A tres años de la creación de los grupos de autodefensas en Michoacán, las personas que estuvieron involucradas en el conflicto aseguraron que las vidas y presos que cobró el movimiento valieron la pena. Los protagonistas afirman que los cambios que hoy se viven fueron gracias a la lucha que estalló hace 36 meses.
Ciudad de México, 23 de febrero (SinEmbargo).- Han pasado 36 meses desde el levantamiento de las autodefensas, y Michoacán sigue estando lejos de ser un estado de paz y justicia; igual que hace tres años, la población trabaja para pacificar su estado. Hipólito Mora Chávez, ex líder de los civiles armados en La Ruana, aseguró que valió la pena que hombres y mujeres lucharan contra criminales, pues con ello se sembró una semilla de esperanza, y el mundo se enteró del infierno en el que vivían.
«Estamos tranquilos, orgullosos porque hicimos cosas importantes. Somos personas pobres que siempre buscamos el bien común. Hay cosas positivas que sacamos de eso, de haber tomado las armas y pelear contra Los Caballeros Templarios», expresó Mora Chávez.
Mora, quien regresó a su huerto de limones en Felipe Carrillo Puerto, en el municipio de Buenavista, informó que: «Aquí seguimos, con la esperanza que se componga más la situación en la región. Porque todavía falta, sabemos que «El Americano» [Luis Antonio Torres, ex autodefensa relacionado con grupos criminales] anda por ahí molestando a los ciudadanos, pero esperamos que ya pronto lo detenga».
Virginia Mireles Valverde, hermana de José Manuel Mireles, comentó que si bien hay comunidades en Michoacán donde todavía hay fosas clandestinas o cuerpos abandonados, las cosas avanzan. Pero ese aparente progreso costó vidas y la libertad de muchos autodefensas.
Según su registro, existen al menos 350 autodefensas en prisión, entre ellos su hermano José Manuel, quien desde hace seis meses se encuentra hospitalizado dentro del Cefereso 11, ubicado en Sonora, luego de haber sido detenido en junio de 2014, junto a 82 de sus seguidores, quienes están presos en Morelia.
Manuel Mireles, quien fue líder y vocero de las autodefensas en en el municipio de Tepalcatepec, fue acusado por delitos contra la salud y presunta portación de armas de uso exclusivo del Ejército.
«Valió la pena el levantamiento, porque el estado de Michoacán, y precisamente Tierra Caliente y la costa han sido lugares de mucha pobreza y de mucho conflicto que, por alguna razón, había estado marginado de la vista de nuestros gobernates o de nuestras instituciones, entonces este grito, pues no nada más México volteó a verlo, sino el mundo entero. Fue un movimiento que valió la pena, es un movimiento de una estructura muy grande», refirió Virginia Mireles.
Sobre la salud de su hermano, detalló que sigue deteriorada, aunque ya no con la gravedad de hace unos meses. En entrevista con SinEmbargo, narró cómo fue el momento en que Manuel Mireles se unió a las autodefensas: «Cuando me enteré me dio mucho miedo, pero después, viendo todo el progreso y todo lo que estaban generado a las familias, que era seguridad, que era disminuir las muertes, los secuestros o el pago de piso, pues empecé a sentir mucho orgullo y mucho respeto por todas esas personas que se enfrentaron y rompieron el miedo».
UN 24 DE FEBRERO DE 2013
Hace tres años grupos de autodefensas de la región de Tierra Caliente y de la costa de Michoacán se levantaron en armas. Muchos de ellos hoy están presos, hospitalizados, sirven en fuerzas rurales, pertenecen a algún grupo criminal, otros regresaron a sus actividades y muchos perdieron la vida.
En un informe de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos (CNDH), publicado hace unos días, el organismo detalló que estos grupos tomaron las armas «ante la inseguridad y violencia que imperaba en esas comunidades, producto de un actuar impune por parte de los integrantes de un grupo de la delincuencia organizada conocido como ‘Los Caballeros Templarios’, y la omisión de las autoridades en garantizar la seguridad pública».
La CNDH detalló que a finales de 2013, el fenómeno cobró auge cuando algunos de estos grupos armados avanzaron a otros municipios hasta tener presencia en 33 de los 113 municipios de la entidad durante los primeros meses de 2014.
Durante tres años hubo diversos enfrentamientos que cobraron varias vidas; sumado a ello el Estado comenzó una «cacería» contra los líderes, y con ello hubo detenciones y acusaciones por parte de funcionarios de seguridad nacional.
«El movimiento de las autodefensas enfrentó el señalamiento social de que algunos de sus miembros eran “delincuentes infiltrados”, llamados “arrepentidos”, o de tener vínculos con grupos de “delincuencia organizada”; la incriminación entre los líderes de los grupos generó rupturas y trajo consigo una confusión por parte de amplios sectores de la sociedad respecto a la licitud y la verdadera intención de algunos de sus miembros», refiere el estudio de la CNDH.
En mayo de 2014, se creó la Fuerza Rural Estatal como un cuerpo de la Secretaría de Seguridad Pública estatal y se inició el proceso de transición a la legalidad de estas organizaciones ciudadanas. No obstante, muchos «infiltrados» del crimen organizado se sumaron a este brazo policial, uno de ellos fue Luis Antonio Torres, «El Americano» o Estanislao Beltrán, alias «Papá Pitufo», ligados a un grupo denominado como «Los Viagras».
Hipólitos Mora fue quien desde un inicio informó a las autoridades de los posibles nexos entre «rurales» y criminales, pero a cambio obtuvo un enfrentamiento en Apatzingán, en diciembre de 2014. La refriega dejó como saldo 11 muertos, entre ellos su hijo Manuel Mora.
Tanto para Virginia Mireles como para Hipólito Mora, la historia y la propia población se encargaron de limpiar la memoria de los caídos y la labor de los autodefensas, incluso por el Gobierno federal; pero para aquellos que traicionaron el movimiento o fueron «infiltrados», sólo les quedo el repudio o el olvido.