Acababa de descubrir la Leica. Se transformó en la extensión de mis ojos y nunca me he separado de ella desde que la hallé. Merodeaba por las calles todo el día, tenso y preparado para brincar, resuelto a “atrapar la vida”, a preservar la vida en el acto de vivir. Ante todo, ansiaba apresar en los confines de una sola fotografía toda la esencia de alguna situación que estuviera desarrollándose delante de mis ojos. Henri Cartier-Bresson
Por Paola Sanabria
Ciudad de México, 7 de enero (SinEmbargo).- ¿Cuántas fotografías se revelan en el cuarto oscuro de un libro? En la obra México en sus imágenes, John Mraz nos conduce por la historia de la fotografía en México y nos enseña cómo ésta fue un factor fundamental para crear y manipular la identidad visual y cultural de nuestro país.
Las imágenes han sido importantes en la historia de la humanidad porque nos cuentan algo sin importar la técnica que se utilice. Susan Sontag menciona en Sobre la fotografía que “la imagen quizá distorsiona pero siempre queda la suposición de que existe, o que existió algo semejante a lo que está en la imagen”. Después de hacer diferentes pruebas con técnicas, materiales y químicos, descubrieron que con la litografía se podían reproducir imágenes mediante el grabado o dibujo en una piedra, pero todo el proceso de impresión era muy extenso y tardado. Una técnica que revolucionó la forma de capturar imágenes fue el daguerrotipo; sin embargo ésta no se podía reproducir. A partir de las bases de esta técnica y la inquietud del hombre, llegó la cámara fotográfica, un instrumento poco accesible en aquellos tiempos que afortunadamente cayó en las manos correctas. Podemos recordar a fotógrafos como Tina Modotti, Manuel Álvarez Bravo o Hugo Brehme (entre otros), que capturaron la esencia de la mexicanidad, tal como se detalla en esta obra.
John Mraz habla sobre las fotografías y los fotógrafos. No se trata de una tarea fácil, ya que cada imagen es una interpretación subjetiva; el fotógrafo le confiere un sentido particular en el que se involucran la cultura y una historia personal. Una cámara fotográfica en las manos nos confiere el poder de manipular el entorno, el tiempo y el espacio; es un medio por el que nos apropiamos del mundo. En este proceso, el fotógrafo está inherente en el negativo.
Susan Sontag, en Sobre la fotografía, menciona que: Durante muchos decenios, el libro fue el modo más influyente de ordenar (y por lo común de reducir) fotografías, garantizando así su longevidad, si no su inmortalidad —las fotografías son objetos frágiles que se rompen o extravían con facilidad—, y un público más amplio. La fotografía en un libro es, obviamente, la imagen de una imagen. Pero ya que es, para empezar, un objeto impreso, liso, una fotografía pierde su carácter esencial mucho menos que un cuadro cuando se la reproduce en un libro. Con todo, el libro no es un arreglo enteramente satisfactorio para poner en circulación general conjuntos de fotografías. La sucesión en que han de mirarse las fotografías la propone el orden de las páginas, pero nada obliga a los lectores a seguir el orden recomendado ni indica cuánto tiempo han de dedicar a cada una.
Así como la fotografía conlleva una interpretación del entorno, el diseño editorial también implica sentido. En el tiempo que he trabajado en Artes de México, me he encontrado con colegas diseñadores que le aportan su impronta a cada publicación. En la revista Artes de México y en los libros de las demás colecciones, encontramos diversos sellos particulares como referencias a libros antiguos, capitulares con algún detalle, diseños alusivos al trabajo de Vicente Rojo —uno de los artistas que le dio carácter y esencia al diseño gráfico mexicano—, títulos dispuestos tipográficamente con elegancia, habilidad y destreza, espacios compuestos de manera inteligente en los que se adaptan títulos, texto e imágenes para dar como resultado páginas limpias y sobrias, el diseño de páginas individuales que al juntarse son impactantes y cuentan con más estilo que una infografía, o la creación de collages que se retroalimentan de la personalidad de quien los crea.
En el caso de México en sus imágenes, el diseño de Karina Torres deja su sello en un formato de 17.5 x 22.5 centímetros. Pertenece a la Colección Destiempo, un espacio para libros académicos entre los que se encuentran Libana y La cara oculta del pliegue, también diseñados por ella. Este formato es ideal para textos de investigación. Las páginas cuentan con márgenes internos más grandes que los externos para que, al momento de abrir el libro, la lectura sea accesible. La tipografía utilizada fue Garamond premier pro, se trata de una letra con formas estilizadas y mucho carácter, lo mejor de dos tiempos, ya que Robert Slimbach retomó la forma básica de los tipos de metal de Claude Garamond. Es algo parecido a lo que sucedió entre el daguerrotipo y la fotografía, retomar para evolucionar. El tamaño de la caja es idóneo para las fotografías; sin importar si éstas se encuentran a un cuarto de la página o a doble página, los interiores del libro las hacen lucir. En este libro hay dos elementos distintivos del diseño. El primero son los glifos utilizados: una cámara antigua con tripié y un ojo que alude a las diferentes miradas que analiza Mraz en esta obra. El segundo es el uso de colores vibrantes como el verde en las solapas y en la contraportada, recurso que proyecta un diseño contemporáneo y minimalista que convive con lo clásico y ergonómico que se necesita para un libro con texto de investigación.
La fotografía y el diseño editorial poseen elementos afines. Así como el lente da diferentes visiones y ángulos, un libro proporciona miradas gráficas y estilos y en ambos se encuentra la huella de la identidad de quien los realiza.
El libro México en sus imágenes de John Mraz (Artes de México: 2014), está disponible en esta página. Una sección curada por Artes de México.