La historia no es nueva: una madre que decide migrar junto a sus hijos para darles un mejor futuro, pero que a la vez debe abandonar cada día para trabajar y darles esa vida por la que decidió salir de su país. Sin embargo, aunque ya la hemos escuchado antes, sigue pasando, y sin leyes que los protejan, también sucederá a miles más en los años que vienen.
Irapuato, Guanajuato, 23 de septiembre (SinEmbargo).– Los Lobos, del director jalisciense Samuel Kishi que aborda la migración infantil, celebra su estreno a nivel nacional al haber sido elegida para inaugurar la edición número 23 del Festival Internacional de Cine de Guanajuato.
La película que inició con un recorrido exitoso obteniendo el premio del jurado en la Sección Generación Kplus del Festival Internacional de Cine de Berlín, arribó por primera vez al país para estrenarse en el autocinema de Irapuato.
La noche del lunes, día de la inauguración, su director fue acompañado al escenario de los actores de su cinta Martha Lorena Reyes (Lucía), y Máximiliano y Leonardo Nájar, los niños protagonistas.
«El estreno en Guanajuato es muy trascendente a muchísimo niveles. El ser la película inaugural fue maravilloso, de entrada porque hace 11 años con mi primer largometraje estuve en Guanajuato y fue parte de la selección de los cortometrajes inaugurales también, entonces es como cerrar un círculo ya como a título personal, pero también para toda la carrera de la película el estrenar en México es importantísimo, y este estreno significó que los niños vieran por primera vez la película, y para mí fue muy fuerte después de siete meses de no ver la película en pantalla grande. Escuchar la reacción de la gente, que esta vez en lugar de aplausos fueron claxonazos, me maravilló y me llenó de energía», comentó Kishi en entrevista para SinEmbargo.
Los Lobos narra la historia de una mujer que viaja a los Estados Unidos junto a sus hijos en búsqueda de una mejor vida. La llegada a aquel país no es fácil, Lucía, la madre, debe salir cada día en extenuantes jornadas de trabajo para poder comer y pagar la renta de un modesto cuarto donde deja a sus hijos todo el día solos.
Los niños no van a la escuela y las horas se hacen eternas estando solos. Ellos se las ingenian para distraerse y su madre les deja una grabadora en donde están las reglas de la casa, lecciones de inglés que los entretiene, pero sobre todo la voz de Lucía que resulta ser un bálsamo para no extrañarla tanto.
La trama está basada en la propia historia del director, cuando su madre viajó a California, con él y su hermano a cuestas.
«Cuando tenía cinco años, mi mamá nos llevó a mi hermano a mí a vivir a Santa Ana, California, a probar una nueva vida. Íbamos con unas pocas mudas de ropa y una grabadora Fisher-Price, una grabadora casete, entonces cuando mi mamá tenía que salir a trabajar o en búsqueda de trabajo, nos tenía que dejar encerrados en un pequeño departamento».
«Muy inteligente mi mamá para que no la extrañáramos y para sopesar todo este tipo de cosas decidió grabar historias y cuentos, las reglas de la casa, muchas dinámicas para nosotros en esa grabadora. Nos decía ‘si me extrañan póngale play a la grabadora y grábense ustedes también. Entonces empezamos hacer también esta dinámica en la grabadora, a ser criados por mamá y mamá grabadora también, y a construir un mundo imaginario con esa grabaciones. Mi hermano y yo también empezamos a hacer esas historias, nuestros programas de radio y cositas así», agrega.
Contar parte de su infancia fue el impulso para llevar la historia a la pantalla. Sin embargo, mostrar por lo que pasan millones de niños migrantes alrededor del mundo, como le pasó a él, fue su mayor objetivo. Reatratar todo desde la mirada de los niños.
«Para mí era muy importante que no nos quedáramos en la anécdota, sino que no fuera una película meramente anecdótica, pero a partir de eso robustecerla con toda la aparte de la investigación: ¿En qué momento mi historia se puede convertir en la tuya?, ¿qué puntos de conexión puede ver? y ¿qué temas son los que podremos hablar? Los temas migratorios, los temas de migrantes, un tema que no es ajeno a cualquier ser humano en este mundo. Todos de alguna manera hemos sido migrantes. Migras de una casa cuando de mudas te a otra casa, de un barrio a otro barrio, de una ciudad a otra ciudad. No somos ajenos a esa situación del arraigo y del desarraigo», explica.
Samuel Kicshi inició una investigación para abordar el tema. Su madre fue la primera persona a la que se acercó, a sus familiares migrantes en Estados Unidos también entrevistó, una de ellos, su prima y fotógrafa de estas comunidades, lo acercó a asociaciones y centros que apoyan a personas en la misma situación.
«Dije ‘esto sigue y seguirá ocurriendo infinidad de veces’, y hay muchas cosas que no han cambiado hoy en día, sólo que ahora todo es más violento. Todo es más oscuro en ese sentido. Algo que me motivó también a querer hacer una película era que a pesar de que el tema es rasposo pudiera ser una película tierna, pudiera ser una película con un toque de luz de esperanza».
Y es así. La soledad de dos niños migrantes en un pequeño cuarto sin poder comunicarse ni comprender el idioma de los demás es una situación brutal. No obstante, la cinta no sólo presenta el negro panorama por el que pasan estas familias, sino además da al espectador una especie de alivio cuando muestra que siempre existe una mano de ayuda.
La cinta termina por generar empatía con el espectador y logra que se identifique con los temas aunque nunca se haya pisado el suelo de otros país.
«Era como un fuego que me quemaba por contar y generar este cine al que le llamo ‘cine puente’, que pudiera ver un público especializado, pero también público más común. Generar este tipo de empatía. No me interesa que el cine que haga se quede nada más en un círculo de festivales, me interesa que se puedan abrir y democratizar más. Que pueda llegar a más ojos y más espectadores».
«Creo fervientemente que la empatía y el ternura es el nuevo ‘punk’ necesitamos llenarnos de empatía en estos momentos tan oscuros que estamos viviendo tanto por la pandemia o la violencia que estamos viendo en el país con toda esta separatividad que vivimos a través de las redes y la escena política. Tenemos que encontrar ya puntos donde podamos vernos y mirarnos a los ojos. Y sentirnos en los zapatos de los otros para poder seguir amando como sociedad. El cine y arte en general, es un gran pegamento».