El periodista salvadoreño Óscar Martínez habla con SinEmbargo con motivo de los 10 años  de su trabajo periodístico, Los migrantes que no importan (DeBolsillo), un texto que exhibe la manera en la que son abusadas las personas que huyen de sus países y recorren México en busca de mejores oportunidades en Estados Unidos.

Ciudad de México, 12 de septiembre (SinEmbargo).– La estrategia migratoria de México no ha logrado disminuir el paso de personas provenientes de otros países, particularmente de Centroamérica, ni que se invisibilice este fenómeno ni mucho menos tener un control en las rutas que emplean quienes huyen de sus países por mejores oportunidades, plantea el periodista salvadoreño Óscar Martínez.

“Lo único que ha logrado es convertirse en el calvario de decenas de miles de personas. Eso que han hecho no les ha servido, pueden hacer otra cosa”, comentó en entrevista con motivo del décimo aniversario de su trabajo periodístico, Los migrantes que no importan (DeBolsillo).

El texto comprende las historias, y en esta edición añade unas más, en las que expone los abusos por los que atraviesan los migrantes en su paso por México, agravios cometidos tanto por criminales como por las propias autoridades migratorias que incumplen en su deber y lastiman de distintas maneras a las personas que sólo tratan de acceder a una mejor vida.

“Los migrantes centroamericanos que cruzan México han sido sin duda alguna unos sujetos a los que todos les han sacado todo lo que han podido. Tanto el Estado como el crimen organizado, las bandas pequeñas de asaltantes que matan y violan. El paso por México es una especie de enorme peaje donde con mucho sufrimiento se tiene que pagar la decisión de buscar una mejor vida”, expuso en la plática Martínez, quien trabaja para el medio El Faro.

En ese sentido, lamentó que el Presidente Andrés Manuel López Obrador haya dado al inicio de su Gobierno “una señal esperanzadora de nuevos tiempos” cuando aseguró que dará visas humanitarias. “Luego Estados Unidos amenaza con el tema arancelario y este Gobierno decide dar un vuelco rapidísimo y convertirse en el muro humano del sur”.

“El Gobierno de López Obrador ha querido que la migración sea como siempre ha sido, como desde hace años México la tolera: discreta, anónima, clandestina”, cuestionó Martínez en ese sentido.

Advirtió que uno de los ejemplos de cómo han sido tratados los migrantes por las autoridades mexicanas fue lo mostrado el pasado 30 de agosto cuando un agente mexicano pateó en el rostro a un migrante en Chiapas —quien fue despedido por este ataque— en medio del “muro” que los mismos elementos fronterizos realizaron para detener una caravana migrante que buscaba cruzar el país para llegar a la otra frontera, en el norte, con Estados Unidos.

“La imagen de ese agente del Instituto Mexicano de Migración tratando de machucar la cabeza de un migrante que estaba en el suelo sometido por otros tres elementos es la imagen que frecuenta cómo ha sido México. Es decir, un México que ha dejado a la deriva las instituciones que tienen que ver con migrantes, un México que ha permitido que esas instituciones consideren a los migrantes sus enemigos”, criticó.

Los migrantes que no importan. Foto: Cortesia Grupo Random House.

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—Hace 10 años que escribiste este libro, ¿qué tanto ha cambiado las diferentes violencias que tienen que enfrentar los migrantes que recorren México hacia Estados Unidos?

—Han cambiado algunas cuestiones muy puntuales. Por ejemplo, han desaparecido algunas policías que antes tuvieron un papel trascendental en el secuestro de migrantes como la Policía Judicial en Oaxaca, que era la que llevaba el tema del secuestro. Se han incorporado nuevas siglas como la Guardia Nacional que en aquel momento no existía y ahora tiene un papel fundamental en la custodia de la frontera con Centroamérica. Se han incorporado nuevos nombres del miedo que antes eran ocupados, por ejemplo, por los Zetas y ahora, cada vez más en la franja sur de México es el Cártel Jalisco Nueva Generación el que tiene un papel en el secuestro de migrantes, trata de mujeres para explotación sexual, control de la ruta de los coyotes, etc. Algunas rutas se han modificado en el centro de México pasando ahora por los pueblos de la sierra oaxaqueña; desde que el tren está mucho más vigilado es un recurso que utilizan más. Y, en medio de todo esto, pasó el fenómeno de las caravanas. Generó este gran cinturón del sur o esta frontera estadounidense de 5 mil kilómetros más hacia el sur que antes no existía. Pero los elementos esenciales siguen siendo los mismos: los asaltos por bandas precarias en el sur, el control del paso en el norte, la cobra de cuotas por parte de los cárteles. Todo esto sigue. Estoy convencido de que si ahora mismo fuera a hacer ese mismo recorrido, el libro se titularía de la misma forma: Los migrantes que no importan.

—El Gobierno mexicano ha reforzado la presencia de elementos de la Guardia Nacional en la zona fronteriza con Centroamérica, ¿de qué manera esto ha exacerbado las condiciones que enfrentan los migrantes?

—Las ha vuelto a poner en su sitio y ese sitio es bastante nefasto y terrorífico. Es decir, cuando ocurrió el fenómeno de las caravanas en los últimos días del Gobierno de Enrique Peña Nieto, deciden no hacer nada, simplemente se quedaron con las manos cruzadas y que fuera el primer problema simbólico internacional de López Obrador. Y López Obrador empieza  a dar aquella señal esperanzadora de nuevos tiempos cuando asegura que dará visas humanitarias. Luego Estados Unidos amenaza con el tema arancelario y este Gobierno decide dar un vuelco rapidísimo y convertirse en el muro humano del sur. En segundo lugar, convertir al sur en una enorme cárcel para  todas aquellas personas a las que le había ofrecido la posibilidad de asilo. Un muro de precariedad del que no pueden salir. Encontrar un trabajo para un migrante en Tabasco o en Chiapas es complicado. La disponibilidad del oficio es muy limitada. Con la cantidad de retenes que hay en el sur, de elementos policiales, de patrullas, de elementos de la Guardia Nacional, López Obrador elimina cualquier posibilidad de que los migrantes migren en la forma como lo hicieron en caravana. El Gobierno de López Obrador ha querido que la migración sea como siempre ha sido, como desde hace años México la tolera: discreta, anónima, clandestina. Que lo que les vaya a ocurrir les ocurra en los montes y lugares poco conocidos como Huixtla. Ha vuelto a poner las cosas en su lugar; en una crisis humanitaria.

—Por otra parte, el Gobierno mexicano tiene una estrategia de replicar ciertos programas sociales como Sembrando Vida en algunos países de Centroamérica para, a su decir, evitar la migración forzada, ¿consideras que esta es una solución?

—Los gobiernos de Centroamérica han sido responsables de la migración de centroamericanos. Sus políticas de seguridad no han funcionado y fueron incrementando los homicidios. Han permitido la cooptación de grupos del crimen organizado. Se han robado los fondos del Estado. La migración se genera ahí. Ahora, cuando un país como México dice que mejorará las condiciones de Centroamérica, sin querer caricaturizarlo, me suena a cantaleta. Eso es lo que el Gobierno viene diciendo desde hace 25 o 30 años. El sur ha decidido ser muy poco solidario. Toda la política de migración de los países del norte de Centroamérica y México que tienen cifras similares de migración nunca ha sido diseñada en conjunto. Una de las estrategias de Estados Unidos ha sido dividir a estos países para negociar individualmente. A México le pidió un muro en el sur, a Guatemala y a El Salvador le pide algo similar de ser terceros países seguros, y a Honduras le pide establecer una base de la DEA. Ha decidido dividir para poder negociar con facilidad y le ha funcionado excelente. López Obrador anunció al inicio de la administración de Bukele un programa que luego Marcelo Ebrard intentó formalizar, pero de eso no hemos vuelto a saber absolutamente nada. Fue algo más bien simbólico. Es una respuesta muy superficial que dicen los gobernantes que no tienen nada profundo qué decir.

—¿El Gobierno de México le ha dado la espalda a la migración, muchas veces forzada, de Centroamérica?

—El Gobierno no sólo le ha dado la espalda a la migración. Se parece más a lo que vimos la semana pasada cuando los haitianos y centroamericanos intentaron escapar de la precariedad y la pobreza, y el Estado mexicano les ha dado una patada en la cabeza. La imagen de ese agente del Instituto Mexicano de Migración tratando de machucar la cabeza de un migrante que estaba en el suelo sometido por otros tres elementos es la imagen que frecuenta cómo ha sido México. Es decir, un México que ha dejado a la deriva las instituciones que tienen que ver con migrantes, un México que ha permitido que esas instituciones consideren a los migrantes sus enemigos, un México que permite controlar la narrativa, instalar las verdades desde la mañanera hasta el aparato propagandístico y pasa a un problema terciario. Esto se traduce en hechos cotidianos como que todo coyote centroamericano para cruzar tiene que tener contacto con el crimen organizado y tener pagado a algún agente del Instituto Nacional de Migración, una de las organizaciones más corruptas que hay en México.

—Básicamente están entregando a los migrantes a las manos del crimen organizado

—Los migrantes centroamericanos que cruzan México han sido sin duda alguna unos sujetos a los que todos les han sacado todo lo que han podido. Tanto el Estado como el crimen organizado, las bandas pequeñas de asaltantes que matan y violan. El paso por México es una especie de enorme peaje donde con mucho sufrimiento se tiene que pagar la decisión de buscar una mejor vida.

—¿Cuál es la responsabilidad del Gobierno de Estados Unidos en todo esto?

—Estados Unidos siempre ha tenido una actitud muy concreta respecto a los gobiernos centroamericanos y al mexicano. Ha dado muy poco margen para que México y Centroamérica tomen decisiones en política de seguridad y en política migratoria sin injerencia de Estados Unidos. Ahora, México ha logrado sacrificar menos la política de seguridad, aunque está muy sacrificada. Pero en migración ha entregado mucha parte de su diseño a Estados Unidos. La política de López Obrador dio un viraje absoluto de 180 grados cuando Trump amenazó con poner los aranceles. Eso es así. Cuando a Peña Nieto también le exigieron que pusiera atención en el tema, hizo aquel plan humanitario que tenía la intención de capturar humanos y puso vigilancia en los trenes, lo cual lo hacía más peligroso. Las multitudes huyen y se disuelven, por lo que han ocurrido muchas separaciones de familias que no se vuelven a encontrar en el camino. Corre cada quien para su lado y queda la niña de ocho años por allá y el señor de 30 por allá y la señora con la niña más pequeña hasta allá. Niñas que encontramos en el camino viajando con familias sustitutas porque en el operativo habían perdido la suya.

—¿Qué es lo que nos falta por entender como sociedad en relación a un fenómeno como la migración?

—Esencialmente dos cosas. La primera que esto no va a parar pronto. Cada vez son más los centroamericanos, más sudamericanos y haitianos. No va a parar. Latinoamérica es una región que vive en constante crisis. Tiene ahora crisis muy particulares, por ejemplo, tiene a un montón de caudillos como Daniel Ortega que es directamente un dictador, Bukele en El Salvador que está tratando de construir una dictadura. Tiene a un presidente en Guatemala que camina hacia la destrucción. En Sudamérica también hay ejemplos terribles como Venezuela, con gente malviviendo de la manera en que puede. Es contexto real, no estoy diciendo lo que deseo me interesa; no van a parar los grandes flujos de migrantes pronto. La migración ha sido algo histórico y la humanidad se ha movido bajo una lógica muy sencilla. Intentar pensar que hay una vida mejor o menos arruinada de la que se tiene. Es un motor. Y, en segundo lugar, porque ya me parece ingenuo apelar a algún tipo de humanismo, deben darse cuenta que la estrategia de la represión fracasó. México lleva haciendo eso desde hace al menos dos décadas. Desde que Fox centró toda la estrategia contra la migración centroamericana se ha basado en la represión, en cómo agarro y deporto a más migrantes. Qué efectos han logrado, ¿que la migración disminuya de una forma estable? No. ¿Han logrado que se controlen las rutas? No, al contrario. Las caravanas pueden repetirse en cualquier momento. ¿Han logrado que se invisibilice menos lo que ocurre con los migrantes? No. ¿Han logrado que Estados Unidos deje el muro? No. Qué ha logrado la política migratoria mexicana. Absolutamente nada. Lo único que ha logrado es convertirse en el calvario de decenas de miles de personas. Eso que han hecho no les ha servido, pueden hacer otra cosa.

—Entonces, ¿qué otra cosa podrían hacer con la política migratoria?

—Por ejemplo, y se ha demostrado, los tratados de protección temporales, que son permisos que Estados Unidos otorgó a países después de que tuvieron algún declive terrible como Nicaragua y El Salvador por huracanes. Son programas de trabajo temporal reales, es decir, que no sean para diez personas y con salarios decentes. Son el mejor ejercicio. Si no cumplen con los requisitos para renovar cada año, como pagar impuestos, se los quitan. Son ciudadanos modelos que nunca se les ocurriría migrar sin documentos. Si los países que son destino o tránsito de migrantes crearan proyectos reales y numerosos de trabajo temporal, cambiaría mucho la migración. Porque hay un castigo administrativo. Tienen que empezar a pensar en conjunto su política migratoria. De qué sirve que México tenga una política migratoria y no tenga idea de cuál es la política migratoria de Guatemala y Honduras.

Obed Rosas

Es licenciado en Comunicación y Periodismo por la FES Aragón de la UNAM. Estudió, además, Lengua y Literatura Hispánicas en la Facultad de Filosofía y Letras.

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