Óscar de la Borbolla
22/02/2016 - 12:00 am
Los desertores de lo real
Vivimos en sueños colectivos, en visiones del mundo, en realidades y lo más que se discute es la eficacia de esos sueños, su utilidad pragmática, pero no su adecuación con lo real.
¿Quién quiere está hoy y aquí pisando fuerte el piso y afirmando esto es lo real? Desde Protágoras sabemos que cada individuo vive inmerso en su interpretación personal del mundo o, si se prefiere, desde Kant estamos instalados en un universo de fenómenos -representaciones que se espaciotemporalizan en el sujeto- y el nóumeno -lo real en sí mismo- está fuera de nuestro alcance. Lo real es algo que se perdió de vista y hoy ese hundimiento ya ni siquiera es novedad. Vivimos en sueños colectivos, en visiones del mundo, en realidades y lo más que se discute es la eficacia de esos sueños, su utilidad pragmática, pero no su adecuación con lo real.
Cualquier teoría, cualquier punto de vista es admitido y respetado como válido; estamos en ese relativismo, en ese mercado donde, como bien lo previó Nietzsche, todos somos iguales y al que aconsejaba a Zarathustra no bajar. En cada perspectiva puede haber dogmáticos convencidos de que su verdad es La verdad y éstos son el corazón de las tribus, y también puede haber moderados, convencidos a medias, individuos de estilo posmoderno que comprenden que su realidad es un coto y nada más.
Y como siempre hay los no enterados, los que viven prácticamente sin historia y están convencidos de que lo que ven es lo real o la realidad; ni siquiera les interesa distinguir conceptos, pues, para ellos no hay más que eso: su realidad que es lo real. La televisión o los medios nutren su visión del mundo, les crean unos sueños silvestres a su medida y, como desafortunadamente son mayoría, imponen su realidad mediocre a todos: vivimos en el mundo del raiting, rodeados y vigilados por el Uno del que habla Heidegger.
Vistas de perfil, las visiones del mundo -mi propia perspectiva incluida- semejan no la vieja caverna de Platón, sino una sala de cine donde cada uno o por grupos están ante la pantalla de una tableta y, esto último, no es un decir ni una metáfora: es literal (iba a decir real).
Habría que rasgar esos velos de Maya y recordar el apotegma con el que nació la filosofía: "El mundo es uno, el mismo para todos". Pero eso supondría una nueva crítica de la razón y ya no sé siquiera si actualmente eso sería deseable.
Perdido y confundido voy con mi pasaporte de sujeto racional y tolerante de una realidad a otra, luego vacaciono en la mía y, a ratos, me dan ganas de gritar: ¡todos están equivocados! Y otras veces, más apaciguado y sonriente los veo, me veo, en el jardín del manicomio donde cada quien vive en su convicción y en su delirio.
Tw
@oscardelaborbol
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