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Microhistorias: Pavlova en México

sábado, febrero 20th, 2016

En 1919, la bailarina rusa Anna Pavlova visitó México y ofreció una serie de funciones cuando el país intentaba salir de los años caóticos de la revolución. El crítico e investigador Alberto Dallal reseña que “para que nada desagradable ocurriera”, el entonces presidente Venustiano Carranza ordenó que doscientos soldados permanecieran apostados en el techo de los vagones del ferrocarril que se designó para transportar a la compañía a la Ciudad de México desde el Puerto de Veracruz, aquí la historia.

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Ciudad de México, 20 de febrero (SinEmbargo/WikiMéxico).- El 16 de febrero de 1919, Anna Pavlova bailó ante más de 16, mil personas que abarrotaron el Toreo de la Condesa. Según sus posibilidades, habían pagado entradas de tres pesos en sombra, cuatro en luneta y 75 centavos en sol, para embelesarse, en función de matiné, ante la belleza y talento de una de las figuras más legendarias de la historia de la danza en el mundo.

La compañía también se presentó con éxito en el Teatro Abreu y en el Teatro Principal. Los cronistas y críticos de la época se referían a la bailarina como: “divinamente única”, “imposible onomatopeya visual”, “una flor de refinada civilización que trascendía sus perfumes de belleza en los centros cerebrales del mundo, ‘Venecias, Romas, Vienas, Parises…’ y pensábamos que nunca vendría a esta vasta aldea de edificios monumentales y de costumbres pueblerinas que es México…”.

Pero la Pavlova no vino a México sólo a ser admirada. En su afán por redescubrir las raíces dancísticas de los países que tocaban a su extensa gira, se convirtió en observadora e intérprete de las tradiciones de cada lugar.

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A México le regaló La fantasía mexicana, obra que causó gran impacto y que fue considerado como una dignificación del arte popular mexicano. La rusa apareció en el escenario de la Plaza de Toros, ante 30 mil espectadores, ataviada con el traje de china poblana y acompañada por el bailarín Alexandre Volinine vestido de charro.

Eva Pérez, considerada la mejor bailarina folclórica de la época, le enseñó a Anna Pavlova a bailar jarabe tapatío, pero la rusa lo hizo a su manera: en puntas.

La intelectualidad de la época tomó muy en serio el significado de esta interpretación artística. Vasconcelos y otros intelectuales, apoyaron desde las instituciones oficiales, la creación de la Escuela de Educación Física, con la aspiración de que pudiera servir como una base para que la danza en el país labrara un trabajo corporal que al paso de los años alcanzara la calidad artística de los bailarines rusos.

Luis A. Rodríguez escribía en el Universal Ilustrado del 28 de marzo de 1919: “Consuela ver que nuestros bailes nacionales, que hasta ahora se cultivaban en teatros de barriada, mañana, en la peregrinación artística de Anna Pavlova, serán exportados, y que públicos extranjeros al aplaudirlos conocerán que México, el país de maravillosa vitalidad, tiene su arte propio que está a una inmensa distancia del mal intencionado calambur de un popular actor y de las insulsas obrillas en que como tema reglamentario aparecen los más abominables pelafustanes de nuestros bajos fondos sociales”.

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