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El historiador mexicano de origen francés, Jean Meyer, habló con SinEmbargo sobre su más reciente trabajo: la primera biografía en español de Louis Riel, defensor de los derechos de los mestizos y de los indios, padre de la provincia de Manitoba y héroe nacional de Canadá.

Ciudad de México, 13 de marzo (SinEmbargo).– Louis Riel es un ejemplo de que la historia también debe revisarse y de que nada está escrito en piedra, coincide el historiador mexicano de origen francés, Jean Meyer, al hablar sobre su más reciente trabajo sobre el defensor de los derechos de los mestizos y de los indios de Canadá: El profeta del Nuevo Mundo (Taurus).

En la biografía que elaboró Jean Meyer —un trabajo que por diversas circunstancias se extendió a lo largo de 50 años— da cuenta de cómo el padre de la provincia de Manitoba pasó de ser tachado de traidor, asesino, hereje y loco, al pedir el respeto a los mestizos e indios del territorio canadiense, quienes ahora son considerados pueblos originarios de esta nación, a ser un héroe nacional, un héroe actual cuyas resistencia lo llevó a morir en la horca en 1885.

“El villano de ayer era el héroe de ayer, era el héroe de la resistencia de la nación mestiza, de las naciones indias, de los pueblos originarios, los pueblos primeros, como los llaman en Canadá”, comentó el doctor Jean Meyer en entrevista con SinEmbargo. “Es un héroe nacional, héroe de las minorías étnicas, pero también héroe de la resistencia pacífica, de un movimiento popular que pide la legalidad, nada menos y nada más que la legalidad y le contestan con balazos, y le contestan con el mecate de la horca”.

Louis Riel fue el líder del pueblo métis —una etnia mestiza, de ascendencia indígena y europea— que encabezó dos movimientos de resistencia contra el Gobierno canadiense: el primero, refiere la reseña sobre el libro, se desarrolló entre 1869 y 1870 y dio como resultado la creación de la provincia de Manitoba, y el segundo, en 1885, derivó en una guerra —la única que ha tenido lugar en el territorio de esta nación— alentada por el entonces Primer Ministro John Macdonald, y que le valió ser condenado a la horca a Louis Riel y a los indios a ser encerrados en reservas por más de 70 años, señala el texto.

El doctor Jean Meyer compartió que conoció la historia de Riel cuando tenía 22 años y estudiaba historia en Francia. En ese entonces, compartió, encontró al personaje en unos tomos de la Cambridge History y quedó fascinado:

“Cuando vi la evocación de la última batalla, guerra perdida de 300 combatientes, que ni tenían armas modernas, que al final tenían que arrancarse botones metálicos de la ropa como cartuchos frente a un ejército de 8 mil soldados que usaban cañones y ametralladoras, las primeras ametralladoras de la historia. Y entonces, esos 300 combatientes donde el más viejo, Moïse Ouellette, tiene 91 años, y el más chico tiene 14 años, y están a lado unos de otros; mestizos e indios, y los mestizos su canto de guerra, el himno famoso de bois brûlé, porque así los apodaban, leña quemada, por morenos. El canto de los ​​bois brûlé y a lado está el tambor de guerra de los indios y los cantos de muerte de los indios que saben que van a morir. Cuando yo leí eso a los 22 años se me enchinó el cuerpo. Y nunca olvidé a Louis Riel”.

Las vueltas de la vida, recordó, lo llevaron a México en 1965 a estudiar la Cristiada. No obstante, cuatro años después sería obligado a dejar el país luego de que se aplicará el Artículo 33 al escribir un artículo sobre el movimiento estudiantil en América Latina, y tocar el tema de la matanza de Tlatelolco. “Y ahí cometí un pecado muy grave; dije: no se sabe quién es el responsable, pero mandaron al Ejército, corrió la sangre, entonces el Estado tiene que asumir la responsabilidad”.

De vuelta a Francia presentó un proyecto sobre Louis Riel, aunque en 1973 “se abrió una rendija” y pudo retornar a México, lo cual llevó a pausar de nuevo su trabajo sobre el político canadiense.

“Y finalmente, otra vuelta de la vida, un hijo nuestro, el director de cine, Matías Meyer, el autor de Los últimos cristeros, el autor de Yo, el autor de Amores modernos, casado con una canadiense de Quebec, después de vivir juntos 10 años en México, pues ella dice, ‘ahora me toca, vamos a vivir a Canadá’. ‘Papá, si mi tierra es México, qué puedo hacer como cineasta en Canadá’. Pues mira, tienes a este hombre, Louis Riel. Y entonces nos metimos a trabajar, él a escribir un guion y yo a terminar la investigación. Fuimos a hacer locaciones a Saskatchewan, en el lejano oeste de Canadá, donde se dieron las últimas batallas, y donde colgaron a Louis Riel”, comentó.

Y agregó: “Por eso tardó 50 años, sin desaparecer nunca, digamos, de mi visión, ese personaje. Y yo creo que eso está bien porque eso le da sentido a la vida de uno”.

Para Jean Meyer, la vida de Louis Riel es un ejemplo de resiliencia y fortaleza que le permitió al héroe nacional de Canadá resistir a todas las pruebas: “En su caso el acoso, intento de secuestro, intentos de asesinatos, dos años de encierro en un manicomio, la miseria, la vida errante sin desistir nunca”.

Recordó que al final de su vida, cuando ya tenía una vida tranquila, una esposa, dos pequeños niños, vienen a buscarlo desde lejos en su refugio en Montana, en Estados Unidos, cuando ya era ciudadano americano, y le piden su ayuda los indios y mestizos, ya que estaban otra vez en problemas con las compañías deslindadoras, con el ferrocarril, con la expropiación, con el Estado “y Louis Riel acepta y paga con la vida”.

“Yo no estoy seguro a pagar la vida, pero sí la gran lección es que hay que resistir, la resistencia, no hay que entregarse”, puntualizó.

Jean Meyer ha escrito la primera biografía en español de Louis Riel. Foto: Grupo Random House.

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—¿Por qué existen maneras tan diversas para referirse a él: desde loco y traidor hasta héroe y defensor de los mestizos e indios? ¿Cuál es el verdadero Louis Riel?

—El tiempo pasa y por lo mismo las sociedades cambian, y los mismos anglófonos de Canadá que en 1885 pedían a gritos la horca para Louis Riel son los que hoy en día han levantado estatuas para Louis Riel y han hecho de él un héroe nacional. Y es que la sociedad canadiense ha cambiado muchísimo y se revalúa a los personajes.

Eso nos pasa en todas las historias nacionales. Hidalgo fue un tiempo condenado a muerte por rebelde y asesino y ahora es un héroe nacional. Emiliano Zapata hoy en día, Pancho Villa también, son héroes nacionales, tienen sus nombres en letras de oro en el Congreso. Cuando yo llegué a México en 1965 pues todavía hubo casi una batalla campal en el Congreso porque muchos diputados consideraban a Pancho Villa un bandido.

Entonces es eso, pasa el tiempo y el villano de ayer se vuelve el héroe de hoy. Ahora, como historiador comprometido yo les digo que el villano de ayer era el héroe de ayer, era el héroe de la resistencia de la nación mestiza, de las naciones indias, de los pueblos originarios, los pueblos primeros, como los llaman en Canadá. Hace poco, hace unos años apenas, ya en el siglo XXI se registró a la pequeña nación mestiza, bueno ya no tan pequeña, hoy en día hay como millón y medio, dos millones de descendientes de mestizos, se la contabilizó entre las naciones primeras, es decir los que llegaron antes que la gran migración del siglo XIX de todos los países de Europa.

—Es decir, doctor, ¿la vida de Louis Riel es un ejemplo de que la historia también debe revisarse y de que nada está escrito en piedra?

—Totalmente. Y de repente se escribe en piedra en forma de monumentos. En la provincia de Manitoba, en la capital Winnipeg, que era el lugar donde nació Louis Riel, en aquel entonces no se llamaba Winnipeg, se llamaba la Rivière-Rouge, en francés porque eran francófonos, Red River para los ingleses, el Río Rojo, y el pueblo se llamaba San Bonifacio. Pues hoy, en frente del Parlamento está la estatua de Louis Riel, y cada tercer lunes de febrero es oficialmente el día de Louis Riel.

Es un héroe nacional, héroe de las minorías étnicas, pero también héroe de la resistencia pacífica, de un movimiento popular que pide la legalidad, nada menos y nada más que la legalidad y le contestan con balazos, y le contestan con el mecate de la horca.

—¿Cómo fue que se encontró por primera vez con la historia de este personaje y qué lo llevó a trabajar en su biografía a lo largo de 50 años?

—Es la mejor prueba de que los estudios sirven de algo, que la escuela es indispensable, que tenemos que ofrecer a nuestros hijos y nietos una buena educación. En mi último año de estudios en la universidad, una de las materias que había que estudiar, estudiante de historia, era la historia del Imperio Británico antes de la Primera Guerra Mundial, y en unos tomos de la Cambridge History me encontré con el personaje de Louis Riel.

Yo tenía 22 años cuando me encontré con ese personaje, cuando vi la evocación de la última batalla, guerra perdida de 300 combatientes, que ni tenían armas modernas, que al final tenían que arrancarse botones metálicos de la ropa como cartuchos frente a un ejército de 8 mil soldados que usaban cañones y ametralladoras, las primeras ametralladoras de la historia. Y entonces, esos 300 combatientes donde el más viejo, Moïse Ouellette, tiene 91 años, y el más chico tiene 14 años, y están a lado unos de otros; mestizos e indios, y los mestizos su canto de guerra, el himno famoso de bois brûlé, porque así los apodaban, leña quemada, por morenos. El canto de los ​​bois brûlé y a lado está el tambor de guerra de los indios y los cantos de muerte de los indios que saben que van a morir.

Cuando yo leí eso a los 22 años se me enchinó el cuerpo. Y nunca olvidé a Louis Riel. Lo dejé porque al siguiente me vine a México para estudiar la Cristiada y luego está el impacto de la política en la vida personal de uno. En 1969 yo tenía cuatro años aquí y me aplicaron el Artículo 33. ¿Por qué? Porque escribí un artículo que me pidieron sobre el movimiento estudiantil en América Latina y no podía callar el movimiento mexicano. Hablé de los brasileños, los chilenos, de los colombianos, pero también de México. Y quien dice de México en el 68 pues es el 2 de octubre. Y ahí cometí un pecado muy grave; dije: no se sabe quién es el responsable, pero mandaron al Ejército, corrió la sangre, entonces el Estado tiene que asumir la responsabilidad. Me aplicaron el 33 y cuando llego a París como refugiado político, prácticamente, el Conacyt de Francia que se llama CNRS me dio una beca de tres años, pero tenía que presentar un nuevo proyecto de investigación, porque el proyecto Cristiada terminaba, me sentaba a redactar, pero ya no podía investigar, no estaba en México.

Y entonces me acordé de Louis Riel y presenté el proyecto y fui a Canadá durante mi exilio parisino a trabajar en los archivos por primera vez, en serio, sobre Louis Riel. Luego, en 1973, el Presidente (Luis) Echeverría como Presidente abre una rendija: manda a Carlos Fuentes de Embajador en París y me avisan que puedo regresar. Luis Echeverría era el Secretario de Gobernación que me aplicó el 33, pero está bien. Entonces regreso a México, ya vuelvo y me hago mexicano, me meto a fondo en esto y dejo a Louis Riel, sin olvidarlo nunca, porque encontré, no un parecido, pero sí un paralelismo con Manuel Lozada, el líder mestizo agrarista de Nayarit, fundador del estado de Nayarit, y Louis Riel, líder mestizo agrarista, que defiende las tierras de la nación mestiza y de los indios, y fundador de la provincia de Manitoba. Y a 10 años de distancia en México fusilan, sin juicio, a Manuel Lozada, y en Canadá ahorcan, después de un juicio totalmente cochino, a Louis Riel.

Entonces, nunca se me olvidó. En una FIL de Quebec estaba invitado, presenté una ponencia un poco surrealista, digamos, muy científica de comparación entre Manuel Lozada y Louis Riel. Y finalmente, otra vuelta de la vida, un hijo nuestro, el director de cine, Matías Meyer, el autor de Los últimos cristeros, el autor de Yo, el autor de Amores modernos, casado con una canadiense de Quebec, después de vivir juntos 10 años en México, pues ella dice, ‘ahora me toca, vamos a vivir a Canadá’. ‘Papá, si mi tierra es México, qué puedo hacer como cineasta en Canadá’. Pues mira, tienes a este hombre, Louis Riel. Y entonces nos metimos a trabajar, él a escribir un guion y yo a terminar la investigación. Fuimos a hacer locaciones a Saskatchewan, en el lejano oeste de Canadá, donde se dieron las últimas batallas, y donde colgaron a Louis Riel.

Por eso tardó 50 años, sin desaparecer nunca, digamos, de mi visión, ese personaje. Y yo creo que eso está bien porque eso le da sentido a la vida de uno. De repente al final de mi vida me doy cuenta que mi tema, desde el primer día, desde el primer de los cristeros hasta Louis Riel es la resistencia popular.

El historiador Jean Meyer habló con SinEmbargo sobre su libro El profeta del Nuevo Mundo. Foto: Luis Antonio Rojas, cortesía.

—Precisamente se trata de una historia de resistencia, la resistencia indígena y mestiza. ¿Pero, cuál es el legado de Louis Riel a esta causa que sin duda se vivió de distintas maneras a lo largo del Continente?

—Totalmente. En la misma época en Brasil se da ese episodio que inspiró una novela, La guerra del fin del mundo (de Mario Vargas Llosa), que es también un caso de resistencia popular en Brasil, de lo que se llama el movimiento de Canudos, que tiene igual que el movimiento de Louis Riel una dimensión religiosa, donde hay una fuerte convicción religiosa de la justicia, de la causa, que inspira a la gente y es la época también de las guerras en Argentina, contra los indios bravos del sur, en Chile contra los mapuches y en México son los años de la guerra no solamente contra los apaches, que sí eran digamos la pesadilla de nuestros compatriotas del norte… es la época de Geronimo (líder de los apaches), exactamente esos años y las guerras yaquis, y la guerra de castas en Yucatán. Y no hablo de lo que pasa en Asia y en África, en la época de las grandes conquistas coloniales, de resistencia de los pueblos “colonizados”. Es un capítulo de nuestra historia mundial, es un capítulo de nuestra historia también.

—Un poco en el sentido de la pregunta anterior, ¿por qué conocemos tan poco acá en México sobre un personaje clave en la lucha de los derechos de indígenas y mestizos?

—Es normal. Si usted busca en las editoriales mexicanas algún libro de historia de Canadá, no estoy seguro que lo encuentre. Entonces, menos de un personaje que es un capítulo de la historia de Canadá, no es la historia de Canadá, la representa simbólicamente muy bien porque Louis Riel en un texto hermosísimo que escribió una semana antes de morir define al mestizo y dice, bueno viene del latín mixticius, claro, dice, es el futuro de la humanidad.

Está soñando con una sociedad reconciliada, donde Abel no es víctima de su hermano Caín sino que somos todos hermanos y sueña con un Canadá multiétnico, multireligioso, multilingüístico, pacífico, que de cierta manera es el Canadá de hoy.

Cuando fuimos a la locaciones esas cachewas nos quedamos asombrados de la cantidad de ucranianos, descendientes de refugiados ucranianos, ahora que hay otra vez una huída de dos millones de refugiados. Por los cuatro vientos a lo lejos usted ve campanarios, una cúpula dorada en forma de cebolla redonda, de las iglesias ortodoxas, y de repente puede comer borsch, esa sopa de col o salchicha ucraniana.

Louis Riel se bautizó a sí mismo el profeta del Nuevo Mundo, pero retomé el título porque profetizó bien. Estados Unidos también es una mezcla, pero Estados Unidos no es ningún paraíso. Si usted compara, Canadá es el país que tiene la tasa de violencia mínima. En Canadá la gente no está armada, usted cruza la frontera y entra el infierno. Yo creo que no hay americano que no esté armado, y los hay armados con misiles y con bazuca, pero Canadá es esto, Canadá tiene representantes del mundo entero. Una colonia palestina, una colonia china, una colonia coreana, todas las naciones de Europa. Y ahora los haitianos, los haitianos que no pueden quedarse ahí están en Canadá. En Montreal casi todas las enfermeras, casi todos los choferes de taxi son de Haití.

Entonces, los sueños de Louis Riel, la profecía de Louis Riel pues se ha realizado. Por eso yo creo que es tan representativo Louis Riel.

—¿Cómo historiador qué fue lo más complicado con lo que tuvo que lidiar en esta larga investigación?

—Lo más complicado fue al final porque en mi entusiasmo redacté 950 cuartillas y tuvimos que dejar la mitad fuera. Ese trabajo de cirugía de cortar y coser, de tijera y engrudo yo no hubiera podido hacerlo sin la ayuda de un escritor que se llama Juan Manuel Villalobos. Yo cortaba o le proponía los recortes y él me decía: ‘ah, entonces qué se pierde, usted menciona un personaje, pero ya lo hemos eliminado, entonces lánzame un puente para conectar esto’. Hay capítulos enteros sobre las naciones indias que prácticamente desaparecieron o se redujeron a algunas páginas; un capítulo del medio ambiente, de la historia del bisonte: cuando nace Louis Riel en 1845 había decenas de millones de bisontes, cuando muere Louis Riel quedan unos miles de bisontes sobrevivientes en unos parques nacionales. En medio pasó el ferrocarril, pasó la industria, pasó la nueva industria química que permitió tratar las pieles de los bisontes, la osamenta de los bisontes sirvió para fertilizar la tierra, pero el bisonte desapareció y los indios encerrados en reservas, y los mestizos como pordioseros despojados de sus tierras, los niños encerrados en institutos indigenistas que hoy en día se descubre con asombro que fueron bastante infernales, con una mortalidad altísima. Hoy en día los arqueólogos documentan con el descubrimiento de centenares de tumbas anónimas cerca de lo fueron esos institutos indigenistas que duraron hasta 1960-1970.

—¿Hay algún elemento en la vida de Louis Riel que podría servirnos en la actualidad para retomarlo y hacerlo propio?

—Lo que los psicólogos llaman resiliencia, esa fortaleza que permite resistir a todas las pruebas. En su caso el acoso, intento de secuestro, intentos de asesinatos, dos años de encierro en un manicomio, la miseria, la vida errante sin desistir nunca.

Al final de su vida, cuando ya tenía una vida tranquila, una esposa encantadora, dos pequeños niños, vienen a buscarlo desde lejos, desde mil 500 kilómetros, lo vienen a buscar desde Saskatchewan, en su refugio en Montana, en Estados Unidos, ya era ciudadano americano, y le piden su ayuda, están otra vez en problemas con las compañías deslindadoras, con el ferrocarril, con la expropiación, con el Estado y Louis Riel acepta y paga con la vida. Yo no estoy seguro a pagar la vida, pero sí la gran lección es que hay que resistir, la resistencia, no hay que entregarse.

Obed Rosas

Es licenciado en Comunicación y Periodismo por la FES Aragón de la UNAM. Estudió, además, Lengua y Literatura Hispánicas en la Facultad de Filosofía y Letras.

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