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Óscar de la Borbolla

11/01/2016 - 12:00 am

Un minuto de sinceridad

Somos unos seres condenados a la desgracia no tanto por la conciencia o el pensamiento (como lo cree una larga tradición que va desde Salomón en el Eclesiastés hasta Ruben Darío), sino por la elección, pues, efectivamente, quien elige pierde y no hay manera de no hacerlo: aquel que elige mantenerse equidistante frente a las alternativas opta porque sean los demás o las cosas los que decidan por él. "Permanecer en tensión" ante las opciones fue por lo que apostó Kierkeggard y Regina Olsen terminó casándose con otro.

Esta Es La Maldición Del Ser Humano Ser Quien Eligió Ser Y No Todos Lo Que Quiso Ser Foto Óscar De La Borbolla
Esta Es La Maldición Del Ser Humano Ser Quien Eligió Ser Y No Todos Lo Que Quiso Ser Foto Óscar De La Borbolla

Durante un tiempo pensé que salvo mi vida, y otras pocas, las demás habían sido bien elegidos y se dirigían con paso constante a buen puerto. Pero conforme amplié mis contactos, los ejemplos se volvieron tantos y tan malos que hasta llegue a hacerme la impresión inversa: que yo era el único que no se había equivocado del todo. Hoy, la verdad y sin ánimos de ofender a nadie, creo que si existe algún factor común que nivele a los seres humanos es que todas las vidas son erróneas, que cuando no yerran por una razón, fallan por otra; que nadie está plenamente satisfecho con su vida, aunque sean poquísimos quienes se atrevan a confesarlo o a confesárselo a ellos mismos.

Esto no implica que no existan quienes se sienten satisfechos, qué digo satisfechos: redondos. Hay quienes ven sus vidas y las juzgan correctas, no importa de lo que se hayan privado para lograrlo. Y es precisamente en esta privación donde está la clave de lo fallido de todas las vidas. Pues siempre son el resultado de una cadena de elecciones y, como bien dijo Jean Paul Sartre: "quien elige pierde".

Somos unos seres condenados a la desgracia no tanto por la conciencia o el pensamiento (como lo cree una larga tradición que va desde Salomón en el Eclesiastés hasta Ruben Darío), sino por la elección, pues, efectivamente, quien elige pierde y no hay manera de no hacerlo: aquel que elige mantenerse equidistante frente a las alternativas opta porque sean los demás o las cosas los que decidan por él. "Permanecer en tensión" ante las opciones fue por lo que apostó Kierkeggard y Regina Olsen terminó casándose con otro.

Quien elige pierde, ya que no hay modo de estar y tener simultáneamente todo lo que en algún momento se nos presentó como disyuntiva, como esto o lo otro. Siempre esto o lo otro, por más que nos habría gustado que fuera esto y la otro. Decir que hemos elegido nuestra vida es equivalente a confesar que hemos renunciado a todas las otras vidas que truncamos, que se quedaron en el esbozo, en la posibilidad que se secó, en la promesa que no se llevó a cabo.

Cada uno de nosotros es un error, porque lleva sobre sí el cementerio de todos los otros que pudo ser; carga un panteón donde, desdibujados como espectros, desaparecen en el olvido esos que pudimos ser si nuestra elección hubiese sido otra. Esta es la maldición del ser humano: ser quien eligió ser y no todos lo que quiso ser. Así, en el mejor de los casos, nos consolamos pensando que elegimos lo mejor, que lo mejor es lo mejor; cuando, la verdad, si no hubiéramos tenido que elegir-perder habríamos preferido no lo mejor, sino lo mejor y su complemento, lo mejor y todo lo demás, lo mejor y lo otro. Somos unos seres mutilados que se resignan a su reducido estado convenciéndose de que perdieron bien pues eligieron lo mejor: que lo mejor es estar cojos, tuertos, mancos: deprivados de todas esas vidas que quedaron atrás y que deseábamos que fuesen nuestras: que esa plenitud fuese nuestra vida.

Pero como no nos está permitido no elegir, cómo no podemos la simultaneidad, lo que hacemos es escalonar nuestros deseos dándoles cauce en el orden del tiempo. Podemos primero ser poetas como Rimbaud y posteriormente ricos y traficantes, o banqueros acomodados dentro de la vida burguesa y después pintores salvajes como Gauguin. Pero nunca simultáneamente poeta y contrabandista; pintor y banquero.

Lo fallido de la vida humana es que queremos no sólo todo sino más y, sin embargo, tenemos que elegir lo mejor (y eso cuando contamos con la suerte de elegir). Lo mejor... Ni siquiera lo bueno, sino lo mejor, o sea, lo que comparativamente es menos malo.

Entiendo que habrá muchos que se contenten con lo que tienen, que se feliciten por haber renunciado a lo otro y se abracen con orgullo y satisfacción a lo que consiguieron. Yo mismo me consuelo diciendo: no soy dios. Pero, a veces, como hoy, la madurez, la ecuanimidad y todas las virtudes de este género me parecen una coartada para no ver y sentir mi vida en toda su ínfima realidad: soy esto, sí, elegí esto, sí. Pero quería todo y no fui capaz de lograr frente a las disyuntivas de mi vida una forma de realización incluyente.

Twitter: @oscardelaborbol

Óscar de la Borbolla
Escritor y filósofo, es originario de la Ciudad de México, aunque, como dijo el poeta Fargue: ha soñado tanto, ha soñado tanto que ya no es de aquí. Entre sus libros destacan: Las vocales malditas, Filosofía para inconformes, La libertad de ser distinto, El futuro no será de nadie, La rebeldía de pensar, Instrucciones para destruir la realidad, La vida de un muerto, Asalto al infierno, Nada es para tanto y Todo está permitido. Ha sido profesor de Ontología en la FES Acatlán por décadas y, eventualmente, se le puede ver en programas culturales de televisión en los que arma divertidas polémicas. Su frase emblemática es: "Los locos no somos lo morboso, solo somos lo no ortodoxo... Los locos somos otro cosmos."
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