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Óscar de la Borbolla

18/04/2016 - 12:03 am

Radiografía de las buenas coartadas

En la cosmovisión de nuestra época (un código local por supuesto) los buenos pretextos son aquellos que los demás comparten de antemano. Sin embargo, nuestros buenos pretextos resultarían absurdos en otra cosmovisión. No puedo imaginar qué pensarían de mí, si en la época de la Grecia clásica cuando predominaba el valor del honor por encima incluso que el de la vida, yo hubiese respondido ante una cuestión de deshonor: "Es que tenía mucho trabajo." O si en el rincón más paupérrimo de nuestra patria saliera con mi batea de babas diciendo: "Es que no tenía dinero."

Son Tan Relativos Los Códigos Y Sin Embargo Para Quienes Comparten Una Cosmovisión Resultan Marcianos Aquellos Que No Responden Con Lo Convencional Foto Especial
Son tan relativos los códigos y, sin embargo, para quienes comparten una cosmovisión resultan marcianos aquellos que no responden con lo convencional. Foto: Especial.

Los seres humanos no han pensado ni valorado ni actuado igual en todos los tiempos ni en todos los lugares. Lo que podríamos, por economía, denominar cosmovisión depende de que las personas compartan una serie de características que van desde la nacionalidad, la clase social, la religión... hasta el sexo, la inteligencia, la calificación estética... Son muchísimos los factores que influyen en el código de una época o en el código de un grupo, y cuando estos factores se comparten (no sé cuántos ni cuáles), las personas que lo hacen poseen una cosmovisión muy parecida y, aunque no todos, obviamente, puedan respetar o acatar ese punto de vista, sí ocurre que en mayor o menos medida se suscribe por todos.

Hoy tenemos en común algunas características como pilares de la cosmovisión de nuestra tiempo: la democracia es una arraigada convicción (aunque nadie la practique ni exista realmente en ningún lado) y también reconocemos la igualdad (aunque sea de dientes para afuera) como uno de los valores de la gente civilizada: la igualdad entre las razas, la igualdad entre hombres y mujeres, la igualdad entre los pobres y los ricos: todo ser humano es un ser humano al margen de su color, belleza, capacidad intelectual, grado de información, orientación sexual, etc. La gente de hoy (lo que sea que eso signifique) comparte la idea de que somos iguales, y está mal visto el racismo, el sexismo, la discriminación cualquiera que sea su máscara. Y como un pilar más se ha acreditado el cuidado de la naturaleza, cada día se extiende más este valor (obviamente no como práctica, sino como valor). También están como valores aún vigentes (aunque según mi percepción, ya casi de salida) la monogamia y el amor romántico. El que de plano sí ya casi se extingue, y qué bueno, es el de la heterosexualidad.

Al compartir una cosmovisión disponemos de muchísimos sobreentendidos que facilitan la vida en sociedad o, dicho de otro modo, tener un código en común nos permite disponer de coartadas o pretextos que son inmediatamente admitidos por los demás. Nótese que en las siguientes preguntas lo que las valida es precisamente que tengamos en común una cosmovisión: "Y si no fue por odio, ¿por qué lo hiciste?" "Y si no fue por falta de dinero, entonces ¿por qué no asististe?" "Si no tenías trabajo, ¿por qué no viniste?" "Entonces... ¿no fue por amor?"

Cada una de las frases anteriores ilumina una escena en la que quien pregunta está desconcertado; su interlocutor, por lo "visto" no ha pretextado lo que el código convalida, el acto puede estar bien o mal, eso no importa, el problema es que se sale del código común. Véase la diferencia si se hubiese contestado lo que va con el código: lo convencional: "Sí, lo hice por odio." "Efectivamente, no tenía dinero." "Es que tenía mucho trabajo." "Lo hice por amor."

En la cosmovisión de nuestra época (un código local por supuesto) los buenos pretextos son aquellos que los demás comparten de antemano. Sin embargo, nuestros buenos pretextos resultarían absurdos en otra cosmovisión. No puedo imaginar qué pensarían de mí, si en la época de la Grecia clásica cuando predominaba el valor del honor por encima incluso que el de la vida, yo hubiese respondido ante una cuestión de deshonor: "Es que tenía mucho trabajo." O si en el rincón más paupérrimo de nuestra patria saliera con mi batea de babas diciendo: "Es que no tenía dinero."

Son tan relativos los códigos y, sin embargo, para quienes comparten una cosmovisión resultan marcianos aquellos que no responden con lo convencional. Al parecer, todo depende de lo que en una comunidad determinada se encumbre como valor máximo y de la idea de ser humano que se derive de ello. Solo Imagínese qué clase de cosmovisión es aquella en la que frente a cualquier acto, de la magnitud que se quiera, alguien responde: "Es que lo hice por amor."

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@oscardelaborbol

Óscar de la Borbolla
Escritor y filósofo, es originario de la Ciudad de México, aunque, como dijo el poeta Fargue: ha soñado tanto, ha soñado tanto que ya no es de aquí. Entre sus libros destacan: Las vocales malditas, Filosofía para inconformes, La libertad de ser distinto, El futuro no será de nadie, La rebeldía de pensar, Instrucciones para destruir la realidad, La vida de un muerto, Asalto al infierno, Nada es para tanto y Todo está permitido. Ha sido profesor de Ontología en la FES Acatlán por décadas y, eventualmente, se le puede ver en programas culturales de televisión en los que arma divertidas polémicas. Su frase emblemática es: "Los locos no somos lo morboso, solo somos lo no ortodoxo... Los locos somos otro cosmos."
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