Socorro Venegas

Ceniza roja, un viaje a la oscuridad que impacta con la belleza en el mundo

Socorro Venegas

Ceniza roja, un viaje a la oscuridad que impacta con la belleza en el mundo

Socorro Venegas

Ceniza roja, un viaje a la oscuridad que impacta con la belleza en el mundo

27/05/2022 - 9:46 am

La escritora y editora habló en entrevista sobre Ceniza roja, su nuevo libro que refleja la soledad y tristeza después de la muerte de su entonces pareja.

Ciudad de México, 27 de mayo (SinEmbargo).– Ceniza roja (Páginas de Espuma), el nuevo libro de Socorro Venegas, es intenso, revelador y demoledor, tanto por su experiencia de fondo como por su tejido estilístico.

Construido con un lenguaje poético, Venegas rescata de la memoria la travesía de soledad y tristeza después de la muerte de su entonces pareja.

“Mientras escribía tomé conciencia de lo inútil que era mantener la convención de datar en un diario. Hacía tres meses que había perdido a mi pareja y la intensidad de lo que contaba era tan abrumadora que no podía distinguir entre un día y otro”, compartió en entrevista.

Entre el aforismo, el poema en prosa, este volumen comparte espacio con las ilustraciones de Gabriel Pacheco, quien crea un libro orgánico y redondo con su propia visión de la literatura de Venegas.

La escritora y editora dio cuenta del proceso de catarsis que significó Ceniza roja.

“Escribí por prescripción, mi psicoanalista me dijo que intentara escribir pero también fue enfático en pedirme que no leyera, quizás por eso no recuerdo los momentos de escritura, aunque me reconozco en todo lo que ahí registré”, comentó la autora.

Ceniza roja, de Socorro Venegas. Foto: Páginas de Espuma.

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—La primera sensación que me deja tu libro es la de un letargo, como si el tiempo dejara de fluir, incluso dejas de anotar fechas y todo se queda en un paréntesis del dolor y la depresión. ¿Cuéntame un poco de esto y si coincides conmigo, Socorro?

—Mientras escribía tomé conciencia de lo inútil que era mantener la convención de datar en un diario. Hacía tres meses que había perdido a mi pareja y la intensidad de lo que contaba era tan abrumadora que no podía distinguir entre un día y otro, no parecía importante fijar fechas, lo esencial era poder encontrar las palabras para esa devastación.

—Este parece ser un libro autobiográfico, ¿cómo escribes esto, es decir, es un ejercicio de la memoria o una recuperación de este diario?

—Me encontré inesperadamente con este diario en una mudanza. Fue como si alguien del pasado me contara quién fui y quién soy, porque inevitablemente somos una suma de experiencias.

Escribí por prescripción, mi psicoanalista me dijo que intentara escribir pero también fue enfático en pedirme que no leyera, quizás por eso no recuerdo los momentos de escritura, aunque me reconozco en todo lo que ahí registré.

Socorro Venegas dio cuenta del proceso de catarsis que significó Ceniza roja. Foto: Isabel Wagemann.

—Tú, en este libro, le das un lenguaje a la pena, al duelo, a la desesperanza, podría decir que construyes un artefacto literario con el dolor. Háblame un poco de este proceso de verbalizar esta muerte.

— No es un diario que haya sido escrito para ser leído, ni siquiera por mí. Al encontrarlo y leerlo sentí curiosidad por esa mujer que pese a todo lograba alzar la pluma y rasguñar el papel para decirse a sí misma: aquí estás. Y me conmovió también, pues a pesar de que atravesaba una oscuridad sin orillas estaba encontrando belleza en el mundo.

—Siempre creí, he creído, que el diario es una ruta de la desolación, pues en la literatura, los diaristas cuentan, al menos los que he leído, sus desventuras, las tragedias. Con tu libro sentí que corroboré lo anterior. ¿Qué te permitió ese género, el de diarista, para crear esta obra?

—Alguien dijo que la felicidad se escribe en blanco. Acaso los diarios que conocemos se publicaron precisamente por esa posibilidad que el dolor abre, la de dar a conocer desde la experiencia individual el paso por el infierno.

— Háblame de este lenguaje esencialmente poético, cómo lo trabajaste, ¿en qué momento comenzó a encontrar su ritmo este libro?

—Cuando escribí ese diario ya tenía encima muchas lecturas, la poesía es un género imprescindible en mi formación como lectora y escritora. Cuando, en medio del duelo, lograba leer algo era poesía. Creo que al escribir buscaba ese lenguaje esencial para tratar de describir lo que parecía inexpresable.

—La voz poética que cuenta esto dice tener 27 años, es decir, tú tenías 27 cuando lo escribes. Qué representa para ti confrontar esta historia, esa misma muerte que persiste en tus hombros “como un anciano”.

—La pérdida es tema que ha alimentado mi escritura, he escrito sobre la viudez en mi novela Vestido de novia (Tusquets) y en algunos cuentos de mi libro La memoria donde ardía (Páginas de Espuma). Es un tema inagotable. Pero esta es la primera vez que lo abordo sin el parapeto de la ficción, hay un desprendimiento, una distancia con respecto a esa historia que es mía pero que al mismo tiempo puedo compartir con los lectores. Como mucha gente en estos días, yo tampoco pude despedirme de mi muerto. Ese es un dolor muy particular. Me gusta pensar que Ceniza roja podría acompañar a alguien y que cada persona podrá elegir cómo necesita leerlo, como un testimonio, una elegía, un cuento, un libro de memorias…

Una de las ilustraciones de Gabriel Pacheco que acompañan el texto. Foto: Páginas de Espuma.

—Sobre las ilustraciones, considero que son el vaso comunicante perfecto con tu libro. ¿Qué te generó cuando viste el trabajo de Gabriel Pacheco?

—Vi muy despacio las preciosas ilustraciones de Gabriel. Ante todo es un lector profundo, e hizo con el diario justamente lo que un artista puede hacer: construyó su propia historia, trasladó su propia visión. Me asombró lo potente de su discurso visual, esa caída libre con la que el libro se abre, eso es el duelo, la caída tras un golpe que nunca viste venir. Coincidimos en la difícil belleza del mundo, a pesar de todo.

—Durante el libro, citas a un puñado de autores. Además de lo que el lector halla en el libro, qué otros acompañaron este viaje, si es que lo hubo.

—Es difícil recordar ahora, como te decía: apenas lograba leer, me concentraba muy poco. Me acompañaron sobre todo los poetas, y también estaba esa otra lectura: la del entorno, mi nuevo hogar, las nuevas paredes, un jardín, un nido de golondrinas abandonado.

— Aunque inserto en el diario, tu libro, para mí, es poesía, o si se quiere, un híbrido, como ahora se le llama. A ti te gustaría que se le “catalogara” en algún género.

—Me gusta sobre todo la posibilidad de acompañar con este libro, de decirle a los que han sufrido una pérdida que la vida puede más. No me parece importante situarlo en algún género.