Óscar de la Borbolla
18/07/2016 - 12:02 am
El deseo es una coartada
Descubrimos lo tangible del mundo no cuando hallamos en él lo que deseamos, sino cuando aparecen las dificultades para alcanzarlo.
Descubrimos lo tangible del mundo no cuando hallamos en él lo que deseamos, sino cuando aparecen las dificultades para alcanzarlo. El primer asomo del mundo es su fisonomía de obstáculo; es la piedra o la barda en el camino, la prohibición, la imposibilidad y también, cómo no, la propia incapacidad que hace más altas las bardas y más grandes las piedras. El mundo se hace presente así: como obstáculo puro y no -como cabría esperar- como un repertorio de tentaciones. Rara vez tomamos nuestros deseos aquí: el mundo es demasiado pobre para conseguir atraparnos; a lo sumo nos brinda una sugerencia, un boceto de anhelo.
Son la imaginación y nuestra desmesurada capacidad de soñar las que crean los deseos, las que nos vuelven frenéticos, las que nos convencen de que lo deseado existe y está aquí delante de nosotros, al cabo de un esfuerzo o como pago de un sacrificio. Pero lo que queremos no está en ninguna parte más que en nuestro delirio, y por eso nada nunca, aunque lo alcancemos, aunque esté en nuestra mano, nos deja satisfechos.
¿Qué ocurre cuando tenemos la suerte de alcanzar un "por fin"?, ¿cuánto nos dura su disfrute? Podemos estar años deseando, años empeñándonos y maldiciendo sin que nos amaine el coraje de querer lograr algo; pero no podemos estar años, qué digo años, no podemos estar siquiera un mes ininterrumpido sintiendo el gozo de haberlo logrado. Al día siguiente, tras la borrachera de júbilo del primer día, el contento amanece deslavado, y conforme la consecución se vuelve rutina lo que nos encandilaba con su luz desaparece y queda convertido en algo que tenemos; pero lo seguimos teniendo y teniendo y teniendo, y cada vez es menos.
Habría que admitir, de una buena vez, que el ánimo que eleva no puede sostenerse y, en cambio, el ánimo inclinado tiende a mantenerse. No estamos hechos para vivencias extremas, ni buenas ni malas; pero, como todo lo que rueda, nos resulta más duradero, más estable, estar abajo.
Y por eso los deseos no son de este mundo ni sus objetos están aquí. Nos inventamos unos sueños para tener el pretexto de relacionarnos con el mundo, para vivir en él; son la coartada para tensar el tiempo, seguir adelante, esforzarnos, no tirarnos exánimes a un lado del camino... El camino... El camino no tiene más que bardas y piedras, y al final creemos que está nuestro anhelo, nuestro sueño y, efectivamente, al final está nuestro sueño, un sueño del que despertamos al tocarlo
Twitter: @oscardelaborbol
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