Óscar de la Borbolla
29/02/2016 - 12:00 am
El milagro continuado
El equilibrio de nuestro cuerpo es milagroso y no lo notamos; es un milagro la amistad: que de entre todos los seres humanos que son contemporáneos se dé ese encuentro en que uno y otro concuerdan, es un milagro que no nos maravilla porque lo que se tiene de manera continua deja de advertirse:
A Beca porque le gustó
Solemos atribuir al término "milagro" una connotación religiosa (y la tiene); pero no hace falta construir una definición laica, pues el propio diccionario de la RAE consigna como segunda acepción el uso que más frecuentemente tiene esta palabra: "Suceso o cosa rara, extraordinaria y maravillosa". Aventar una colilla de cigarro y que quede en el piso de forma vertical es un milagro; detenerse de golpe a un paso del arrollo y que nos pase rozando un auto a toda velocidad es otro milagro; sacarse la lotería es también un milagro. A mí me han ocurrido varias veces los dos primeros ejemplos y nunca este último y conste que tiro mi dinero en billetes casi tanto como colillas en el suelo (mi urbanismo no es nada encomiable, lo sé).
Los milagros de este tipo ocurren con relativa frecuencia, pues lo que escapa del patrón al que estamos habituados llama poderosamente nuestra atención. La verdad es que la posición en la que cae un cigarro siempre es rara aunque quede acostado, pues si la boquilla queda a la derecha o a la izquierda, con giro determinado es igual de raro: cada posible posición tiene una probabilidad bajísima. Sin embargo, nuestra capacidad de asombro solo reacciona cuando cae parado.
A todos nos extrañaría ir por la calle y que todos los vehículos fueran del mismo color, que en un crucero todos los autos que se dieran cita fueran, por ejemplo, amarillos. Yo me quedaría desconcertado si, además, los que siguieran fuesen rojos y luego negros... Qué extraño, dirían unos. Es un milagro, dirían otros. Y nuevamente es igualmente milagroso el hecho que pasa inadvertido: que los contingentes de autos sean de varios colores distribuidos en un cromatismo caprichoso. Probabilísticamente cualquier formato es igualmente raro aunque el único que nos parecería milagroso sería el monocromático.
Pero dejemos de lado las matemáticas y vayamos a otros milagros: al encuentro con ese amigo que el azar nos pone delante y de quien estábamos hablando unos minutos antes, o la llamada telefónica que irrumpe con su fastidiosa puntería cuando estamos cargados de bultos, esas asociaciones acausales que Karl Jung llamó: sincronicidad y que documentó con interesantísimos ejemplos. Cito uno: el del señor X y la tarta de ciruela que extrañamente aparecieron relacionados a lo largo de la vida de uno de sus pacientes: la primera vez que éste comió la tarta de ciruela fue en su infancia y el señor X la había obsequiado a sus padres; la segunda ocasión, el paciente fue a su pueblo natal y quiso comprar una tarta de ciruela, pero la única que había estaba ya apartada por el señor X, y la última vez, unos amigos lo sorprendieron convidándole la famosa tarta y cuando la comían sonó el teléfono para avisar que el señor X acaba de morir.
Las coincidencias, las chiripadas (o como ahora las llaman calcando el inglés: serendipias) son milagros: eventos extraordinarios que nos arrancan una exclamación. Hay muchos, muchísimos milagros y lo único malo es, como dice Joseph Roth: "No hay nada a lo que más fácilmente se acostumbren los seres humanos que a los milagros, sobre todo si les han ocurrido una, dos y hasta tres veces". Es un milagro la salud de que gozamos.
El equilibrio de nuestro cuerpo es milagroso y no lo notamos; es un milagro la amistad: que de entre todos los seres humanos que son contemporáneos se dé ese encuentro en que uno y otro concuerdan, es un milagro que no nos maravilla porque lo que se tiene de manera continua deja de advertirse: no advertimos el aire, no advertimos la compañía o la paz o la tranquilidad siempre y cuando los tengamos, claro, y no advertimos la más grande chiripada de cuantas nos han ocurrido, el mayor de todos los milagros que ocurre de manera continua: vivir. La historia entera del universo tuvo que haber sucedido exactamente como ocurrió para que cada uno de nosotros esté aquí. La probabilidad no es de uno entre millones o trillones, sino de uno entre el infinito para que yo esté parado aquí.
TW @oscardelaborbol
más leídas
más leídas
entrevistas
entrevistas
destacadas
destacadas
sofá
sofá