Óscar de la Borbolla
10/09/2018 - 12:00 am
Un camino "imposible" hacia lo real
Hace tiempo que no miro debajo de las palabras, sino lo que me muestran cuando estoy dentro de ellas en el vertiginoso laberinto del discurso, quiero decir que mis ojos andan regularmente apalabrados y no veo lo que veo, sino lo que me muestra el lenguaje.
Hace tiempo que no miro debajo de las palabras, sino lo que me muestran cuando estoy dentro de ellas en el vertiginoso laberinto del discurso, quiero decir que mis ojos andan regularmente apalabrados y no veo lo que veo, sino lo que me muestra el lenguaje.
Véase porque lo digo: ¿qué miro a mi alrededor? Veo una mesa, la pared, una pintura con un marco oscuro que colgué hace tiempo; pero, ¿realmente veo una mesa o, más bien, una superficie plana de madera que se extiende un poco más allá de la tableta donde voy escribiendo? Digo que es una mesa, no solo para simplificar lo que la vista me muestra, sino porque "efectivamente" eso veo; pero qué es lo que realmente capto con los ojos, pues colores y formas que por causa del lenguaje se me revelan como "mesa". Pero, la verdad, lo que distingo es el veteado de una tabla y, más aún, lo que miro es una gama dentro del color café; a esto es a lo que llamo "mesa".
Si levanto la vista topo con una superficie blanca (qué llamo pared) y más arriba sigue un cuadro oscuro que delimita una pintura. Si no contara con las palabras mi visión me mostraría un paisaje continuo desde la mesa hasta el cuadro, pues sin las palabras "café", "blanco" y "oscuro"muy difícilmente podría identificar los límites de cada uno de estos objetos. Para que se entienda lo que digo, piénsese en las hierbas enmarañadas de una jungla: ente ese espectáculo ¿qué veo? Veo plantas, pero al no saber cómo se llaman, al no tener las palabras que las delimitan, mi visión se empástela y no sé si una hoja pertenece a una planta o a otra.
¿Qué vemos cuando vemos nubes? Pues vemos nubes, muchas nubes; pero no distinguimos cirros, cúmulos, estratos, cirroestratos, cirrocúmulos, estratocúmulos, nimboestratos, cumulonimbus, altoestratos ni altocúmulos. La falta de la palabra precisa para cada tipo de nube no nos permite delimitarlas, identificarlas: nuestra visión se vuelve un mazacote, se empástela.
Sin lenguaje nuestros ojos nos mostrarían un paisaje como el que aparece en una pintura abstracta donde no se distingue nada. Ver por detrás de las palabras, por debajo de ellas es una experiencia muy difícil y, por supuesto, muy desconcertante. Me atrevería a afirmar, sin embargo, que es una experiencia que permite captar mejor lo real como real, y no lo que regularmente captamos que es lo real filtrado por el lenguaje, es decir, la realidad. Nótese la diferencia entre lo real (la cosa misma) y la realidad (nuestra representación de lo real en la conciencia).
¿Cómo deshacerme de las palabras para comunicar precisamente una experiencia averbal? Pues lo he intentado, aunque comprendo que la mejor ruta es el silencio.
@oscardelaborbol
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