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El escritor español Juan del Val habla con SinEmbargo sobre su más reciente novela, un texto con abundantes historias que se cuentan alrededor de una urbanización de lujo de Madrid, detrás de la cual se esconden los temores a la vida.

Ciudad de México, 14 de octubre (SinEmbargo).– Delparaíso es una urbanización de lujo localizada en Madrid, España, en la cual se ofrece una seguridad durante las 24 horas, los siete días de la semana. Un mundo al que, por lo mismo, sólo pueden acceder pocos, unos cuantos que alimentan un prestigio que se erige en torno a las apariencias, las cuales sirven, además, para esconder los temores más humanos.

Pero también Delparaíso (Planeta) es el nombre de la novela del escritor Juan del Val, un texto con abundantes historias que se cuentan alrededor de este conjunto habitacional, relatos que plantean una variedad de situaciones, y de personajes que esconden en su interior “una parte de la vida”.

“Me apetecía contar una novela que tuviera que ver con las apariencias, con esa cosa de disfrutar cuando los demás te ven que te va muy bien, independientemente de como te vaya realmente y sobre eso hay una novela sobre la que he construido una trama para contar a los personajes, en los que hay un suicidio, en los que hay un asesinato, en los que hay un robo y en los que hay muchas vidas de diferentes personas, tanto de las personas que están dentro de la organización como de los que están fuera”, contó Del Val en entrevista con SinEmbargo.

El autor comentó además que dentro de Delparaíso hay una sociedad encumbrada a la que la mayoría no tiene acceso, una minoría que vive confiada por la sensación de seguridad que ofrece el complejo. No obstante, esta percepción contrasta con las inseguridades mentales e interiores de sus habitantes.

“Me parecen muy importantes las inseguridades, por dentro es un lugar tan seguro, pero todo lo que le pasa a cada uno de los personajes es pura inseguridad, están todo el rato llenos de miedo en esa especie de cárcel de oro donde nadie puede pasar”, expresó Juan del Val.

Uno de los elementos que asoman en el mosaico de personajes es la sencillez en la que Juan del Val retrata la cotidianidad con la cual bien puede identificarse cualquiera al tiempo que deslumbra por lo incómoda que puede resultar para quien la atestigua.

Delparaíso (Planeta)

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—¿Qué es Delparaíso, en el sentido literal como en el metafórico?

—Delparaíso es una urbanización de casas de lujo que está situada en una urbanización de Madrid, pero que es perfectamente reconocible en cualquier capital del mundo, en donde existen estos lugares en los que todo, todo, todo, se base y se construye en torno a la seguridad, la seguridad para que no entren los malos. A partir de ahí se estructuran las casas y en cierto modo la vida de las personas. A partir de esa idea a mí me apetecía contar una novela que tuviera que ver con las apariencias, con esa cosa de disfrutar cuando los demás te ven que te va muy bien, independientemente de como te vaya realmente y sobre eso hay una novela sobre la que he construido una trama para contar a los personajes, en los que hay un suicidio, en los que hay un asesinato, en los que hay un robo y en los que hay muchas vidas de diferentes personas, tanto de las personas que están dentro de la organización como de los que están fuera.

En algún momento se ha podido pensar que esta es una novela de ricos, pero no es exactamente así. Están todas las clases sociales y en ese sentido, sí creo que es una novela bastante universal, tanto del sentimiento de cada uno de los personajes, como de cada una de las clases sociales que habitan en la novela.

—Es absorbente la manera en cómo retratas la cotidianidad en Delparaíso, una sensación que te lleva a preguntar qué tipo de relato tienes en frente. ¿Cuál es tu objetivo?, ¿hacer una crítica del mundo idílico que los acaudalados se esfuerzan en mostrar o simplemente eso, mostrar lo que hay detrás de esta cotidianidad?

—Yo creo que en el fondo de cualquier escritor, la pretensión, y esto es verdad que es un poco pretencioso, es contar la vida, la vida que es esa cosa que pasa detrás de lo que vemos. Sí que me apetecía hacer un relato situado en un lugar, que es Delparaíso, esta urbanización de lujo que es un sitio aspiracional, donde la gente que está afuera quiere entrar y es verdaderamente abrir las puertas, o mirar por una mirilla, y ver lo que realmente sucede, tanto dentro de esas casas, tan inaccesibles a priori, como dentro de las personas que las habitan, y dentro de este universo, ahí se va desarrollando la novela. Lo que quería contar, fundamentalmente, eran personajes. Yo me considero un autor de personajes y en cada uno de ellos está una parte de la vida. 

—En Delparaíso el lector queda atrapado junto con los personajes de tu novela. Me parece que pones el acento en eso, en cómo las sensaciones no conocen de clases. ¿Cuál es el hilo que conduce y que correlaciona a tus personajes?

—Es una novela que tiene un poco de claustrofóbica, incluso es verdad que dentro de esa urbanización de lujo parece que los que están dentro pueden salir y no pueden, y los que están fuera quieren entrar y tampoco pueden. Esto es un poco como algo que sucede en la novela. Y luego, el punto de reunión de todos, para mí, es la propia urbanización, todo mundo tiene relación con la urbanización. En sí mismo Delparaíso como urbanización de casas de lujo es un personaje más, es quizá el protagonista, donde claro ahí están tanto los que viven ahí dentro como los guardias de seguridad que custodian está urbanización, están las chicas de la limpieza, están los obreros que hacen las reformas de las casas. 

Yo creo que punto de unión de todos es Delparaíso, eso digo como escenario, ya luego, a partir de ahí el punto de unión de todos, son esas cosas que todos tenemos, los de dentro y los de afuera, que al final y eso es lo que quiero contar en la novela, en cuanto a lo esencial tampoco somos tan distintos porque todos tenemos los mismos miedos, todos tenemos las mismas inseguridades y todos, en cierto modo, sentimos cosas muy similares. Los que están dentro, los que están fuera, los que les va mejor, los que les va peor.

—Lo que plasmas en algún momento se vuelve una crítica a la sociedad moderna y a este tipo de relaciones. ¿Lo ves así?

—Yo en lo general soy una persona —y por lo tanto un autor— que no tengo demasiada vocación de juzgar, y no tengo demasiada vocación de crítica, sí tengo la vocación de demostrar las cosas como yo creo que son y, a partir de ahí, el lector ya se ocupará de juzgar, de pensar, quién tiene un comportamiento mejor, de acuerdo con su moralidad o no. A mí los personajes, salvo uno en concreto, no me parecen nunca ni malos ni buenos. Sí que hay —evidentemente— una crítica social, esto es cierto, pero es un poco una crítica a cuándo tú estructuras la vida en torno a la seguridad  y luego está —y ahí sí soy un poco crítico— el tema de las apariencias, las apariencias en la sociedad actual se da mucho, cuando a través de las redes sociales, de Instagram, donde la gente por encima de que le esté pasando bien, lo importante es que parezca que se la pasa bien, lo importante no es ser feliz sino que parezca o que el vecino vea que eres feliz, y en ese sentido sí quería hablar de esto en Delparaíso y creo que la novela está todo el rato latiendo esa sensación cuando para muchos personajes lo importante es cómo los vean por encima de lo que en realidad les pase y lo que sientan. En ese sentido, sí hay una crítica a la sociedad que tenemos ahora, pero respecto a los personajes yo prefiero no juzgarlos.

—Hay una frase destacada en el primer tramo de la novela: “la vida normal no es como las películas que la gente quiere ver”. ¿A partir de esta idea, consideras que lo que se construye ahí es falso ideal de lo que debe representar la vida en sociedad?

—La sociedad que aparece en Delparaíso no es exactamente la sociedad a la que la mayoría tiene acceso, lo que sí que es cierto, es que las relaciones humanas y lo que nos pasa por dentro sí que es muy similar, y esto sí que es algo que me apetece contar. A mí también me parecen muy importantes las inseguridades, por dentro es un lugar tan seguro, pero todo lo que le pasa a cada uno de los personajes es pura inseguridad, están todo el rato llenos de miedo en esa especie de cárcel de oro donde nadie puede pasar.

—Precisamente el encierro al que acceden a vivir tus personajes parte de la idea de la seguridad. Una seguridad física a la que cada uno de ellos aspira. Sin embargo, parece que el principal riesgo al que están expuestos es al de sus demonios internos. ¿Crees que ellos representan su mayor peligro?

—Todos representamos nuestro principal peligro. Hay una cosa que es imposible que es huir de uno mismo y al final los personajes que están ahí dentro pues… de qué te puede librar una cámara de seguridad, una verja o un guardia de seguridad, pues de que entre un ladrón, pero esto es un peligro en realidad muy mínimo, al final de todo lo que te pasa dentro de ti no te libra una cámara de seguridad, de tus miedos de verdad, de lo que tú puedes llegar hacer sufrir a otros o a ti mismo, de eso no te libra nunca un guardia de seguridad. Hay una especie de falsa sensación de seguridad en esas verjas, en esas cámaras y en esos guardias. 

—Incluso en los personajes se desliza esta idea de que el dinero lo puede comprar

—A mí tampoco me gusta manejar tópicos en cuanto a que los ricos son los malos, los pobres son los buenos. Yo no creo mucho, he conocido ricos que son grandes personas y pobres que son malvados y al revés, no es exactamente a lo que yo quiero jugar. Ahora, desde luego la idea de que alguien porque tenga dinero pueda pensar que ante la felicidad se compra en absoluto; yo además hago una cosa muy perversa —porque los autores podemos ser perversos y podemos manipular lo que queramos— que el personaje de Mijah que al inicio es el que peor lo tiene a priori, ahí me concedo ese lujo, de regalarle una vida bastante más satisfactoria. Efectivamente yo creo que el dinero no compra las cosas, por su puesto que no compra la esencia de la felicidad y demás, pero también es cierto que tener dinero —objetivamente— es mejor que no tenerlo.

—Por último, Juan. Parte de tu relato relato lleva a replantearte las dinámicas que hemos adoptado en la actualidad. La de triunfar pese a todo y a costo de cualquiera. ¿Delparaíso es la ejemplificación del vacío sobre el cual nos hemos colocado con esta idea aspiracionista?

—Sí, es un poco la misma idea que flota en Delparaíso, esa apariencia; es decir, tú puedes construir tu vida con base a unos objetivos: el tener más dinero, el tener la casa más grande, el tener un trabajo mejor remunerado, el tener un negocio boyante, pero esto finalmente no te lleva a ningún lugar si no cuidas o sino fortaleces otros aspectos de tu vida o de tu interior, es evidente que en los personajes, y se ve en muchos de ellos, que el no haber crecido por dentro, no sólo la cuenta corriente, acaban teniendo vidas muy poco envidiables. 

Yo creo que hay construirse un poco desde dentro y ya luego cuanto más se tenga mejor, pero si empezamos al revés y si solo queremos la casa más grande, es muy posible que no nos vaya demasiado bien.

Obed Rosas

Es licenciado en Comunicación y Periodismo por la FES Aragón de la UNAM. Estudió, además, Lengua y Literatura Hispánicas en la Facultad de Filosofía y Letras.

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