LECTURAS | El libro de mi padre o una suite europea, de Jean Meyer

Un libro que es al mismo tiempo aventura entrañable y crónica de los sucesos más importantes del siglo XX. El libro del historiador sobre su padre

Ciudad de México, 7 de genero (SinEmbargo).- En este libro que a ratos se puede leer como una novela de aventuras o como una crónica de algunos de los sucesos más importantes del siglo XX vistos desde la frontera entre Alemania y Francia, Jean Meyer nos cuenta la historia de un hombre que comprendió lo que significa ser originario de Alsacia en tiempos heroicos, en la paz y en la guerra.

“Mi padre murió en el año 2000, a los 86 años; mi madre en 2006, a los 92: entonces tuve que vaciar su departamento. Su valiosa biblioteca de historia y literatura mundial se encuentra ahora felizmente en México, en el CIDE. A la hora de la mudanza, encontré una caja de cartón con la inscripción “Mi autobiografía”, llena de cuadernos que había escrito mi padre desde los 12 años. Hombre secreto y discreto, mi padre no redactó nunca una autobiografía en sentido estricto. Pero el material me pareció tan interesante que inventé este libro que, de cierta manera, se me fue de las manos.”

Extracto del libro El libro de mi padre o una suite europea, de Jean Mayer, publicado en el sello Tusquets, 2016. Cortesía otorgada bajo el permiso de Grupo Planeta México

Primera parte Alsacia de 1914 a 1918

“François-Xavier Weber (1822-1913), humilde campesino de Wilwisheim, en el Bajo Rin, fue treinta años alcalde de su pueblo. En 1870, durante la invasión de Alsacia por parte de las tropas alemanas, defendió tan bien los intereses de sus conciudadanos y de la Francia resistente que los alemanes se lo llevaron como rehén a Dettwiller, atado durante un día entero a un cañón. Sólo gracias a las gestiones hechas por un notable de la región, el molinero Ramspacher, finalmente fue liberado.” Este hombre era el abuelo materno de mi abuelo materno, Joseph Barth (1884-1966), y es este último el autor de las líneas anteriores: 69 Regimiento de Infantería de Línea

La presente cartilla contiene cuarenta y ocho páginas

Pertenece a Nombre En letra bastarda meyer Apellidos André Sobrenombres Matrícula núm. 5213 Laval, a 21 de julio de 1872 estado civil señas Último domicilio en Otterswiller Estatura 1 m 59 cm Cantón de Marmoutier Departamento del Bajo Rin Rostro oval Profesión carpintero Frente baja Nació el 29 de julio de 1848 Ojos azules En Otterswiller Nariz pequeña Cantón de Marmoutier Boca grande Departamento del Bajo Rin Mentón redondo y de Goetz Madeleine Cejas rubias Con domicilio en Otterswiller  Incorporado a partir del 22 de julio de 1870 como reemplazo, admitido por el consejo de revisión del 22 de abril de 1869, bajo las órdenes del se- ñor Pillot, Jean, Noël, Eustache. Servicios y posiciones diversas antes de la incorporación: Como joven soldado del 1 de diciembre de 1869 al 25 de marzo de 1870, de la 2ª porción de la clase 1868. Llegada al cuerpo el 26 de julio de 1870 como soldado de 2ª clase. Campañas: contra Alemania 1870-1871 en el sitio de París contra la insurrección en el interior. Herida: contra Alemania. Herido ligeramente del lado izquierdo del pecho, bayonetazo. Un sablazo a la derecha de la espina dorsal. Motivo y fecha del cese del servicio en el cuerpo: Dado de baja como perteneciente a una provincia cedida a Alemania, el 21 de julio de 1872.

* * * Este André Meyer (1848-?) era el abuelo de mi padre, de nombre André, como él (nacido en 1913 en Estrasburgo, muerto en Aix-enProvence en 2000). Hicieron la guerra de 1870 a 1871, como él, sus padres y primos: Florent Meyer, en el 10o Regimiento de Cazadores; André Ockert, en el 8o de Acorazados; Joseph Boehm y Antoine Bodlenner…; como ellos, en mi línea materna, los Barth, Weber, Runtz, Stroesser, Stemmelen, Hoelt… La guerra de 1870 se perdió rápidamente. Deseada por un partido en París («Si Prusia se niega a combatir, la obligaremos a hacerlo») y por el canciller Bismarck en Berlín, la declararon el 18 de julio: el Senado y el cuerpo legislativo la aprobaron «sin remordimientos».

Guerra relámpago: Francia se encontró sola frente a todas las Alemanias, reunidas por Prusia, y peleó dos contra uno, con una falta de preparación total y bajo las órdenes de un alto mando lamentable. El 4 de agosto los alemanes aniquilaron en Wissembourg al ejército del general Abel Douay; el 5 derrotaron a Mac-Mahon en Frœschwiller y a Frossard en Forbach. Diez días después bloquearon a Bazaine en Metz. El 1 de septiembre se perdió la batalla de Sedán, en presencia de Napoleón III, que envió un telegrama a la emperatriz: «El Ejército está derrotado. Al no haber podido hacer que me mataran en medio de mis soldados, tuve que dejarme apresar para salvar al ejército».

El 4 de septiembre se proclamó la República en París. Los alemanes no tardaron en sitiar la capital. El 12 de agosto los alemanes habían comenzado formalmente el sitio de Estrasburgo; después, en la noche del 18, un bombardeo sistemático asoló la ciudad hasta que se rindió la plaza el 28 de septiembre. El historiador Rodolphe Preuss, miembro de la guardia nocturna de Estrasburgo durante el sitio, habló del infierno: «Lo viví 46 días y 46 noches». El general Von Werder, brazo derecho de Moltke, apodado «Moerder» (asesino) por los estrasburgueses, asumió orgullosamente la responsabilidad de esta gran primicia histórica: varios cientos de civiles asesinados, miles de heridos, una ciudad incendiada, la devastación de la vieja biblioteca, que contaba con trescientos mil volúmenes, la destrucción de varias iglesias y templos, incluyendo la gloriosa catedral. Miles de alsacianos se unieron al ejército del Este; mientras, en los Vosgos, los francotiradores multiplicaban sus incursiones, provocando terribles represalias y un terror prolongado en el seno del ejército alemán. Tan prolongado que mi abuelo, Joseph Meyer (1882-1968), nacido en Otterswiller, al igual que sus antepasados, hizo que me aprendiera de memoria el discurso en alemán de su sargento, pronunciado en el cuartel de Saverne, en 1902: Was sind Francs-Tireurs? Ganz gewoehnliche Menschen, Dumm, Bauerluemmels, die mit verosteten Gewehr, Schiessbrückel und PP, die deutschen Soldaten, im Krieg Siebzig-Einundsiebzig, meuchlisch ermordet haben. Was sind Francs-Tireurs?

Y el conscripto tenía que repetir: ¿Qué son los francotiradores?, hombres perfectamente ordinarios y tontos, campesinos torpes que, con fusiles oxidados, escopetas inservibles y otros fierros viejos, asesinaron a traición a los soldados alemanes durante la guerra de 70-71. Veremos el resultado de este discurso en 1914, en Alsacia. Alsacia está ocupada, Alsacia es codiciada. De manera intermitente desde 1814, la propaganda alemana había ganado intensidad, y a partir de 1848 sobre todo en los medios universitarios. En agosto de 1870, afirmó el gran historiador Théodore Mommsen que Alsacia era alemana. Fustel de Coulanges, expulsado por los prusianos de la Universidad de Estrasburgo, le respondió: ¿Alsacia es alemana o francesa? Respuesta al señor Mommsen, profesor en Berlín.

Mi padre, André Meyer, copió a mano este texto relevante para leerlo en una serie de conferencias que dio en Marsella y en Aix, en 1944 y 1945, con el fin de explicar a los provenzales el drama de los alsacianos y los loreneses. Cito algunos de sus pasajes, lamentando no reproducir el texto en su totalidad. París, a 27 de octubre de 1870 Señor, Ha dirigido usted recientemente tres cartas al pueblo italiano. Estas cartas, que primero se publicaron en los diarios de Milán y que después fueron compiladas en un folleto, son un verdadero manifiesto contra nuestra nación. Ha hecho a un lado sus estudios históricos para atacar Francia; yo hago a un lado los míos para responderle. […] Sin el menor circunloquio, escribe usted que Prusia debe apoderarse de Alsacia y conservarla […]. El señor de Bismarck aún no se había pronunciado. No había dicho aún en voz alta que nos estaba haciendo la guerra para quedarse con Alsacia y Lorena. Pero, señor, era usted buen profeta y ya anunciaba las pretensiones y el objetivo de Prusia. […] Alsacia, si hemos de creerle, es una región alemana; luego entonces, debe pertenecer a Alemania. Era parte de ella en otros tiempos, de donde concluye que debe serle devuelta. Alsacia habla alemán, y la consecuencia que saca usted es que Prusia puede apoderarse de ella. […] y añade: «Queremos tomar todo lo que es nuestro, nada más ni nada menos». A eso, usted lo llama el principio de nacionalidad. Es respecto de este punto que me veo obligado a responderle. Pues es necesario saber bien si es verdad que en este horrible duelo el Derecho se halla del mismo lado que la fuerza. También es necesario saber si es verdad que Alsacia se equivocó al defenderse y que Prusia tuvo razón al bombardear Estrasburgo. […] Usted cree haber probado que Alsacia es de nacionalidad alemana porque su población es de raza germana y porque su lengua es el alemán. Pero me sorprende que un historiador como usted simule ignorar que ni la raza ni la lengua son lo que hace la nacionalidad. No es la raza: en efecto, eche un vistazo sobre Europa y verá usted que los pueblos casi nunca están conformados según su origen […]. Su teoría de las razas es contraria a todo el estado actual de Europa. Si prevaleciera, el mundo entero tendría que volver a crearse.  La lengua tampoco es el signo de la nacionalidad. En Francia se hablan cinco lenguas […], tres lenguas en Suiza […]. Lo que distingue a las naciones no es ni la raza ni la lengua. Los hombres sienten en su corazón que son un mismo pueblo cuando tienen una comunidad de ideas, intereses, afectos, recuerdos y esperanzas. Eso es lo que hace a la patria […]. Tal vez Alsacia sea alemana por la raza y por el lenguaje, pero por la nacionalidad y el sentimiento de la patria, es francesa. ¿Y sabe usted qué la volvió francesa? No fue Luis XIV, fue nuestra Revolución de 1789. Desde ese momento, Alsacia ha seguido todos nuestros destinos; ha vivido nuestra vida. Todo aquello que pensábamos, ella lo pensaba; todo aquello que sentimos, ella lo sentía. Ha compartido nuestras victorias y nuestros reveses, nuestra gloria y nuestros yerros, todas nuestras alegrías y todos nuestros dolores. No ha tenido nada en común con ustedes. La patria, para ella, es Francia. El extranjero, para ella, es Alemania. Todos los razonamientos del mundo en nada van a cambiar eso. Por más que invoque usted la etnografía y la filología. No estamos aquí en un curso universitario. Estamos en medio de hechos y en pleno corazón humano […]. Lo ha visto usted desde hace dos meses. El 6 de agosto, Francia estaba vencida; Alsacia, desprovista de tropas, estaba abierta para los alemanes. ¿Y cómo los recibió? Los campesinos alsacianos tomaron sus viejos fusiles de piedra [soy yo, Jean Meyer, quien lo subraya, dado que eso es lo que dirá el sargento prusiano, en 1902, al recluta Meyer] y sus picos para combatir al extranjero. Muchos de ellos, no pudiendo soportar la presencia del enemigo en sus pueblos, se refugiaron en las montañas, y en estos momentos están defendiendo con firmeza cada desfiladero y cada barranca. Han conminado a Estrasburgo a que se rinda, y ya sabe cómo ha respondido. Ahora bien, tome nota sobre este punto. La guarnición de Estrasburgo no tenía sino 2 500 soldados y el VI regimiento de artillería, compuesto por alsacianos. Es la población estrasburguesa la que resistió a los alemanes. Es un general alsaciano el que comandaba la ciudad; el obispo, que tan fuertemente rechazaron en el campo alemán, era un alsaciano. […] Todos esos hombres hablaban su lengua, pero ciertamente no se sentían sus compatriotas. Y esos soldados alemanes que lanzaban bombas contra Estrasburgo, que apuntaban a la catedral, que quemaban el Templo nuevo, la biblioteca, las casas, el hospital […], dígalo francamente, con la mano en el corazón, ¿se sentían sus compatriotas? […] Del mismo modo en que los primeros cristianos confesaban su fe, Estrasburgo, por medio del martirio, ha confesado que es francesa. Usted, señor, es un historiador eminente. Pero cuando nosotros hablamos del presente no fijamos mucho la mirada sobre la historia. La raza es historia, es pasado. La lengua también es historia, es lo que queda y es el signo de un pasado lejano. Lo que es actual y está vivo son las voluntades, las ideas, los intereses, los afectos. Tal vez la historia le diga que Alsacia es una región alemana, pero el presente le demuestra que es una región francesa. […] Si Alsacia es y sigue siendo francesa, es únicamente porque quiere serlo. Sólo la volverán alemana si algún día tuviese razones para querer ser alemana. Su suerte depende únicamente de ella. […] Estrasburgo no le pertenece a nadie. Estrasburgo no es un objeto de posesión que tengamos que restituirles. Estrasburgo no es de nosotros, está con nosotros. […] Estamos combatiendo contra ustedes a propósito de Alsacia, pero que nadie se equivoque: no estamos combatiendo para someterla, estamos combatiendo para impedirles que la sometan. 1 (Victor Hugo, «Avant la conclusion du traité» [«Antes de la conclusión del tratado»]) Siendo muy pequeños, mi hermana y yo aprendimos este cántico en familia.

* * * Los tratados preliminares de paz fueron firmados en Versalles el 26 de febrero de 1871 por Adolphe Thiers, Jules Favre y Otto von Bismarck. En sustancia, decían: 1 Fustel de Coulanges, Questions contemporaines, París, Hachette, 1917, 2a edición, pp. 96-99. Deux provinces écartelées Strasbourg en croix, Metz au cachot, Sedan, déserteurs des mêlées, Marquent la France d’un fer chaud. Dos provincias divididas Estrasburgo en cruz, Metz en el calabozo. Sedán, desertores de las peleas Marcan a Francia con hierro candente. Vous n’aurez pas l’Alsace et la Lorraine, Et malgré vous nous resterons Français. Vous avez pu germaniser la plaine, Mais, notre cœur, vous ne l’aurez jamais. No tendrán ni Alsacia ni Lorena. Y a su pesar seguiremos siendo franceses. Habrán podido germanizar la llanura, Pero nuestro corazón no lo tendrán jamás.

El nuevo libro del historiador Jean Meyer. Foto: Especial

El nuevo libro del historiador Jean Meyer. Foto: Especial

Francia renuncia a favor del Imperio alemán a todos sus derechos y títulos sobre los territorios situados al este de la frontera señalada más abajo. [Se trata de una parte de los departamentos de Mosela, con la ciudad de Metz, Meurthe, Vosgos y de los dos departamentos del Bajo Rin y del Alto Rin, es decir una parte de Lorena y toda Alsacia. Nota de Jean Meyer.] El Imperio alemán poseerá estos territorios a perpetuidad, con plena soberanía y propiedad. […] Artículo 2. Francia pagará a Su Majestad el Emperador de Alemania la suma de cinco mil millones de francos… Paréntesis: hacia 1900, a un mendigo alemán que le tendía la mano, Joseph Farner, padre de mi abuela paterna, dijo: «Repártanse los cinco mil millones». Imponer un tratado semejante era no tomar en cuenta la profética advertencia, con fecha del 1 de octubre de 1870, hecha por Émile Ollivier al rey de Prusia: Si respeta nuestro territorio, contentándose con la gloria inmensa que acaba de adquirir y con la facilidad por usted asegurada a partir de ahora para hacer en Alemania lo que desee, estará usted asegurando al mundo una paz bella y duradera. Si toca nuestro territorio, dará comienzo a una nueva guerra de Treinta Años. Si no es usted ambicioso, preparará la alianza indisoluble de las razas latinas y germanas. Si es usted un conquistador, preparará contra Prusia la alianza de las razas eslavas y latinas. Invoca usted a Dios en sus parlamentos. Yo también creo en Dios y en su justicia. Pero no tenga usted la menor duda: él castigará a su pueblo y a su raza si, henchido por la victoria, arranca violentamente la patria francesa a poblaciones que la llevan en las entrañas. 2 Bismarck, en sus Pensamientos y recuerdos, al hablar de sus inicios, escribió: «Si echaba yo un vistazo al mapa de Europa, me molestaba mucho que Francia hubiese conservado Estrasburgo».

En agosto de 1866, cuando Benedetti le presentó la primera petición de «propinas», como precio por la neutralidad francesa durante la guerra entre Berlín y Viena, Bismarck le respondió: «En ese caso, les haremos la guerra y les quitaremos Alsacia». 2 Tomo XV de las Mémoires de Émile Ollivier. El 19 de julio de 1870, cuando el encargado de asuntos franceses, Lesourd, le presentó la declaración de guerra, se entabló el siguiente diálogo: Bismarck: ¿A quiénes están dejando en su embajada? Lesourd: Primeramente, al conserje. Bismarck: ¿Es prusiano? Lesourd: No, es alsaciano. Bismarck: Entonces, es alemán. Lesourd: No, ciertamente es francés antes que nada.

Cuando el 8 de octubre de 1870, su pariente Bismarck-Bohlen, nombrado gobernador general de Alsacia desde el 14 de agosto, entró en Estrasburgo lanzó una proclama contundente: «Estrasburgo, a partir de hoy será y seguirá siendo una ciudad alemana». Los alsacianos resistieron. Sobre el cartel del gobernador, escribieron con letras enormes: «¡Jamás!». El 1 de marzo de 1871, en la Asamblea Nacional reunida en Burdeos el alcalde de Estrasburgo, Émile Küss cayó muerto, abatido por una crisis cardiaca, al término de la dramática sesión que ratificaba los tratados preliminares. Ya el 17 de febrero, el diputado Émile Keller, uniformado, había leído una primera protesta en nombre de todos los diputados de Alsacia y de Lorena: I. Alsacia y Lorena no quieren ser enajenadas […] sellaron con sangre el indisoluble pacto que los ata a la unidad francesa […]. II. Francia no puede consentir ni firmar la cesión de Alsacia ni de Lorena […]. III. Europa no puede permitir ni ratificar el abandono de Alsacia ni de Lorena […]. No puede dejar que se tome a un pueblo como un vil rebaño […]. Proclamamos para siempre inviolable el derecho de los alsacianos y de los loreneses a seguir siendo miembros de la nación francesa y juramos, tanto por nosotros mismos como por nuestros comitentes, nuestros hijos y nuestros descendientes, reivindicarlo eternamente y por todas las vías, respecto y en contra de todos los usurpadores. Y se le respondió: La Asamblea Nacional, que acoge con la más viva simpatía la declaración del señor Keller y de sus colegas, confía en la sabiduría y el patriotismo de los negociadores.

Volvió a subir a tribuna para reemplazar a Küss, «que se muere de dolor». Protestó, «como alsaciano y como francés, contra un tratado que, a mis ojos, es una injusticia, un embuste y un deshonor», e hizo por anticipado un llamado a Dios, a la posteridad y a todos los pueblos. Sin embargo, los preliminares son ratificados por 546 a favor y 107 en contra, luego de una súplica de Thiers. Después, el diputado Grosjean leyó los Adioses de la diputación de Alsacia y de Lorena a la Asamblea Nacional, que también redactó Keller. Los representantes de Alsacia y de Lorena, antes de cualquier negociación de paz, pusieron sobre la mesa de la Asamblea Nacional una declaración en la que se afirma de la manera más formal, en nombre de estas provincias, su voluntad y su derecho a seguir siendo francesas. Entregadas, en detrimento de toda justicia y por un odioso abuso de la fuerza, al dominio del extranjero, tenemos un último deber que cumplir. Declaramos nulo y sin valor, una vez más, un pacto que dispone de nosotros sin nuestro consentimiento. La reivindicación de nuestros derechos sigue para siempre abierta a todos y a cada uno en la forma y en la medida en que nuestra conciencia nos lo dicte. Cuando abandonemos este recinto, en el que nuestra dignidad ya no nos permite mantenernos, y a pesar de la amargura de nuestro dolor, el pensamiento supremo que encontramos en el fondo de nuestros corazones es un pensamiento de reconocimiento para aquellos que, durante seis meses, no han dejado de defendernos, y de inalterable adhesión a la patria de la que estamos siendo violentamente arrancados. Haremos votos por ustedes y esperaremos, con una confianza absoluta en el porvenir, que la Francia regenerada retome el cauce de su enorme destino. Sus hermanos de Alsacia y de Lorena, separados en este momento de la familia común, seguirán sintiendo por Francia, ausente en sus hogares, un cariño filial hasta el día en que regrese a retomar su lugar.

3 Émile Keller (1828-1909), precursor del catolicismo social, fue seis veces diputado del Alto Rin, después de Belfort, que siguió siendo francés, entre 1859 y 1889. Mi padre anotó en su diario, en julio de 1946: Keller vivía en el vallecito de Saint-Nicolas, en las laderas de los Vosgos, por Rougemont. Pasé muy cerca de ahí, sin saberlo, cuando me fugué en el invierno de 1940. Vi ahí a uno de sus hijos, Pierre, que me recibió 3 J. Rossé et al., Das Elsass von 1870-1932, Alsatia, Colmar, 1934, tomo IV, pp. 247-264. en su mesa y me mostró la tumba de su padre, con esta inscripción: Aquí yace, Émile Keller, diputado francés, coronel de Francotiradores, inscripción que le valió la animosidad de los alemanes en 1940. Se las arregló con el pillaje de su cava, luego de que él mismo fuera acusado de ser… jefe de Francotiradores. Un hijo y cuatro nietos de Émile Keller murieron durante la Gran Guerra portando el uniforme francés. El artículo 2 del Tratado de Fráncfort, ratificado el 10 de mayo de 1871, especifica: Los sujetos franceses originarios de territorios cedidos, que tengan su domicilio actual en ese territorio [Noten, queridos lectores, que ni los preliminares ni el tratado mencionan nunca por su nombre a Alsacia ni a Lorena, parcialmente anexada; no se habla más que de «territorios cedidos». Nota de J. M.], que tengan la intención de conservar la nacionalidad francesa, tendrán hasta el 1 de octubre de 1872, y por medio de una declaración previa realizada ante la autoridad competente, la facultad de trasladar su domicilio a Francia y de instalarse ahí, sin que el mencionado derecho pueda ser alterado por las leyes del servicio militar, en cuyo caso la calidad de ciudadanos franceses les será respetada. Serán libres de conservar sus inmuebles ubicados en el territorio anexado a Alemania. Ningún habitante de los territorios cedidos podrá ser perseguido, molestado o investigado en su persona o en sus bienes en razón de sus actos políticos o militares durante la guerra. 4 Este artículo, aparentemente liberal, no lo era: Ofrecía la siguiente alternativa [escribe mi padre, al margen del texto que acabo de citar. Nota de J. M.]: o permanecer en Alsacia y sufrir el yugo germánico, aunque manteniendo el alma alsaciana, es decir, francesa; o irse a Francia, abandonándolo todo: bienes, propiedades, casa, familia, todo o en parte, es decir, irse a Francia y volver a empezar de cero. Eso fue lo que hicimos Annette [mi madre. Nota de J. M.] y yo en 1940.

En efecto, a todos aquellos que hubieran optado por la nacionalidad francesa ya no se les permitiría residir en Alsacia, sino en calidad de simples residentes extranjeros. Con unas cuantas excepciones, los agricultores, gestores, industriales, propietarios, comerciantes 4 Ibid., p. 252. y demás, se vieron en la imposibilidad de arreglar su situación entre mayo de 1871 y el 1 de octubre de 1872. Optar por Francia significaba perderlo todo, porque era imposible seguir trabajando ahí en condiciones precarias, en calidad de simples residentes, siempre sometidos a la vigilancia y a las decisiones de la administración alemana. Los alsacianos y los loreneses, que no podían dejar su terruño más que a condición de comprometer todo su patrimonio material y afectivo, y a menudo el de los demás, ¿le debían este sacrificio a la patria perdida y que deseaban recobrar? Sí, dice André Meyer, campesino pobre y carpintero; sí, dice el primo Stemmelen, que abandonó su granja del Alto Rin y se instaló con su familia en el Jura, en la meseta de Champagnole. En 1940, sus descendientes recibirán a los descendientes de aquellos que permanecieron en Alsacia, que entonces huían de la anexión nazi. Tratados del 10 de mayo del 11 de diciembre de 1871

OPCIÓN POR LA NACIONALIDAD FRANCESA

A 29 de septiembre de 1872 Ante nosotros, el Alcalde de la ciudad de Lunéville, departamento de Meurthe-et-Moselle, compareció André MEYER carpintero con domicilio en Lunéville, calle Banaudon 25 nacido en Otterswiller, distrito de Saverne el 29 de julio de 1848 Quien, conforme a los artículos 2 del Tratado del 10 de mayo y 1 de la Convención Adicional del 11 de diciembre de 1871, declaró optar por la nacionalidad francesa, misma que desea conservar. Otro documento confirma: Por orden del Ministro de Guerra, el Jefe del Servicio Interior certifica que de los registros, matrículas y documentos depositados en los Archivos de Guerra se extrajo lo siguiente: MEYER André, hijo de Michel y de Madeleine Goetz, nacido el 29 de julio de 1848, en Otterswiller (Bajo Rin), declaró el 29 de septiembre de 1872 en Lunéville (Meurthe) que opta por la nacionalidad francesa. El mismo documento precisa que, siendo soldado del 110 regimiento de infantería, había sido: «Reenviado a su lugar de origen el 9 de abril de 1871 como perteneciente a las regiones anexadas. Fue incorporado al cuerpo el 1 de octubre de 1872 como resultado de su…

Jean Meyer recuerda a su padre. Foto: Especial

Jean Meyer recuerda a su padre. Foto: Especial

¿Quién es Jean Meyer? Ha sido profesor investigador en El Colegio de México, la Sorbona, la Universidad de Perpiñán y El Colegio de Michoacán. Desde 1993 trabaja en el Centro de Investigación y Docencia Económicas (CIDE), institución donde fundó la división de historia y la revista internacional Istor. Es autor de más de treinta libros, de los que Tusquets Editores ha publicado: El sinarquismo, el cardenismo y la Iglesia, La cruzada por México, El celibato sacerdotal y Camino a Baján, entre otros.

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