Penitenciaría, también conocida como la Cárcel de Santa Martha.

Los detalles del nacimiento de la orden de los matones están contenidos en un documento interno del sistema penitenciario cuya copia posee SinEmbargo. El estudio, denominado “Redes delincuenciales”, es un auténtico diccionario enciclopédico de la actividad criminal al interior de la prisión y fue elaborado en 2006.

Se lee en el informe:

“La Familia ha sido el grupo de poder más importante conformado dentro de la Penitenciaria y en el sistema penitenciario del DF. Estuvo integrada por un grupo de internos de altas sentencias, dedicados a la extorsión y al homicidio, (que) controlaron la Penitenciaria por el período comprendido de 1995 hasta el año de 2005. Se alquilaban en un principio para los internos de alto poder económico los cuales, a través de ellos, ejercían un control en todos los dormitorios de la Penitenciaria e inclusive en los diferentes reclusorios preventivos”.

Alfredo Ornelas es un criminólogo con más de 30 años de experiencia en psicología forense. Posee la trayectoria más sólida en la investigación del sistema penitenciario en México y él mismo ha dirigido centros federales estatales y locales en Tamaulipas, Morelos y el Distrito Federal. También fungió como subdirector de la Penitenciaría.

—¿Qué condiciones crearon la oportunidad de que se creara un sicariato gobernante de una cárcel y luego del conjunto de cárceles en el Distrito Federal? —se pregunta a Ornelas en entrevista.

—Los sicariatos siempre han existido. El homicidio ha sido un negocio tradicional en la historia de las cárceles, desde la antigua cárcel de la Acordada, la cárcel de Belem luego, la primera penitenciaría del Distrito Federal, Lecumberri y ahora Santa Martha Acatitla. En sus inicios no existían sicariatos. El asunto fue más o menos aséptico, paradójicamente, porque a la penitenciaría iban a enviar a una parte de los más terribles delincuentes y otra parte fueron canalizados hacia las Islas Marías, literalmente un destierro a la muerte. Luego, con la construcción de los reclusorios preventivos en el DF, el sicariato se erigió como una forma obligada de funcionamiento y operatividad entre los internos.

—¿Cómo fue que los integrantes de La Familia adquieren sentido de identidad y de grupo?

—Por una serie de características que los hermanaban, que los igualaban, que los identificaban: en las cárceles hay, como los criminales los llaman, familias: la familia de los defraudadores; de los multihomicidas, es decir, no cualquier homicida, sino de quienes entienden el asesinato como un modus vivendi. Entre los internos, el asesinato otorga cierta importancia cualitiva en la identificación entre los homicidas. Algunos participan en eventos comunes y se reconocen sus capacidades para matar y así es como se arman las sociedades, las hermandades, que tiene que ver con una serie como asuntos de solidaridad, de apoyo, de entendimiento de sus carencias, de sus necesidades. Me refiero a la empatía y la existencia de cierta transferencia y contratransferencia respecto de lo que cada uno de ellos son en lo particular y ya en lo general.

La hermandad de los asesinos. Documentos oficiales internos

La hermandad de los asesinos. Documentos oficiales internos

***

De acuerdo con testimonios recabados de dos ex presidiarios y dos ex custodios, el líder más prominente de la banda fue José Luis Martínez Zavaleta, un asesino con menos vidas adeudadas que varios de sus sobordinados, pero mayor capacidad de organización.

“Era una especie de cerebro ahí. Si La Familia era un pulpo, él era la cabeza y los demás eran los tentáculos”, ejemplifica uno.

Otro recuerda que “El Zavaleta” —con frecuencia, el apellido funciona como apodo— era un criminal “justo”, un jefe confiable que repartía de acuerdo a los méritos de quienes participaban en un “trabajo”.

“Si alguien mataba e iba a la celda de castigo [aún se habla de la existencia de un calabozo llamado ZO o Zona de Olvido, un encierro hecho con soldadura autógena], ‘El Zavaleta’ enviaba indicaciones a otros internos y a custodios para que lo respetaran y mandaba que la motita, que el chocho, que la piedra. Cuando alguien tenía algún problema económico en su casa, él decía: ‘A ver, mi chavo, te mataron a tu hermano, y para pagar el sepelio todos te vamos a cooperar.

“Eso hacía que toda la banda atendiera las instrucciones de este canijo y era el único que no despertaba envidias, lo que no pasaba con algunos otros cuando decidían crecer o tomar decisiones por sí mismos y terminaban traicionando a los demás. Entonces se iba con ‘El Zavaleta’:

—A ver, carnal, qué onda, ¿qué vas a hacer?, que fulanito de tal ya se pasó de pendejo —le decíamos–. “El Vallecillos” [apodo de Santiago Melgoza Vallecillos, asesinado el 29 de septiembre de 2002] se pasó de pendejo con nosotros, nos ganó se quedó con la droga y hay que darle pa’bajo.

—Ustedes dicen —autorizó porque estábamos en lo correcto.

—No, pues hay que darle palanca.

—¡Órale! —entonces ya nos organizábamos y todos lo cuidábamos—. Y entonces, a ver, ¿quién lo mata?

—Lo mata “El Simpa”, lo mata “El Alemán” [Lorenzo Chávez Morán], lo mata “El Flavio” —y no me acuerdo del otro y así se hizo: ma-sa-cre.

Un guardia describe a “El Zavaleta”: “Es inteligente, que no culto ni instruido. Creo que ‘El Zavaleta’ estudió hasta el segundo año de primaria y en la calle era albañil, pero asimiló el asunto de la cárcel y entendió sus dinámicas y aprendió a vivir ahí dentro. Tuvo maestrazos: ‘El Cuervo’ y ‘El Lemus’. Luego se fue a los centros federales”.

—¿Y qué me dice del Avispa?

—De ellos mismos… Cabrón y muy culero también.

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***

Paulo Sergio Contreras Hernández, “El Avispa”, ingresó a la Penitenciaría el 11 de noviembre de 2000 por los delitos de homicidio calificado, robo, portación de arma de fuego, fraude y extorsión. Sólo por el asesinato llevaba a cuestas una sentencia de 27 años, nueve meses y 15 días. Tenía los méritos requeridos y se alistó en La Familia.

En 2003, asesinó a uno y, tres años después, casi mató a otro. Para 2006 se le tenía identificado, internamente, como autor de “diversos [delitos] de extorsión a nivel internacional”.

El declive inició en 2005, hace 10 años. El documento detalla las trayectorias criminales y muestra los rostros de los 42 integrantes de La Familia. En alguna parte del expediente, la secuencia de imágenes y nombres de los miembros de la hermandad de matones cambia y los asesinos dejan de ser esto y se convierten en los asesinados.

¿Qué ocurrió? Surgió La Juventus: asesinos de asesinos de asesinos.

A partir de 2004, la Penitenciaría del DF recibió decenas de reos procedentes de otras cárceles de la Ciudad de México. Algunos de ellos fueron trasladados por razones de seguridad institucional y luego de asesinar a otros convictos en sus cárceles de origen.

Entre los recién llegados se conformó un nuevo grupo de poder integrado por 23 jóvenes homicidas, todos procedentes del Reclusorio Norte y se hicieron llamar La Juventus o La Nueva Familia, una nueva orden de matarifes dispuestos a sepultar a La Familia.

“La particularidad de este grupo es que todos ellos se conocieron y compartieron estancia en el Consejo Tutelar para Menores ‘Alfonso Quiroz Cuarón’ —la cárcel de máxima seguridad para niños en el Distrito Federal—, en donde además de haber ejercido el poder protagonizaron un motín donde quemaron colchones y amenazaron con lanzarse al vacío desde la azotea, a cambio de remover a la directora del mismo”.

La sangre ya no parecía un río sino el mar.

Las autoridades reclasificaron a todos los internos considerados como de alta peligrosidad, establecieron controles más estrictos para el tránsito de los reos en los dormitorios con restricciones de alta seguridad, establecieron un control escalonado para el uso de los teléfonos públicos, separaron a los grupos rivales y, principalmente, lograron el traslado de decenas de ellos a centros federales de máxima seguridad, de manera destacada el que se ubica en Matamoros, Tamaulipas.

En 2006, 16 miembros de La Familia ya habían sido reubicados a otros centros preventivos federales o locales; cinco fueron puestos en libertad, y siete murieron asesinados en Santa Martha.

Los 14 restantes permanecían internos y distribuidos en los diferentes dormitorios de la Penitenciaria del Distrito federal, lo que “representa un vacío de poder en esta institución”.

Pero uno de ellos sobrevivió a la sangría de la Juventus y evitó su traslado fuera de la Ciudad de México. Permaneció algunos meses en el módulo de mayor seguridad de una pequeña prisión adyacente a la Penitenciaría, el Centro Varonil de Reinsersción Social Santa Martha Acatitla.

Agazapado, “La Avispa” inició la confección de una nueva banda.

El cadáver de un hombre colgado en el puente. Foto: Cuartoscuro.

El lunes por la mañana, capitalinos de la zona oriente dieron cuenta de un hecho inédito en el DF: el cadáver de un hombre colgado en el puente La Concordia, en Iztapalapa. Foto: Cuartoscuro.

***

En las 344 páginas del reporte aparece, destacadamente, “La Avispa”, como jefe en 2006 de una de las dos bandas delictivas identificadas en el dormitorio uno de la Penitenciaría. Al grupo se le refirió como conformando por homicidas y secuestradores y se le clasificó como de “alta peligrosidad institucional”. Malo entre los malos, pues.

“En un principio, Paulo Sergio Contreras y Carlos Alberto Terreros estuvieron integrados a la banda conocida como La Familia, la más peligrosa, extensa y sanguinaria que existió en la Penitenciaría”.

En ese tiempo, Contreras estaba asociado con un secuestrador llamado Jesús Solórzano Martínez y un comerciante de drogas y armas egresado del ejército mexicano, Nicéforo Varela Palma.

“Paulo Sergio, Jesús y Nicéforo poseen un alto nivel intelectual. Se dedican a activar microchips de teléfonos celulares en la frontera norte del país y con ellos extorsionan vía telefónica a cualquier parte del DF, interior de la República, Centro y Sudamérica. Al momento de rastrear las llamadas, los números registrados sugieren que son realizadas desde el norte del país”.

Una característica del crimen organizado es su tendencia a la fragmentación. Las bandas se fracturan por discrepancias en los negocios y por razones más mundanas y quizá más importantes.

El 9 de enero de 2006, “La Avispa” y otros dos miembros de la banda cosieron a cuchilladas a Jesús Solórzano Martínez y sentenciaron a muerte a Nicéforo Varela Palma pues estaban seguros que sus socios de negocios lo querían ser de cama y quisieron seducir a sus esposas.

Una vez más, “La Avispa” debía organizar su banda y, dentro del sistema penitenciario del DF, lo hizo.

Personas que laboran en cárceles y en la Policía Judicial confirmaron a este medio que “La Avispa” mencionado en la cartulina dejada junto al muerto del martes pasado es Paulo Sergio Contreras Hernández, quien delinque en complicidad de uno de sus cuñados, Andueza Velázquez, preso desde hace dos años por el robo a un banco en Iztapalapa.

Hay algo más que decir a propósito documento “Redes Delincuenciales”.

Pocos meses después de su elaboración, el abogado Miguel Ángel Mancera Espinosa se integraría como subprocurador de Procesos de la Procuraduría del DF y luego como subprocurador de Averiguaciones Previas Centrales: varios de los delitos cometidos por las pandillas de Santa Martha habrían de pasar por su escritorio.

Hoy, sin lugar a dudas, Miguel Ángel Mancera vuelve a tener noticias de “La Avispa”, quien se sentiría con la confianza para amenazar al Jefe de Gobierno del Distrito Federal, quien dice que aquí, en la capital del país, tal cosa no existe.

Aunque a usted le hablen por teléfono desde una cárcel y le adviertan que si no da dinero, a usted o a alguien de su familia lo van a asesinar. *

Lea mañana, en SinEmbargo, la segunda parte

La PGJDF entrevistará a comerciantes del Centro tras denuncias de extorsión, como lo hizo en Condesa

viernes, octubre 16th, 2015

Comerciantes y empresarios denunciaron este jueves la presencia de al menos siete grupos del crimen organizado en el Centro Histórico de la Ciudad de México.

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Ciudad de México, 16 de octubre (SinEmbargo).– El Procurador del Distrito Federal, Rodolfo Fernando Ríos Garza, ordenó este día a elementos de la Jefatura General de la Policía de Investigación mantener un cerco de seguridad y vigilancia en el Centro Histórico y el barrio de Tepito luego de que comerciantes denunciaran que grupos del crimen organizado los extorsionan.

“El objetivo del estado de fuerza es acudir a todos los negocios establecidos para entrevistarse con los encargados a efecto de levantar un padrón delictivo en materia de extorsión o algún otro delito e implementar las medidas de combate y persecución de probables responsables”, explicó la Procuraduría General de Justicia del Distrito Federal (PGJDF).

En julio pasado cuando comerciantes de la Condesa denunciaron extorsiones por parte del crimen organizado, la dependencia capitalina se entrevistó con los comerciantes. Tras el encuentro con los empresarios, el Procurador Ríos Garza aseguró que eran falsas las denuncias de extorsión e intimidación.

Policías de sector y de investigación realizaron un cerco de seguridad y vigilancia en el Centro Histórico. Foto: Cuartoscuro.

Policías de sector y de investigación realizaron un cerco de seguridad y vigilancia en el Centro Histórico. Foto: Cuartoscuro.

Este jueves, comerciantes y empresarios denunciaron la presencia de al menos siete grupos del crimen organizado en el Centro Histórico de la Ciudad de México.

“Operan  La Familia, Los Zetas, Los Aterrados, Los Chineros, Los Coreanos, Los Nuevos Zetas que salieron de Veracruz y Acapulco y vienen acá, entre otros. Hay por lo menos siete u ocho bandas que están haciendo lo suyo”, denunció este jueves Guillermo Gazal, presidente de Procentrhico.

Al respecto, la Procuraduría del DF informó este viernes que un total de 200 elementos, encabezados por el Comandante Raúl Peralta Alvarado, así como 10 Comandantes en Jefe, con el apoyo del Grupo Especial de Reacción e Intervención (G.E.R.I.), mantendrán presencia en los cuadrantes de Eje 2 Norte, Circunvalación, Eje 1 Oriente Vidal Alcocer, San Ildefonso, República de Brasil y Peralvillo.

“La estrategia operativa está basada en acciones de inteligencia policial y uso de tecnología de vanguardia, así como información previamente analizada de patrones delictivos, modus operandi, retratos hablados, características físicas de los sujetos, vehículos utilizados para llevar a cabo los ilícitos y mandamientos judiciales vigentes pendientes por cumplimentar”, explicó la dependencia.

Policías de sector y de investigación realizaron un cerco de seguridad y vigilancia en el Centro Histórico. Foto: Cuartoscuro

Policías de sector y de investigación realizaron un cerco de seguridad y vigilancia en el Centro Histórico. Foto: Cuartoscuro

La PGJDF dijo que el objetivo del “estado de fuerza” es acudir a todos los negocios establecidos para entrevistarse con los encargados a efecto de levantar un padrón delictivo en materia de extorsión o algún otro delito e implementar las medidas de combate y persecución de probables responsables.

De acuerdo con la estrategia implementada por la Procuraduría capitalina, este dispositivo abarca tres puntos de control, en los cuales estarán fijos por células pie tierra a manera de presencia para observar y detectar cualquier actividad criminal.

En las avenidas principales circularán las unidades a baja velocidad para estar en posibilidad de observar el entorno y detectar en flagrancia alguna actividad al margen de la ley, además de que los vehículos de patrullaje serán supervisados a través del monitoreo con tecnología GPS en el centro de coordinación operativa de la policía de investigación denominado CECO.

Policías de sector y de investigación realizaron un cerco de seguridad y vigilancia en el Centro Histórico. Foto: Cuartoscuro

Policías de sector y de investigación realizaron un cerco de seguridad y vigilancia en el Centro Histórico. Foto: Cuartoscuro