Óscar de la Borbolla
30/05/2016 - 12:02 am
Demostración de obviedades 1
Existen un sinfín de obviedades que todos pensamos son ciertas, pero que no hay manera de demostrar; forman, quizá, parte del sentido común o, dada nuestra estructura, nos parecen tan necesarias que es imposible negarlas sin sentirnos locos.
Existen un sinfín de obviedades que todos pensamos son ciertas, pero que no hay manera de demostrar; forman, quizá, parte del sentido común o, dada nuestra estructura, nos parecen tan necesarias que es imposible negarlas sin sentirnos locos. Son, insisto, obviedades de las que no dudamos ni por un momento y que espontáneamente admitimos sin más. Por ejemplo: "todos los seres humanos se rascan la nariz" es una afirmación indudable y simultáneamente indemostrada: jamás se ha hecho una investigación al respecto. Y en sentido riguroso a esta misma clase pertenece la premisa mayor que todos hemos aprendido en la escuela a repetir como válida: "todos los hombres son mortales".
Dichas obviedades se apoyan en la inducción, en ese procedimiento cuestionado por Hume y que consiste en dar un brinco de generalización: se comprueba en unos cuantos casos o en millones de casos, da lo mismo, y se postula que es para todos. La inducción supone que hay orden, regularidad o razón en la naturaleza y que, por lo tanto, si ocurre en unos ocurrirá en todos. Pero, y este "pero" es importante, no sabemos de la totalidad nada más que por inferencias, por dar como supuestos unos axiomas que rebasan con mucho la experiencia. Nadie ha hervido jamás toda el agua para tener la demostración absoluta de que el agua hierve a 100 grados centígrados al nivel del mar. El supuesto de la inducción es la racionalidad de lo real; pero, ¿quién ha demostrado empíricamente este supuesto metafísico en el que se apoyan las ciencias empíricas?
Hay, sin embargo, una zona del conocimiento donde las demostraciones sí son absolutas: las matemáticas. Y a ellas me ha hecho voltear el matemático John Allen Pallaus con su más reciente libro: La vida es matemática. Y ahora, gracias a él, tengo la prueba de dos obviedades interesantísimas.
Yo ya "sabía" que con el transcurso del tiempo todo va amainando: se extingue paulatinamente el entusiasmo, se evaporan igual el amor y el odio; que el declive de la energía con la que cada vez enfrentamos el mundo va a la baja, en suma, que durar es gastarse. Lo que no sabía es que esto obedece a una ley matemática. También "sabía" que todos los seres humanos son únicos y que por lo tanto ninguna idea de normalidad es válida; lo que no sabía, nuevamente, es que esta impresión que tengo desde siempre pudiera demostrarse con las matemáticas.
La primera obviedad: la mengua fatal del entusiasmo, se demuestra con un razonamiento probabilístico. Si uno echa al aire una moneda mil veces, la probabilidad de que caiga águila o sol es del 50 por ciento, esto no significa que saldrán necesariamente 500 águilas y 500 soles, sino que el resultado rondará esas cantidades. Supongamos que hacemos una serie de mil volados y que salen 524 águilas (yo me pondría contento porque siempre le voy al águila), y que hacemos una nueva serie de mil volados y salen 496 águilas. Ahora supongamos que lo hacemos 10 veces: 10 series de mil volados, y que salen: 524, 496, 501, 527, 488, 499, 514, 519 y 531. Estas cantidades (tomadas del libro de Pallaus) muestran una conducta interesantísima del azar: los números récord: 524, 527 y 531 se van espaciando y cada vez es más difícil que salga un número superior al mayor de ellos: al 531 en este caso.
Esta conducta del azar es la que marca nuestras vidas: todos tenemos momentos importantes, intensos, vívidos, récords, pero conforme nos vamos adentrando en el tiempo es más difícil que surja un momento más alto que el que ya hemos vivido y, por ello, la repetición de lo mismo o de vivencias de menor intensidad hace que la vida vaya perdiendo brillo, pues así como con los volados el nuevo récord queda más lejos cada vez, así en la vida. Y así como en las primeras mil series de mil volados ocurren el mayor número de récords, así también en la juventud y en la primera madurez se dan los mejores logros. Es rarísima una andanada de series que vaya presentando récords de modo progresivo, pues la probabilidad del 50%, aunque no imposible, puede darse. Y tampoco es imposible que en la vida a alguien le vaya viento en popa siempre, pero lo normal es que cada vez esté más difícil y que nos quede más lejos el próximo destello.
La segunda obviedad: todos somos únicos -o, dicho de otro modo- no existe la normalidad, ha sido una demostración que me ha puesto muy contento. Pero no abusemos del espacio y dejemos la comprobación matemática de que todos estamos locos para la próxima semana...
Twitter: @oscardelaborbol
más leídas
más leídas
entrevistas
entrevistas
destacadas
destacadas
sofá
sofá