Los productos y servicios que más aumentaron de precio fueron el tomate verde, chiles, jitomate, pollo, carne de res y la electricidad, de acuerdo con el monitoreo del Inegi.
Ciudad de México, 1 de diciembre (SinEmbargo).– Desde hace varios meses Susana, una ama de casa que vive en Puebla, ha notado que cuando va al mercado el dinero ya no le alcanza para comprar las mismas cosas. Los precios de verduras como el tomate, jitomate y de las carnes suben cada semana, lo que ha afectado la economía de los consumidores y también a los comerciantes, quienes han visto disminuir sus ventas en un 30 por ciento en lo que va del año.
Desde que comenzó la pandemia de COVID-19 –en 2020– la inflación, que significa el aumento constante de los precios que hace que el dinero valga menos, creció considerablemente a nivel mundial, poniendo en alerta a los bancos centrales de cada país, incluyendo el Banco de México (Banxico), cuya meta es mantener controlada la inflación en 3 +/-1 por ciento, pero que tan solo en la primera quincena de noviembre registró un crecimiento de 0.69 por ciento y en su comparación anual se ubicó en 7.05 por ciento, es decir, arriba de lo estimado.
De acuerdo con el monitoreo de los precios del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi), en la primera quincena de noviembre los productos y servicios que más aumentaron de precio fueron el tomate verde, chiles, jitomate, pollo, carne de res y la electricidad, como se muestra en la siguiente gráfica.
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El tomate verde es el producto que registró un mayor aumento en su precio de hasta un 42.06 por ciento, costando el kilogramo entre 17 (Central de Abastos de Iztapalapa de la Ciudad de México) y 48.90 pesos (Central de Abastos de Acapulco), de acuerdo con el registro del Sistema Nacional de Información e Integración de Mercados (SNIIM) de la Secretaría de Economía.
Los chiles frescos, como el serrano, tuvieron un aumento de 19.77 por ciento en los primeros 15 días de noviembre, vendiéndose entre 25 (Central de Abasto de La Laguna, Torreón) y 75 pesos (Veracruz: Mercado Malibrán) el kilogramo.
Le sigue el jitomate, que tuvo un alza de 3.92 por ciento en la primera quincena de noviembre. Por ejemplo, el precio del kilogramo del jitomate saladette se vente entre 27 (Nayarabastos de Tepic) y 38 pesos (Unión de Comerciantes de La Paz).
«La verdura subió mucho, por ejemplo, aquí el jitomate hace un mes estaba a 14 el kilo y ahora está a 34», compartió Susana, quien destacó que debido a este aumento compra las mismas cosas, pero en menor cantidad.
Pero este aumento en los precios no solo afecta a los consumidores, también a los vendedores, como lo señalan locatarios de mercados públicos y la Alianza Nacional de Pequeños Comerciantes (ANPEC).
«La afectación es muy severa, sobre todo para los locatarios, si nosotros tuviéramos el apoyo de créditos pues tendríamos un margen para buscar otra fuente de abastecimiento. La gente llega con la idea de que los comerciantes estamos inflando los precios, pero no es cierto», dijo en entrevista Édgar Álvarez, presidente del Frente de Comerciantes Colaboradores del Servicio Público de Mercados de México A.C.
Cuauhtémoc Rivera, presidente de la ANPEC, dijo en entrevista que en lo que va del año las ventas de los pequeños comerciantes se redujeron un 30 por ciento y que la cebolla, tomate y jitomate son los productos con mayor variación a la alza, aunque también la tortilla.
«El producto que puede representar más la escalada inflacionaria en los últimos 18 meses es la tortilla, alimento básico de los mexicanos. En lo que va de este sexenio el kilo estaba entre 10.50 y 11 pesos, ahora está en 20 y 25 pesos», destacó.
En números, el presidente de la ANPEC mencionó que las ganancia de un comercio antes de la COVID era de entre 30 y 38 mil pesos, ahora para poder obtener esa utilidad los comerciantes tienen que ampliar sus jornadas de trabajo. «No tan solo se ganó menos, sino se trabajó más».
Los comerciantes advirtieron que la inflación cerrará el año en 8 por ciento y que la curva de enero de 2022 va a estar más prolongada, su única esperanza para levantar sus ventas antes de que termine el año son las romerías, que son lugares de comercio que se ubican cerca de los mercados en temporada navideña.
«La gente está en una situación desesperada, están esperando las romerías para tratar de compensar en algo su economía», dijo Édgar Álvarez, representante de locatarios de mercados públicos en la Ciudad de México.
LA AMENAZA MUNDIAL DEL AUMENTO EN ALIMENTOS
El pasado 4 de noviembre, el índice de precios de los alimentos de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO, por sus siglas en inglés) envió una señal de la alarma: el coste de la comida se disparó el mes de octubre alcanzando su nivel más alto desde el mes de julio de 2011.
El listado, que sigue la evolución mensual de los precios internacionales de una cesta de productos alimentarios, registró en octubre una media de 133.2 puntos, un 3 por ciento más que en septiembre, y siguió su tendencia al alza por tercer mes consecutivo.
La subida concreta del índice fue de un 3.2 por ciento respecto a octubre con un alza de los precios mundiales del trigo en un 5 por ciento.
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Otro producto que aumentó a nivel mundial fue el aceite vegetal, que creció un 9.6 por ciento en octubre, alcanzando un máximo histórico. El coste de los productos lácteos de la FAO también subió 2.6 puntos con respecto a septiembre, influido por una demanda mundial más firme de importaciones de mantequilla, leche desnatada en polvo y leche entera en polvo.
«Hemos visto que ha habido un aceleramiento de los precios en todo el mundo. Esto de la inflación es un fenómeno global y es una factura de la pandemia de COVID», aseguró Cuauhtémoc Rivera, de la ANPEC. «En los últimos tres años han aumentado los precios en la zona hepática de los consumidores, es decir, el consumo obligado de las personas, alimentos y servicios, tiene que ver con 28 productos que deben de consumirse».
El presidente de la ANPEC destacó que ha habido un cambio en el consumo de los mexicanos por la pérdida del poder adquisitivo. «La gente abarata su consumo, la demanda se ha adelgazado en cantidad y calidad, esto se ha traducido en un empobrecimiento alimentario en donde la proteína ha desaparecido de la dieta de los mexicanos».