Óscar de la Borbolla
10/04/2017 - 12:00 am
Radiografía de la Tragedia
La tragedia, por lo visto, no sólo supone el mandato de un destino, sino también un deseo de ir más allá o en contra de ese destino. La tragedia la integra el binomio: deseo de otra cosa y destino
Hubo en la visión griega una intuición cuya vigencia ha sobrevivido a los dioses con los que originariamente se explicó. Hoy, Zeus y su amplísimo séquito están extintos y, en cambio, la tragedia: el derrotado forcejeo humano contra el destino sigue en pie. No importan las versiones que han venido a reemplazar a las moiras: las circunstancias, los genes, la clase social, el inconsciente…, en todas ellas se mantiene implícito o explícito que cada uno de nosotros aparece con unas determinaciones o con un lote (el que nos tocó en la lotería de la existencia) y que este marca lo que podremos ser.
Para decirlo de manera elocuente: quien nace con anosmia no podrá ser catador de vinos y quien crezca en un ambiente de miseria intelectual, sin más ejemplos y aspiraciones que las de aquellos que componen su entorno, muy difícilmente podrá escapar a esa visión del mundo. Las circunstancias, los genes… son las nuevas moiras y cada uno de nosotros cuando no se pliega empáticamente a lo que le tocó, sino que aspira a ir en contra de su destino manifiesto se las ve negras y en muchos casos ahí se queda. Somos Edipo o Michael Corleone (de la película-novela de Coppola-Puzo), seres trágicos que no conseguimos lo que queríamos, sino lo que teníamos que hacer.
Normalmente se menciona -como acabo de hacerlo- a los héroes trágicos, a quienes forcejean y, por lo mismo, se destacan; pero se olvida a quienes no se oponen a su destino, a quienes se pliegan a él, lo admiten y se entregan sin reparos. Estos no parecen trágicos y tal vez no lo sean, pues quieren lo que tienen, eso que la vida les marca o les va dando les parece bien.
La tragedia, por lo visto, no sólo supone el mandato de un destino, sino también un deseo de ir más allá o en contra de ese destino. La tragedia la integra el binomio: deseo de otra cosa y destino. Querer ir más allá de las capacidades, querer algo mejor de lo que se brinda para uno: querer, aspirar a lo que nos falta es lo que vuelve trágica la vida.
La paradoja es que quien no quiere, sea porque tiene todo lo que le hacía falta o porque no siente la falta de nada es, sin más, como un muerto, pues la vida se caracteriza por ese continuo desear que nos lleva a otra cosa. No son trágicos quienes se conforman con su suerte; trágicos son los inconformes, los que anhelan, los que quieren, pues en el camino de alcanzar su deseo se tropiezan con la inamovible imposibilidad.
Trágico es José K por desear llegar al Castillo, porque si desistiera de su deseo se salvaría del mundo burocrático kafkiano que lo envuelve en una vida donde cada día se experimenta como un fracaso. Trágico es Edipo, pues queriendo huir de su suerte va a cumplirla. Trágicos son aquellos que quieren que los demás entiendan; trágicos son quienes pretenden reunir lo incompatible, trágicos son, sencillamente, quienes quieren.
Los demás no son trágicos pues quieren lo que tienen y no quieren lo que no tienen; son quienes viven en paz. Yo también algún día conoceré la paz, será la paz de los sepulcros.
Twitter:
@oscardelaborbol
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