La palabra es mi salvavidas, la manera de nombrar mis sentimientos: Rodolfo Naró
PorObed Rosas
27/03/2022 - 12:00 am
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El poeta Rodolfo Naró habló con SinEmbargo sobre su más reciente libro Elegir el fuego, el cual reúne 10 años de su obra, una serie de poemas que oscilan entre el erotismo y la ternura, al tiempo que sirven para reflexionar sobre la existencia misma.
Ciudad de México, 27 de marzo (SinEmbargo).– Rodolfo Naró recorre un espectro de emociones y sensaciones que se funden entre el erotismo y la ternura en Elegir el fuego (Planeta), un libro que recoge los poemas que fue escribiendo entre 2005 y 2015, en los cuales se palpan las carencias y padecimientos de este autor, como él mismo señaló.
“No todo lo que escribo está publicado ahí, hay algunas cosas que no valieron la pena y se quedaron fuera. Pero son poemas que fueron escribiéndose poco a poco, después los fui conjuntando y separando en apartados, poniéndolos según la temática de cada poema y más o menos en cierto orden cronológico. Cada apartado, que son seis, tiene poco menos de dos años”, comentó Naró en entrevista con SinEmbargo.
“Escribo sobre lo que padezco y de lo que carezco también”, agregó en la charla con motivo de esta publicación, en la cual lo mismo ahonda en la condición humana como en la esencia primigenia del ser.
Rodolfo Naró explicó cómo a lo largo de las tres décadas que ha afianzado su trabajo poético ha escrito sobre los mismos temas: «a veces sigo escribiendo el mismo poema, pero visto desde otra óptica, de otra manera quizás un poco más madura, pero con la misma frescura o inocencia del joven veinteañero”.
También compartió sobre su relación con la palabra, en la cual ha encontrado un salvavidas, una manera de nombrar el mundo, de ponerle voz y nombre a sus sentimientos y a lo que le hace falta y habló un poco de la manera en la que se ha adentrado en la narrativa, sin dejar de lado su vena poética.
“En la poesía se viaja hacia el interior y en la narrativa es un viaje hacia el exterior. Cuando quiero encontrarme conmigo mismo, escribo poesía y cuando quiero encontrarme con el otro, escribo narrativa. Esa evolución ha sido a mi favor en este libro en particular porque sigo explorándome, sigo reflejándome en ese espejo que es para mí la poesía”.
Naró expresó que si bien ha habido un repunte de jóvenes poetas y de editoriales que están editando poesía, las personas prefieren evadirse porque, indicó, “leer novelas es evadirnos y leer poesía es confrontarnos”.
“Aquel que no le teme a encontrarse consigo mismo –parafraseando un poco lo que digo en el último apartado de Elegir el fuego–, que lea poesía, quien no tema conocerse o entenderse a sí mismo, que busque libros de poesía, que busque poetas que le den respuestas, que trate de buscar respuestas en la poesía”.
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—En Elegir el fuego reúnes una obra de 10 años. ¿Cómo fue este trabajo de antologizar?
—Elegir el fuego es el tercer libro que, junto con los otros dos que se publicaron en Planeta, suman 30 años porque cada libro tiene 10 años de poesías. Son poemas que fui escribiendo entre 2005 y 2015. No todo lo que escribo está publicado ahí, hay algunas cosas que no valieron la pena y se quedaron fuera. Pero son poemas que fueron escribiéndose poco a poco, después los fui conjuntando y separando en apartados, poniéndolos según la temática de cada poema y más o menos en cierto orden cronológico. Cada apartado, que son seis, tiene poco menos de dos años.
—El uso que das a la palabra recorre un amplio espectro de emociones, ¿un punto de convergencia es la marca que ha dejado en ti tu propia condición humana?
—Sí, definitivamente. Escribo sobre lo que padezco y de lo que carezco también. Seguramente te refieres al Diccionario de Emociones que es la tercera parte de Elegir el fuego. Son palabras que para mí tienen un cierto significado, un significado distinto según mi experiencia de vida. Trato de darles este significado muy a mi estilo y muy a mi pesar, a veces también a palabras que me gustan, que fui recogiendo de libros, de periódicos, palabras que he ido escribiendo en mi libreta de notas que tenían algo que ver con mi propia vida y que después utilicé la prosa poética para desarrollarlas. Según las letras del Diccionario, vamos de la A a la Z y hay más de una palabra por letra.
—Por otra parte, es notable la fusión del erotismo y la ternura. Pero también uno ve una evolución a lo largo de tu trabajo. ¿Cómo fue esta ruta, la llamarías evolución?
—Es una evolución que también se puede seguir desde mi primer libro, Los días inútiles, que tiene poemas desde 1985. Podemos seguir una evolución en estos 30 años de mi escritura y cómo voy concibiendo de distintas maneras el amor, la muerte, dios, el desamor. Son temas que van variando el fondo, pero no la forma. Sigo amando y teniendo los mismos miedos, pero ahora de una manera distinta a un jovencito de 20 años respecto a cómo soy ahora, ya pegándole a los 55.
Sigo escribiendo sobre los mismos temas y a veces sigo escribiendo el mismo poema, pero visto desde otra óptica, de otra manera quizás un poco más madura, pero con la misma frescura o inocencia del joven veinteañero; el amor me sigue sorprendiendo. Trato de encontrarle nuevas facetas a mis frustraciones, a mis miedos, a mis desamores. Trato de vivirlos de una manera distinta, aunque a veces caigo en los mismos errores o, como dice la canción, sigo tropezando con la misma piedra.
30 años de evolución, desde que tenía 18 años de edad, aunque siga escribiendo los mismos versos ya gastados, poemas que sólo se renuevan con la mirada impasible de nuevos lectores y con el pálpito furioso de lectoras que, así como yo, decidieron elegir el fuego como destino… pic.twitter.com/prZYZbD094
— Rodolfo Naró (@RNaro) February 20, 2022
—Además, identifico una armonía entre tu sentir y el mundo natural, elementos que de a poco a poco realzan los versos, sobre todo en la parte de Vértebras. ¿Esto es una muestra de la esencia primigenia del hombre?
—El poeta tiene que ir al origen de todo. Decía Eliseo Diego que el poeta debe ver en las botas no el camino que andaron, sino la vaca que fueron. Tienes que ver el origen de las cosas, irte casi casi hasta el Big Bang para poder escribir. Un poco de esto también lo leemos en Árbol de sangre, donde me remonto al mito de Adán y Eva sobre el origen cristiano de la humanidad. Hablo de este otro elemento que es el árbol. Siempre hablamos de Adán, Eva y la serpiente, pero nos olvidamos un poco del árbol, que es un tercer o cuarto elemento que exploro en este poema y en el que continuó el diálogo de Árbol de la Vida que comencé en el año 1999-2000, y que está en mi libro Lo que dejó tu adiós.
Los poetas escribimos un poema de largo aliento en todo el libro, los mismos temas, el mismo verso estirado como una liga, alargado, a través de las doscientas páginas que tiene el libro. Tú lo viste en el apartado de Vértebras y yo lo vi en el apartado de Árbol de sangre, pero es más o menos lo mismo.
—¿Cuál es tu relación con la palabra y cómo ha cambiado a partir de que te has centrado en la narrativa?
—La palabra para mí es un salvavidas, una manera de nombrar mi mundo, lo que siento, de ponerle voz y nombre a mis sentimientos y a lo que no tengo, a lo que me hace falta. Sigo escribiendo poesía aún en la novela. Mis novelas tienen mucho recurso poético y siento que aún sigo haciendo prosa poética dentro de las novelas. La esencia mía de poeta no la he perdido ni siquiera en la narrativa y lo podemos constatar sobre todo en novelas como Cállate niña o Un corazón para Eva.
—¿Cuál crees que es el uso de las figuras poéticas que le ha dado un distintivo a tu obra?
—La metáfora es la madre de la poesía y el hipérbaton es el padre. Son las dos figuras retóricas que más manejo. Incluso hay un poema que se llama Hipérbaton en el Diccionario de Emociones y son las dos herramientas que debe de tener todo poeta o todo aquel que se diga poeta tiene que tenerlas. Si no utilizamos la metáfora o el hipérbaton, no es poesía, es un pensamiento de amor, una carta amorosa o algo así. Esas son las dos herramientas que más utilizo en mi escritura.
—Al traspasarlo a lo narrativo, de qué manera te sirven para mantener el discurso siempre a flote.
—Con las imágenes poéticas. Hay quienes me dicen ‘es que estoy leyendo tal capítulo y estoy viendo la escena, al personaje’. Creo que esa manera de escribir en la narrativa me lo ha dado la poesía. El poeta tiene que escribir con imágenes y al decir ‘hiedra sobre labios’ vemos una cara cubierta por una hiedra. Eso es una metáfora. Tenemos que estirar la metáfora de tal forma que se convierta en una imagen capturada en un verso de siete u ocho palabras para que inmediatamente el lector la vea. Ese ejercicio de escribir en imágenes lo he trasladado también a mi narrativa.
—¿Con Elegir el fuego has mirado en retrospectiva tu trabajo? ¿Cómo ha sido este encuentro?
—Sigo creyendo en el amor, en el prójimo y esta evolución ha sido más interior. En la poesía se viaja hacia el interior y en la narrativa es un viaje hacia el exterior. Cuando quiero encontrarme conmigo mismo, escribo poesía y cuando quiero encontrarme con el otro, escribo narrativa. Esa evolución ha sido a mi favor en este libro en particular porque sigo explorándome, sigo reflejándome en ese espejo que es para mí la poesía.
—Haces la distinción entre poesía y narrativa, ¿por qué crees que se consuma más la narrativa que la poesía?
—Últimamente la poesía ha tenido como un quinto aire, no sé en qué piso vamos. Ha habido un repunte de jóvenes poetas y de editoriales que están editando poesía. Pero nosotros nos evadimos. Leer novelas es evadirnos y leer poesía es confrontarnos. Aquel que no le teme a encontrarse consigo mismo –parafraseando un poco lo que digo en el último apartado de Elegir el fuego–, que lea poesía, quien no tema conocerse o entenderse a sí mismo, que busque libros de poesía, que busque poetas que le den respuestas, que trate de buscar respuestas en la poesía. Aunque a veces no las encontramos, pero ese ejercicio de seguir buscando las respuestas nos hará entender otras cosas o tener nuevas dudas. Es un ejercicio que tendríamos que hacer.
Obed Rosas
Es licenciado en Comunicación y Periodismo por la FES Aragón de la UNAM. Estudió, además, Lengua y Literatura Hispánicas en la Facultad de Filosofía y Letras.
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