Óscar de la Borbolla
Nietzsche decía calificando las respuestas: «No me vengan con Dios. Dios es una respuesta demasiado vulgar para un espíritu como el mío.» Y hoy habría que agregarse: no me vengan con el sinsentido o el absurdo, también es una respuesta demasiado vulgar… y tampoco me vengan con el Big Bang, pues es una respuesta de otro nivel: explica el cómo, pero no el por qué y mucho menos el para qué.
La paz no es mala, pero tampoco buena: es el cálido aliento de un bostezo, es una pared perfectamente pintada con un blanco monótono o un paseo por un puente sobre un mar insípido sin aves y sin nadie.
La principal misión de quienes supuestamente deberían ayudar a formarnos: maestros, padres, verdaderos amigos es problematizar, criticar, mostrar lo endebles que resultan las respuestas fáciles y rápidas.
«¿Será que hayamos arribado a un momento histórico en el que todo está cumplido, en que gozamos de tal cantidad de satisfactores que parece ocioso esmerarnos buscando más? Podría ser».
«Analicémoslo un momento: ¿de veras podemos intervenir en nuestra suerte? Nadie negará —eso espero— que las circunstancias importan. Lo que en todo caso está a discusión es ¿qué tanto importan? ¿Condicionan o son determinantes?».
«La brecha en años que nos separaba se ha venido acortando desde entonces, y creo que ahora yo mismo puedo darme la respuesta a la pregunta informulada. Hice bien en no importunarlo con ella, fue un hombre al que admiré profundamente».
«Filosofar impide que los seres humanos, convencidos de alguna verdad —que en su momento parece rotunda— no se estanquen: permite que la historia siga fluyendo, y con ello se airee el mundo».
«Leyes, moral y proyectos sirven exactamente igual que las camisas de los centros psiquiátricos: para evitar que nos hagamos daño o que ataquemos a los demás».
«También hay paradojas: actos que van contra toda lógica, que forman parte de nuestras costumbres más extendidas: trabajar como esclavos para ser libres o sacrificarse hasta el cansancio para después costearse unas vacaciones que ni siquiera se pueden disfrutar (…)».
Hoy, la Nada como muchas otras categorías filosóficas, es usada por la gente de manera espontánea sin que se comprenda su complejidad y sin que se conozca su historia.
Todas las versiones de cada uno de nosotros están en el entendimiento infinito de Dios.
«Leibnitz ahondó el problema e ideó la más espectacular de la soluciones, pues no solo era como se comunicaba mi alma con mi cuerpo, sino cómo se comunicaban todos los seres humanos con su respectivos cuerpos (…)».
Así, no tiene nada de extraordinario que podamos imaginar, pues de hecho, estamos imaginando siempre, es nuestro estado.
«(…) si ‘lo que es’ no es más que una idea, un sueño relativamente colectivo, ¿por qué no recombinar su elementos y pegar una mitad de mujer con un pez o a un caballo ponerle alas? La imaginación podría explicarse como la sospecha de que el mundo es un sueño».
«(…) para los seres humanos no hay propiamente sensaciones, primeros encuentros, sino experiencias verbalizadas, que los objetos del mundo se presentan siempre a nuestra experiencia con el añadido de una palabra y, por lo tanto, en el universo sintáctico».