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Alejandro De la Garza

11/06/2022 - 12:03 am

Un libro desestabilizador

«Pero más bien hay una suerte de aura romántica muy dudosa sobre este oficio también de tinieblas. Por ello, al escorpión le parece acertada la forma como estas combativas mujeres pusieron el concepto en entredicho (…)».

<em>putas Activistas Y Periodistas<em> Empieza Por Poner En Entredicho Y Desestabilizar El Concepto Mismo De putas Foto Especial

El sino del escorpión regresa luego de más de un lustro a El Alicia, ese foro capitalino de resistencia cultural y contracultural a cargo del estoico Nacho Pineda, quien ha resistido los embates contra su labor de difusión artística alternativa por casi 30 años. Y nada mejor para volver a este foro que la presentación de un libro desestabilizador de conceptos e ideas: Putas, activistas y periodistas, editado por Desinformémonos y la Brigada Callejera, pone, efectivamente, en cuestión los tres conceptos de su tan risueño como venenoso título.

El volumen es producto de un taller de periodismo impartido por Gloria Muñoz Ramírez a un grupo de cinco trabajadoras sexuales a lo largo de casi una década, un taller convertido en genuino intercambio de experiencias vitales, afecto, sororidad y aprendizaje profundo. La atractiva edición, ilustrada con refinadas fotografías, contiene entrevistas realizadas por esas trabajadoras sexuales a 16 de sus colegas de trabajo, tanto mujeres como trans, un puñado de testimonios dolorosos, despojados de cualquier idea romántica sobre el trabajo sexual y cruzados por el sufrimiento y la violencia. En efecto, hay violaciones infantiles, descomposición y desintegración familiar, violencia doméstica, drogadicción, alcoholismo, persecución y abuso policiaco, enfermedad, discriminación y extorsión. Pero también hay luz en esas oscuras profundidades, la dignificación de un trabajo y de unas vidas merecedoras de respeto y admiración por su capacidad de luchar a contracorriente del infortunio y la pobreza, y de empoderarse como mujeres plenas y radicalmente humanas.

Quienes leen al alacrán (si alguien), saben de su inclinación por el movimiento y la inestabilidad como fuentes más productivas de los saberes transgresores, en contraste con la fijeza y la inmovilidad propias de los conocimientos normativos. Putas, activistas y periodistas empieza por poner en entredicho y desestabilizar el concepto mismo de “putas”, pues no se aceptan como prostitutas, concepto imbricado de corrupción y descomposición; ni tampoco como sexo servidoras, porque no sirven, sino realizan un trabajo. De ahí su autoadcripción como trabajadoras sexuales, término referido al ejercicio de sus derechos. Y desde luego está el viejo y desestabilizador debate entre la reivindicación de su trabajo en condiciones dignas y legales versus las y los abolicionistas exigiendo su desaparición desde algunas izquierdas y otros feminismos.

Tema peliagudo, donde los haya, atestigua el escorpión, pero al cual Gloria Muñoz repone con fuerza: “Tratar de entender las causas estructurales que llevan a miles de mujeres y trans a refugiarse en este oficio, acompañarlas, escucharlas sin tratar de salvarlas y luchar junto con ellas por sus derechos, es más complejo y está lleno de matices. Y por ahí empieza el aprendizaje”.

Es este terreno, donde también desestabilizan el concepto de “activistas”, pues han conocido a muchos de ellos de escritorio, personas independientes o de grupos y fundaciones dispuestas a acercarse a ellas para estudiarlas, realizar una tesis o un estudio sociológico, pero sin luchar por su causa ni participar con ellas. Aquí fue donde intervino la Brigada Callejera de Apoyo a la Mujer “Elisa Martínez” y sus fundadores Jaime Montejo y las hermanas Elvira y Rosa Icela Madrid, quienes por dos décadas han recorrido prostíbulos, ministerios públicos, antros, hoteles, zonas de tolerancia, hospitales, fosas comunes y más en apoyo a las trabajadoras sexuales heridas, detenidas o muertas. Estar ahí en la calle con ellas es ver de cerca muchos horrores y aprender de respeto y sororidad.

Al venenoso nunca le ha gustado la idea romántica del periodismo, le parece un exceso, sin demeritar para nada a los periodistas en zonas criminales de nuestro país, donde se la rifan de verdad. Pero más bien hay una suerte de aura romántica muy dudosa sobre este oficio también de tinieblas. Por ello, al escorpión le parece acertada la forma como estas combativas mujeres pusieron el concepto en entredicho y lo desestabilizaron, al aprender ellas mismas las técnicas del oficio para realizar las entrevistas a sus compañeras.

Dicen las autoras: “…hemos visto cómo los medios de comunicación y periodistas están al servicio de los poderosos… cuando se trata de nosotras desvirtúan una realidad para volverla amarillista, oscura, alarmista. De plano invisibilizan los hechos trascendentes de nuestra historia”. Y añaden, por eso estamos aquí “para contar nuestra historia. Para que cada verdad, cada situación, cada denuncia y cada evento sea conocido sin que interfieran intereses que pueden desviar lo importante”. En resumen, no confían en los periodistas y mejor ellas pusieron manos a la obra, literal.

El libro está en Creative Commons y seguro el lector podrá consultarlo vía internet. En El Alicia termina entonces la presentación del libro con cumbias, cervezas y conversaciones fuertísimas y bien subidas de tono con Krizna, Beatriz, Mérida, Sandra y Soledad, magnificas mujeres, putas, activistas y periodistas del taller de periodismo de abajo “Aquiles Baeza” (¡aguas!).

@Aladelagarza

Alejandro De la Garza
Alejandro de la Garza. Periodista cultural, crítico literario y escritor. Autor del libro Espejo de agua. Ensayos de literatura mexicana (Cal y Arena, 2011). Desde los años ochenta ha escrito ensayos de crítica literaria y cultural en revistas (La Cultura en México, Nexos, Replicante) y en los suplementos culturales de los principales diarios (La Jornada, El Nacional, El Universal, Milenio, La Razón). En el suplemento El Cultural de La Razón publicó durante seis años la columna semanal de crítica cultural “El sino del escorpión”. A partir de mayo de 2021 esta columna es publicada por Sinembargo.mx
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