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Óscar de la Borbolla

19/11/2018 - 12:00 am

Radiografía del problema II

Se cree que identificar un problema es ya ponerse en el camino de su solución. Sin embargo, es a lo sumo, una verdad a medias que a fuerza de repetirse ha terminado por convencernos:  hay problemas identificados desde la más remota antigüedad y no por ello se han resuelto. En concreto, estoy pensando en el problema de derrotar a la muerte que aparece, más que claro, en el fondo de la historia: en la leyenda de Gilgamesh.

Hoy Tal Vez El Ancestral Problema De La Muerte Es Posible Que Por Fin Se Encuentre En Una Buena Pista Foto Óscar De La Borbolla

Se cree que identificar un problema es ya ponerse en el camino de su solución. Sin embargo, es a lo sumo, una verdad a medias que a fuerza de repetirse ha terminado por convencernos:  hay problemas identificados desde la más remota antigüedad y no por ello se han resuelto. En concreto, estoy pensando en el problema de derrotar a la muerte que aparece, más que claro, en el fondo de la historia: en la leyenda de Gilgamesh.

En esta antiquísima leyenda Enkidu muere, y Gilgamesh, al comprender su propia mortalidad, busca una solución. Averigua que hay un hombre que si bien no posee el antídoto contra la muerte, sí sabe cómo es posible recuperar la juventud: Utnapishtim, se trata de un personaje mu parecido al Noé bíblico que aparece en los mitos babilonios donde por primera vez se habla del Diluvio Universal; la eterna juventud está en una extraña planta que Gilgamesh encuentra pero una serpiente la roba mientras él duerme y por ello las serpientes cambian de piel y el proyecto de Gilgamesh fracasa. Una segunda mención de la mortalidad aparece en el Génesis cuando Adán y Eva son expulsados del paraíso: Yahvé dice que es necesario desterrarlos para que "no vayan a comer del árbol de la vida y sean inmortales como nosotros" (Gen.3.22).

Con estas referencias lo que quiero es que se vea, sin lugar a dudas, que no basta con identificar un problema para estar en el camino correcto de solucionarlo: la muerte como problema ha estado presente en toda la historia; no olvidemos, tampoco, los varios siglos en los que, con otra pista, los alquimistas buscaban el elixir de la vida: tenían la creencia de que los metales maduraban como fetos en el vientre de la tierra y que el plomo era un metal prematuro con el que podían hacer un pacto: si el alquimista conseguía acelerar su maduración para volverlo oro, el metal agradecido le daría los años que le hubiera ahorrado: la idea era que con el plomo precipitado en oro alquímico se forjarían una copa para beber de ella 400 o 500 años que eran los que tardaría el plomo en volverse oro si se dejara seguir su propio ritmo.

Hoy, tal vez, el ancestral problema de la muerte es posible que por fin se encuentre en una buena pista: la ingeniería genética: en el desciframiento y manipulación del genoma humano.

Ha habido muchos problemas que cuando fueron identificados no se descubrió ninguna ruta para solucionarlos y aparecían como meros sueños; una extensa lista de ellos se encuentra en la utopía La nueva Atlántida de Francis Bacon. En esa obra, una comunidad de científicos reunidos en lo que se llama La Casa de Salomón muestra a los visitantes un arsenal de inventos que eran impensables en el siglo XVII, que sólo se enunciaban como deseos, como soluciones hipotéticas a problemas que de resolverse harían más cómoda nuestra estancia en el universo. Hoy, todos esos inventos no solo existen, sino que han sido mejorados y multiplicados.

Al parecer no basta con identificar el problema, definir el deseo, sino en perseverar por un camino u otro buscando neciamente su solución. La búsqueda y la perseverancia están fundadas en una fe que se originó en el Neolítico -como decía en el artículo pasado-, en la creencia invariable de que para todo lo que nos propongamos habrá solución y, por supuesto, en que esa solución se encuentra aquí, es decir, en este mundo que es uno.

 

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@oscardelaborbol

Óscar de la Borbolla
Escritor y filósofo, es originario de la Ciudad de México, aunque, como dijo el poeta Fargue: ha soñado tanto, ha soñado tanto que ya no es de aquí. Entre sus libros destacan: Las vocales malditas, Filosofía para inconformes, La libertad de ser distinto, El futuro no será de nadie, La rebeldía de pensar, Instrucciones para destruir la realidad, La vida de un muerto, Asalto al infierno, Nada es para tanto y Todo está permitido. Ha sido profesor de Ontología en la FES Acatlán por décadas y, eventualmente, se le puede ver en programas culturales de televisión en los que arma divertidas polémicas. Su frase emblemática es: "Los locos no somos lo morboso, solo somos lo no ortodoxo... Los locos somos otro cosmos."
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