ENTREVISTA | Sandra Lorenzano: Entre la trata y Rita Hayworth

Una novela dolorosa y necesaria. Foto: Luis Barrón, SinEmbargo

Una novela dolorosa y necesaria. Foto: Luis Barrón, SinEmbargo

Ciudad de México, 11 de septiembre (SinEmbargo).- La nueva novela de la poeta y narradora argentina Sandra Lorenzano, La estirpe del silencio (Seix Barral) es un tratado del dolor.

Se trata de una historia fuerte donde la trata de personas impresa en la carne y el corazón de mujeres que desde París a Tijuana luchan contra la esclavitud sexual y la denigración, encuentran también en la figura de la diosa de Hollywood un paradigma desde donde relatar la ignominia.

Antes de convertirse en Rita Hayworth, Margarita Carmen Cansino pasó sus primeros años de carrera en Tijuana. Sus inicios como bailarina estuvieron ligados a los degradantes encuentros que su padre la obligaba a tener con distintos hombres. Todoslos padres lo hacen, Maggie , decía.

A Rita sólo le queda el consuelo de poder compartir sus sentimientos con su hermano Verny, en estos momentos tan tortuosos de su vida. Enla misma época, las parisinas Claire y Anette quedan huérfanas y, solas ante el mundo, no les queda más remedio que confiar en la palabra de un sacerdote que ofrece a la mayor de ellas buscarle un marido en México.

A bordo del Sinaia, las hermanas llegan alas costas de Veracruz y se encuentran con una realidad inesperada y sórdida: son separadas y prostituidas.

El valor de la memoria, los lazos de solidaridad y la necesidad de justicia son la sustancia de una obra que no dejará a nadie indiferente y que es la vez el testimonio de una evolución literaria plausible y grata.

Sandra Lorenzano (Buenos Aires, 1960) vive en México desde 1976, donde se doctoró en letras por la Universidad Nacional Autónoma de México. Especialista en arte y literatura latinoamericanos, es vicerrectora académica de la Universidad del Claustro de Sor Juana y ha impartido cursos y conferencias en universidades mexicanas y del extranjero.

Creó en el Instituto Mexicano de la Radio el programa semanal En busca del cuento perdido, del que es conductora. Coordinó el título La literatura es una película. Revisiones sobre Manuel Puig (1997) y es autora de los ensayos Escrituras de sobrevivencia. Narrativa argentina y dictadura (2001) – libro que recibió la Mención Especial en el Premio Nacional de Ensayo Literario José Revueltas -, Aproximaciones a Sor Juana (2005) y Políticas de la memoria: tensiones en la palabra y en la imagen (2007), de las novelas Saudades (2007) y Fuga en mí menor (2013) y del libro de poemas Vestigios (2010).

Forma parte del Sistema Nacional de Creadores de Arte y es reconocida como una de las 100 mujeres líderes de México por el periódico El Universal.

El valor de la memoria, los lazos de solidaridad y la necesidad de justicia son la sustancia de una obra que no dejará a nadie indiferente . Foto: Luis Barrón, SinEmbargo

El valor de la memoria, los lazos de solidaridad y la necesidad de justicia son la sustancia de una obra que no dejará a nadie indiferente . Foto: Luis Barrón, SinEmbargo

TIJUANA, LA DE TODAS

–Tijuana es como el símbolo de los migrantes

–Sí, porque muchos migrantes que quieren pasar al otro lado, muchas veces tienen que quedarse ahí. Y es cierto que tiene que haber un mínimo consenso, un mínimo acuerdo básico, entre quienes llegan de todos lados para hacer que ese lugar que en principio no es de nadie se convierta en un lugar de todos. Un poco salvando todas las distancias tiene que ver también con el Buenos Aires de los ’30 y los ’40 del que yo ha he hablado, me gusta esa idea de llegar a un espacio que se vuelve fundacional en lo personal y también en lo social y comunitario.

–También está esta idea de que el mundo es ancho y ajeno, lo era entonces y lo es ahora

–Sí. París aparece en la novela como el lugar donde estas dos hermanitas tienen un lugar, una familia, una historia. No me detengo mucho allí. De pronto tienen que abandonar todo y es verdad el mundo es tan ancho y tan ajeno. En última instancia, casi todos somos migrantes. No hablo sólo de lo geográfico, me interesan las marginalidades y las fronteras amorosas, afectivas, lingüísticas…en ese sentido, ¿quién se queda con el modelo establecido por el poder? En todo caso, no la gente que me interesa ni los personajes que me importan.

–La migración y el amor por contrato, que resultan posibilidades de supervivencia

–Sí, aunque el amor por contrato termine en horror en esta novela. Lo que también es una sorpresa que te puede dar cualquier tipo de amor. La violencia intrafamiliar, por ejemplo, es algo monstruoso que habita detrás de la imagen de un niño que uno cree protegido porque tiene una mamá y un papá. El arraigarse en un lugar nuevo, que es también nuevo en lo afectivo. Por eso una parte importante de la novela se construye alrededor de la idea de que no es la sangre lo que importa en la construcción de una familia. Lo que cuenta es el amor. En el exilio se crean permanentemente lazos amorosos de amistad, donde lo que prima es la elección. Se elige la geografía y se eligen los vínculos afectivos.

En nuestra cultura occidental creo que las mujeres somos las guardianas de la memoria y creo que eso obedece a la relación con los hijos. Foto: Luis Barrón, SinEmbargo

En nuestra cultura occidental creo que las mujeres somos las guardianas de la memoria y creo que eso obedece a la relación con los hijos. Foto: Luis Barrón, SinEmbargo

–¿Por qué las mujeres son las guardianas de la memoria, es algo genético, es algo cultural?

–No sé si está en los genes…

–En general, el hombre sobrevive gracias a cultivar el olvido. En las mujeres, es al revés

–En nuestra cultura occidental creo que las mujeres somos las guardianas de la memoria y creo que eso obedece a la relación con los hijos. Que es como el primer canal y principal de traspaso de memoria. Desde el momento en que uno le canta un arrullo a un hijo propio o del amor transmites parte de tu memoria. Transmite los arrullos, los cuentos, los valores, las preocupaciones, que uno ha recibido. Ninguna palabra es nueva, todas vienen cargadas con historias y pasado. Y escribo desde esa convicción: cuando uno se acerca a un texto literario, se acerca también a una muy nutrida trama de memorias.

–¿Por qué te interesó Rita Hayworth?

–En realidad tenía ganas de escribir algo relacionado con la violencia contra las mujeres, que fuera en los ’30, que es cuando inicia la trata de personas en México y quería que además fuera en Tijuana. Cuando empecé a estudiar sobre Tijuana, descubrí el Casino de Agua Caliente, el centro más fastuoso de la época, con pista de aterrizaje a la que llegaban los grandes magnates de Hollywood, con hipódromo y famosos espectáculos nocturnos. Hay una película donde trabaja Dolores del Río, que se llama Caliente y donde puede verse el casino. Recordé entonces algo que mi padre –un especialista en cine caduco, según decía mi madre- nos contaba del debut de Rita Hayworth como bailarina profesional, precisamente en el Casino de Agua Caliente. Y así fue como llegué a esa historia de abuso por parte del padre, que la prostituía, y que Rita le contó a Orson Welles. Rita se puede convertir en el símbolo y en el gran pretexto para hablar de la violencia en contra de las mujeres en Tijuana. Me lo regaló Tijuana. Rita cumplió 13 años cruzando la frontera. Era una niña con cuerpo de mujer. Lo que más me impresiona es ver cómo esta mujer que fue el símbolo sexual por antonomasia de su época, la más deseada del momento, era en realidad de una fragilidad brutal por venir de una infancia de abuso.

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–También aparece la Rita Hayworth senil, que no recuerda nada

–Sí, ha perdido la juventud, la belleza, ya no tiene lugar en el cine y está perdiendo la memoria. Sufre depresión y un amigo le dice que hay un lugar en el mundo donde el aire frío del mar te puede ayudar a detener los síntomas de tu enfermedad y la manda a la Patagonia. Vivió sola en Puerto Madryn, se sentaba frente al mar a esperar la cura de su enfermedad. Esa imagen de una mujer vieja sola, que no tenía memoria, que sufría depresión, para mí fue el complemento dolorosísimo de esa niña frágil del inicio.

–El mundo comienza otra vez a servirse de la explotación, de la esclavitud, tal vez la esclavitud nunca se fue

–Sí, es algo que nos trasciende absolutamente en términos geográficos y políticos. Tiene que ver con el narcotráfico también. Ya lo ha señalado Roberto Saviano cuando advierte que las drogas y la trata de personas son parte de un gran mercado global donde lo que se juega es el capital trasnacional. Y por mucho que nosotros decidamos hacer algo en lo local o lo nacional, claro que hay cosas que se pueden hacer, pero como dice Eduardo Buscaglia, si no tocamos el dinero, no se resuelve. Nada se va a detener. El capitalismo en su etapa más avanzada, mezclada con las líneas del neoliberalismo más feroz, hace que tengamos instalados la trata de personas y el narcotráfico a escala mundial.

–Bueno, no faltan los que dicen que hay quienes nacieron para ser esclavos

–Eso me parece detestable. Por supuesto no estoy de acuerdo, porque pienso que todos los seres humanos nacimos para ser libres y que no hay más que un orden social absolutamente desigual, injusto y terrorífico que condena a una parte de la humanidad a alimentarse de la otra parte de la humanidad. Quiénes se alimentan, muy pocos. El porcentaje de la gente que tiene dinero es ínfimo, comparado con una gran masa humana sometida a carencias brutales, a maltrato feroz y en el medio una clase media cada vez más pauperizada, que a veces cree que tiene las riendas de su vida, cuando sabemos que eso no es cierto. Es un mundo atroz donde lo único que nos puede salvar es poco y nada. Quienes tenemos en este mundo de horror la posibilidad de trabajar con palabras, debemos ser conscientes del privilegio que ello implica. Tenemos un compromiso ético.Sandra Lorenzano (Buenos Aires, 1960) vive en México desde 1976, donde se doctoró en letras por la UNAM. Foto: Luis Barrón, SinEmbargo

–¿Ese compromiso ético te guió durante la escritura de la novela?

–Sí, totalmente. Escribí una novela porque pensé que lo único que sé hacer y con lo único que puedo decir algo es con la literatura. La literatura, la poesía, la narrativa, tienen la capacidad única de tocarte ahí en el punto neurálgico de tu afectividad y es mi manera de compartir mis angustias y preocupaciones. No creo que la literatura tenga que transmitir ningún juicio moral, no me interesa esa literatura de mensaje y además me parece mala.

–Sin embargo, hay también un ánimo de denuncia sobre la trata de personas

–Sí. Se trata de compartir esa angustia, porque de pronto pasamos meses y años y cuando de pronto llega una noticia al respecto, decimos qué barbaridad y las cosas nos entran por un oído y nos salen por otro. Quería que algo de eso no se me saliera del todo, sino que se quedara dentro de mí.

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