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La constatación de este vínculo genético proporciona pistas sobre los mecanismos biológicos -aún no están claros- que subyacen a la pérdida del olfato o del gusto, síntomas distintivos de la COVID-19 que, sin embargo, no todos los individuos infectados por el SARS-CoV-2 experimentan.
Aunque la COVID-19 es principalmente una enfermedad respiratoria, muchos pacientes presentan síntomas no respiratorios. Entre ellos se encuentra la pérdida repentina del olfato en los individuos infectados por el SARS-CoV-2, que se ha notificado en todo el mundo desde el comienzo de la pandemia.
Este estudio ha descubierto también «de manera inesperada» que las pruebas clásicas nasofaríngeas PCR entre los pacientes sin olfato pueden fallar en la detección del virus, porque el patógeno puede «persistir al fondo de las cavidades nasales»
Otro de los síntomas del coronavirus más habitual en el colectivo femenino es el dolor de cabeza. Por tasa de afectados, la COVID-19 afecta ligeramente más a las mujeres (51 por ciento) y su incidencia es claramente mayor en la población femenina joven.
Johannes Frasnelli, de la Universidad de Quebec en Trois-Rivières (Canadá) y uno de los autores de este estudio, recuerda que, aunque la COVID-19 es una enfermedad nueva, investigaciones anteriores ya habían constatado que muchas de las personas contagiadas pierden el sentido del olfato y del gusto en las primeras etapas de la misma.
Los pacientes que contrajeron la variante británica mostraron síntomas «más comunes» como tos, dolor de garganta, fatiga, dolor muscular y fiebre.
Las evaluaciones clínicas objetivas identificaron disfunción olfativa en el 54.7 por ciento de los casos leves de COVID-19 y el 36.6 por ciento de los casos moderados a críticos.
Aunque el estudio tuvo algunas limitaciones, como la falta de un grupo de control, los investigadores opinan que los hallazgos tienen «implicaciones significativas» para los responsables de las políticas a nivel mundial, ya que la mayoría de los países no recomiendan el autoaislamiento y la realización de pruebas diagnósticas a partir de la pérdida aguda del olfato y/o gusto.
Hace unos días, una Inteligencia Artificial (IA) desarrollada y evaluada por científicos del King’s College de Londres, el Hospital General de Massachusetts y la empresa de datos científicos de salud ZOE apuntaba a que la anosmia era el factor más esclarecedor para averiguar si un paciente estaba afectado de COVID-19, con más certeza que cualquier otro síntoma (incluso la fiebre). Los resultados iniciales del estudio de seroprevalencia en España (anunciados el pasado miércoles 13 de mayo) respaldan este hallazgo. El 43 por ciento de las personas que habían declarado experimentar pérdida de olfato dieron positivo en la prueba de anticuerpos.
Hay evidencia proveniente de Corea del Sur, China e Italia de pérdida o deterioro del olfato en las personas infectadas.