Óscar de la Borbolla
27/11/2017 - 12:02 am
La nueva Babel
No sé dónde leí que nuestro arribo al mundo es como llegar a una conversación que lleva mucho tiempo celebrándose: al principio no entendemos nada y solo después de un cierto esfuerzo logramos hacernos una idea y participar con nuestras opiniones durante un rato, ya que, finalmente, la muerte nos obliga a abandonar el diálogo […]
No sé dónde leí que nuestro arribo al mundo es como llegar a una conversación que lleva mucho tiempo celebrándose: al principio no entendemos nada y solo después de un cierto esfuerzo logramos hacernos una idea y participar con nuestras opiniones durante un rato, ya que, finalmente, la muerte nos obliga a abandonar el diálogo sin saber hacia dónde habrá de dirigirse y menos aún en qué terminará.
La analogía es muy buena, aunque inexacta, pues, la verdad, es que siempre ha habido muchos mundos y, en consecuencia, muchísimas conversaciones y hoy, la rapidez con la que todo cambia, no solo dificulta nuestra posibilidad de participar suficientemente informados en la conversación que hayamos elegido, sino que, siendo una plática con tantísimos participantes, es muy difícil entender, identificar de qué se trata, hacerse oír y, lo que resulta peor, casi imposible emitir una opinión pertinente.
Y esto ocurre no solo en mundos complejos como los del arte, la ciencia o la filosofía, sino también en mundos modestos de conversaciones sencillas, como el de un oficinista que tiene que vérselas con una computadora cuyos programas y aplicaciones cambian sin cesar.
Si mantenemos la metáfora de la conversación, lo cierto es que en la actualidad -y eso es lo novedoso de nuestro tiempo- se están dando infinidad de conversaciones recién inauguradas que llegan de inmediato a un punto de ebullición frenética, y que así como es instantáneo su auge lo es también su extinción: mundos que nacen y mueren sin conseguir entroncar con ninguna tradición y sin dejar más vestigio que un recuerdo efímero en sus participantes; quienes, ávidos de novedades, se mudan a otras pláticas.
Y exagerando un poco (tan solo un poco) podría decir que lo que aparece es un fenómeno de atomización, de mundos unipersonales que encierran monólogos sin raíz y sin interlocutores. No sé en qué momento La conversación concluyó y fue sustituida por un escándalo de autistas parlanchines que, como en el jardín de un nosocomio, están físicamente juntos pero aislados cada cual en su tema, en su discurso. Ante esta situación me consuela la compañía de innumerables amigos virtuales con quienes comparto el pabellón psiquiátrico de este intento de conversación.
Twitter:
@oscardelaborbol
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