Óscar de la Borbolla
02/09/2019 - 12:04 am
El manicomio posmoderno
Qué tiempos aquellos en que Ser y Pensar eran la misma cosa; hoy cada quien en su mundo portátil se ve obligado a una convivencia democrática y tolerante con los distintos puntos de vista, pues se asume que ninguno de ellos es el punto de vista absoluto, objetivo, definitivo y verdadero.
Generalmente se cree que los hechos tienen la última palabra, que poseen una luz que doblega los puntos de vista discordantes y que ante ellos no nos queda nada más que aceptar su irrebatible evidencia. Sin embargo, los hechos cuando son captados por las personas se integran como datos en el modelo de interpretación de cada quien y, entonces, “los hechos» tienen tantos significados como tantos sean los modelos en los que se insertan.
Para cada uno de los contendientes en una discusión, o para individuos de distintas épocas o culturas, los hechos no solo tienen un significado diferente, sino que son vistos como hechos diferentes. El modelo de interpretación o la cosmovisión que cada cual suscribe no provoca tan sólo que se aprecien diferentes facetas del mismo hecho, sino que el mismo hecho es experimentado como un hecho distinto.
Apelar a los hechos para que estos digan la última palabra no es, pues, un recurso para unificar los criterios; eso era antes: cuando la visión occidental, objetiva y analítica, no se había rendido ante la evidencia de ser un punto de vista más entre los otros, y defendía su método como El Método y su verdad como La Verdad. Ahora, en esta posmodernidad de facto, hasta la ciencia Física ofrece tímidamente sus teorías y las presenta sin la pretensión de que sean la verdadera estructura de lo real: son modelos que integran racionalmente los datos y su ventaja, en todo caso, es tan sólo su capacidad de previsión, no que así sea lo real, sino simplemente que así se puede obtener un determinado provecho.
Qué tiempos aquellos en que Ser y Pensar eran la misma cosa; hoy cada quien en su mundo portátil se ve obligado a una convivencia democrática y tolerante con los distintos puntos de vista, pues se asume que ninguno de ellos es el punto de vista absoluto, objetivo, definitivo y verdadero.
Los hechos han perdido su contundencia. Todo es interpretación. Y la salud mental consiste en no tomarse desesperadamente en serio las propias certezas o, como se aconseja, no creerse todo aquello que uno piensa. Porque uno cree y piensa que lo que ve y le consta ES como lo ve y le consta; sin embargo, los hechos son según el contexto en el que aparecen y cada quien, como los fotógrafos, elige el sector y el encuadre que presentan los hechos de una manera u otra.
Desde Kant, el acceso a lo real está vedado y desde Nietzsche lo real es mejor, de plano, cancelarlo. No hay más que representaciones y estas son lo que son por insertarse en un marco o en un modelo. Vivimos no en El mundo, sino en la imagen o en la palabra «mundo» con el significado que la historia le ha infundido al término.
Cuando voy por las calles seguro de que camino por el piso, me basta con ver a alguien que elude pasar debajo de una escalera, o que lleva cargando una imagen religiosa, o que clava un cuchillo en la tierra para impedir que llueva, o que mira con profunda tristeza el aparador de una marca incomprable, o que se rehusa a ingerir medicinas, o que manotea para espantarse a los fantasmas que a su juicio lo persiguen… me siento no parado en el suelo real, sino como uno más de este manicomio sin paredes donde cada normal vive convencido de que su sueño es lo cierto.
@oscardelaborbol
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