Francisco Ortiz Pinchetti
08/07/2022 - 12:04 am
Ternuritas
Tanto la propia Claudia Sheinbaum Pardo como Marcelo Ebrard Casaubón y Adán Augusto López Hernández saben que no serán las tareas proselitistas las que les hagan llegar a la ansiada postulación.
Mientras una oposición desdibujada, mediocre y contradictoria continúa pasmada, en el partido del Presidente hace rato que la función ya comenzó. Tres de las “corcholatas”, que se asumen como tales, dan rienda suelta a sus presuntas cualidades histriónicas. Por encima de la Ley, realizan giras, hacen declaraciones y encabezan actos multitudinarios como parte de una comedia que saben falsa pero que deben interpretar para cumplir su papel en los proyectos del Señor.
No es un circo, aclaro. Hace algunos años que Federico Serrano Díaz, entonces vocero del Circo Atayde Hermanos, me convenció de que era indebido, injusto y hasta ofensivo comparar un oficio serio y respetable como es la de los cirqueros con la farsa que escenifican los políticos.
“A la gente de circo esa comparación le ofrende profundamente”, me dijo muy en serio el nieto del célebre general Francisco R. Serrano, el candidato antirreleccionista que fuera arteramente asesinado junto con 13 compañeros suyos en Huitzilac, Morelos, en octubre de 1927, en una masacre de Estado que jamás ha sido cabalmente dilucidada.
Los acróbatas, los malabaristas, los domadores y hasta los payasos, me dijo, “son gente trabajadora y honesta, profesional. Son artistas serios. Unos se juegan la vida en el trapecio, sin trampas, mientras otros asombran al público con sus juegos malabares. Y los payasos hacen reír sin ofender, divierten por igual a los niños, a los papás y a los abuelos. No se vale compararlos con los políticos, ¡por favor! Los cirqueros son gente decente…”
Por supuesto que la comparación sería absolutamente absurda. Los aspirantes a suceder a Andrés Manuel no son precisamente serios y trabajadores. Tampoco se juegan la vida, aunque a veces efectivamente hacen asombrosos malabares. Hay que reconocerlo. Y si hacen reír no es por su ingenio como los payasos, sino por las actitudes ridículas que asumen hasta la ignominia a veces para seguir un guión no escrito cuyo desenlace todos conocen: el dedazo vil.
La verdad es que dan ternura. Y no porque sean tan ingenuos como para suponer que de verás disputarán la candidatura presidencial de 2024 en una contienda democrática que se resolverá con una encuesta. Claro que no. Lo que conmueve es la disciplina que mantienen, como si fueran actores profesionales, para no salirse del libreto. Hasta se lanzan de repente puyas o supuestos ataques, que sirven según ellos para darle verosimilitud a la contienda.
Y en sus afanes no les importa, como ya lo vimos, pisotear las disposiciones legales al realizar actos que puedan ser considerados adelantos indebidos de las precampañas electorales y uso de recursos públicos. Que no les vengan con que la ley es la ley. Es más, hasta se ofenden cuando la autoridad electoral, a la que de paso descalifican, emite medidas cautelares para que se abstengan de hacerlo.
“No tiene sustento lo que están planteando, inclusive esta lista negra que quieren hacer viola completamente la libertad de expresión y viola además las garantías individuales, los derechos humanos, los derechos políticos por completo”, dijo la jefa de Gobierno capitalina.
Lo peor, digo yo, es que se trata de una farsa. Ni siquiera va en serio. Tanto la propia Claudia Sheinbaum Pardo como Marcelo Ebrard Casaubón y Adán Augusto López Hernández, las tres “corcholatas” más visibles, saben que no serán las tareas proselitistas las que les hagan llegar a la ansiada postulación. No se trata de convencer a los presuntos encuestados.
¿O de veras se la creen?
Claro, a los tres les hace falta placearse, eso sí. Darse a conocer en todo el país para tener bonos favorables a la hora que en Palacio Nacional se tome La Decisión final, que por cierto no está nada fácil.
Capítulo aparte será luego lo que ocurra con el todavía líder morenista en el Senado, Ricardo Monreal Ávila, cuya ruptura con Morena y el Presidente parece ya más que evidente. Sin embargo, yo no lo descarto. Ahí prevalece una incógnita.
Y ante ese panorama, la oposición no atina a encontrar una fórmula que le permita una candidatura competitiva. El tiempo pasa, inexorable, mientras menudean las conjeturas, las contradicciones y las descalificaciones entre quienes pretenden integrar un frente amplio, plural, que pueda oponer una alternativa viable a la del Presidente de la República.
El surgimiento formal hace unos días del Frente Cívico Nacional (FCN) no ha concitado hasta ahora mayor entusiasmo, quizá porque su propuesta fundamentalmente ciudadana parece no interesar a los partidos opositores. Sería un error, a mi entender, insistir en la postulación de un político tradicional, a la manera en que lo hará el partido oficialista. La opción de una candidatura ciudadana con un respaldo amplio y plural puede todavía significar una esperanza. ¡Pero ya! Válgame.
DE LA LIBRE-TA
RECULÓ. Hay que reconocerle a Andrés Manuel su habilidad –o maña– para salir de los entuertos. Luego de provocar él mismo un enfrentamiento con la Iglesia después del asesinato de dos jesuitas en la Tarahumara al acusar a los religiosos de estar “apergollados por la oligarquía mexicana” y otras linduras, se asustó evidentemente con la reacción del Episcopado y la propia Compañía de Jesús, que emitieron una convocatoria para llevar una Jornada Nacional de Oración ante la inseguridad que se vive en el país. Entonces el Presidente evadió la severa reflexión crítica del documento y la exigencia de que modifique su estrategia contra el crimen organizado y se agarró de una línea en la que los prelados piden también orar por los victimarios, como seres humanos que son. “¡Coincido con ellos!”, dijo al comentar que le gustó mucho el documento… y le bajó claramente a su perorata contra los católicos. Amén.
@fopinchetti
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