Durante más de dos décadas, por cercanía geográfica y ser la primera potencia mundial, México ha enviado el 80 por ciento de sus exportaciones a Estados Unidos. Aunque también tiene flujos comerciales con Europa y Asia, estos solo representan el 5 y 3 por ciento, respectivamente. Pero ahora que el Presidente Donald Trump planea deshacer esta relación que vale mil millones de dólares por día, el país ha sido orillado a reorientar sus ventas en el extranjero.
¿Cuánto tiempo tardará?, ¿cuáles son los obstáculos y los salvadidas? SinEmbargo, en una serie de dos textos, expone la complejidad del proceso. La primera entrega es un recorrido histórico y una mirada hacia el futuro.
Por Daniela Barragán y Dulce Olvera
PRIMERA PARTE
Ciudad de México, 13 de febrero (SinEmbargo).– Los mexicanos que nacieron en 1982, y hoy tienen 35 años, vivieron sus primeros años de vida en un país sumergido en una crisis con hiperinflación y estancamiento económico que desembocó en desempleo y la adopción de la política neoliberal.
Los mexicanos nacidos en 1994, junto con la entrada en vigor del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), y hoy tienen 23 años, durante la próxima década vivirán el proceso de reorientación de exportaciones que México tendrá que realizar, ante la posible desaparición del acuerdo por petición del Presidente de Estados Unidos, Donald Trump.
Cuando los nacidos en la crisis tengan 45 años y los nacidos con el TLCAN tengan 33, si se se logra implementar una serie de modificaciones, habitarán un país por completo diferente: uno en el que Estados Unidos ya no será el principal cliente ni inversionista, pero también y previo a eso tendrán que sobrevivir a las turbulencias económicas que sucederán durante el complejo proceso. Un panorama «mucho más complejo» que el que se vivió en la década de los ochenta, prevén economistas.
«Es significativo saber qué pasaría sin un tratado de libre comercio con América del Norte, a donde se dirigieron en 2016 el 81.01 por ciento de nuestras exportaciones [de las cuales el 70 por ciento son del sector manufacturero]», planteó el economista de la Universidad Iberoamericana, Jesús Amador Díaz Valdes, en su artículo «¿Qué sería de México sin el TLC».
ADEMÁS
La Secretaría de Economía (SE) reporta que con el TLCAN las exportaciones mexicanas a Estados Unidos y Canadá se dispararon 627. Pasaron de 13 mil 458 millones de dólares en 1993, a 97 mil 909 millones de dólares. Amador Díaz documentó que 355 empresas, la mayoría del sector manufacturero, concentran el 78 por ciento del ingreso por exportación dentro del país.
Del trío de naciones que conforman el agonizante acuerdo, Estados Unidos es el principal cliente. La relación comercial entre México y su vecino del norte vale mil millones de dólares al día y 580 mil millones de dólares al año. El 81 por ciento de los 115 mil millones de dólares que México exportó en 2016 los compró ese país vecino. Y así ha sido durante más de dos décadas.
Aunque con Europa, Asia y Centroamérica, México también tiene flujos comerciales, la diferencia es abismal si se compara con ese 81 por ciento: el 5.1 por ciento de las exportaciones mexicanas van a la Unión Europea, el 2.9 por ciento a Canadá, el 1.4 por ciento a China, el 1.3 por ciento a Centroamérica, el 0.9 por ciento a Japón y el 0.8 por ciento a Colombia, según la Subsecretaría de Comercio Exterior de la SE.
De acuerdo con cifras del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi), en los últimos 17 años la dependencia de México con Estados Unidos sólo disminuyó 8 por ciento, al pasar de 88.7 por ciento de exportaciones en 2000, a un 81 por ciento en el periodo de 2017. Pero, tomando en cuenta sólo las cifras de la administración de Enrique Peña Nieto, desde 2013 la tendencia a la baja se revirtió, y pasó de 78.6 por ciento a 81 por ciento en 2016.
Ante este panorama de alta dependencia comercial con el país gobernado por Donald Trump, «México puede quedar inmerso ante una fuerte crisis mientras se reorientan las exportaciones nacionales y se generan políticas públicas para el desarrollo del mercado doméstico», determinó Amador Díaz.
En concreto, la inversión extranjera se iría, el peso perdería más terreno, la inflación subiría más y con ello aumentaría el desempleo, expuso el académico del Departamento de Estudios Empresariales. «Sería un proceso que juzgaría la falta de visión en políticas públicas orientadas al desarrollo nacional», añdió.
El economista Diego Castañeda expuso en su artículo «El TLCAN no vale la dignidad de México» que el fin del acuerdo sí tendría efectos «adversos» sobre nuestra economía.
«Una recesión y una escalada de precios no sería descabellada», escribió. Pero «no representa el fin del comercio para México ni mucho menos el fin de la globalización».
LOS RETOS DE LOS 10 AÑOS
El proceso de diversificación comercial a otros países puede tardar alrededor de una década, de acuerdo con economistas consultados. Y será complicado.
Voltear al mercado interno no es una alternativa suficiente porque el consumo interno está desacelerado y hay 55.3 millones de mexicanos que viven en condiciones de pobreza, dijeron.
En esta redirección de bienes, los retos que tendrá el país estarán alrededor de las cadenas de valor, principalmente en el sector manufacturero, la inversión en infraestructura para exportar, en la generación de una política industrial y en buscar los mercados potenciales que demanden productos mexicanos.
«De tiempo, serán tres o cuatro años. Esto requiere de todo un proceso de reorientación y reordenamiento de las estrategias de las empresas nacionales […] ¿Qué tan complicado? Primero hay que mirar hacia otros mercados, conocer nuevos clientes por secciones. Hacer un estudio de cuestiones culturales en el ámbito de los negocios. Eso es un proceso de interculturalidad que requiere tiempo», comentó Amador Díaz.
ADEMÁS
La reorientación es un proceso que no se logrará a corto plazo y se complica por la condición geográfica de la manufactura mexicana, coincidió en entrevista el economista de la Universidad de London, Diego Castañeda. «Tener a lado al mercado más grande del mundo disminuye mucho los costos logísticos», dijo.
Por otro lado, es un problema de cadenas de valor: distintas fases del proceso de producción se llevan a cabo en varios países, por lo que no es sencillo que las exportaciones mexicanas se vayan a otros destinos. Gran parte de estas son “bienes intermedios” se usan para producir otros bienes finales, generalmente en Estados Unidos.
“[Se logrará] en la medida en que los bienes intermedios que México manufactura sean demandados por los sectores industriales de otros países para transformarlos en bienes finales. No se puede de forma unilateral, requiere una integración de otras industrias, lo cual es muy dinámico. Como puede pasar en 2 o 3 años, o en 5 o 10 años”, especificó Castañeda
Desde su perspectiva, los destinos alternativos son Europa y Asia, pero para abrirse a esos mercados se necesita invertir en la infraestructura en los puertos.
“La Unión Europea es el cliente potencial. De hecho, como México no tiene la infraestructura en puertos (barcos o conectividad) para exportar directo a Europa, primero se exporta a Estados Unidos y luego se reexporta hacia allá. Una parte importante del déficit de México con Estados Unidos (63 mil 200 millones de dólares) no son bienes que se consumen ahí, sino solo pasan rumbo a Europa”, explicó.
El el otro problema es nuestro mercado doméstico, «que es estrecho», añadió en entrevista Díaz Amador. «Si el producto no se puede dirigir a otro mercado, nosotros no tendríamos capacidad para captar esos niveles de producción porque el consumo interno es bajo y hay 50 millones de pobres, lo que implicaría que las empresas tuvieran un efecto de recesión y despidieran trabajadores. Esto traería un panorama de incertidumbre y de crisis hacia el interior de la economía nacional», sostuvo.
LAS OPCIONES «SALVAVIDAS»
La principal ventaja competitiva de México, a nivel mundial, son sus bajos costos de manufactura. Su otro aliado, coincidieron los expertos, es la Organización Mundial del Comercio (OMC), cuyas reglas arancelarias son parecidas a las del TLCAN.
El Secretario de Economía, Ildefonso Guajardo, aseguró en entrevista con el diario británico Financial Times, que la OMC es “la red de seguridad” de México ante la eventual desaparición del acuerdo firmado en 1994.
Para el periodista y economista Tomás de la Rosa, en efecto, “la única salida” de México será acudir a las instancias internacionales, en este caso, a esta organización. En el pasado, México ha llevado nueve veces a Estados Unidos a los tribunales de la OMC. En contraste, la Unión Americana ha demandó seis veces a México, destacó.
Los principales exportadores a Estados Unidos son China (con 21 por ciento del total), México (13 por ciento), Canadá (13 por ciento), Japón (6 por ciento) y Alemania (5 por ciento).
Estos países recurrirán a la OMC para solicitar aplicar “una cucharada de la propia medicina de Trump”, es decir, represalias arancelarias. Pero “el proceso puede demorar muchos años”, contrastó De la Rosa.
ADEMÁS
El mismo Director general de la Organización Mundial del Comercio (OMC), Roberto Azevedo, afirmó a finales de enero de este año, que el proteccionismo tendrá consecuencias negativas para todo el mundo, no mejorará la situación global y advirtió que “los más pobres son los que más tienen que perder”.
Diego Castañeda escribió en el texto “El TLC no vale la dignidad de México”, que salvar un tratado que podría terminar en condiciones “adversas” puede resultar más costoso que simplemente dejarlo morir y aceptar las reglas de la OMC como reguladoras de nuestra relación comercial.
En entrevista, explicó que las reglas de la OMC no son tan distintas que las del TLCAN hoy en día. La principal es la que se conoce como «la nación más favorecida», que indica que no se cobran aranceles más caros a otro país, que el nivel más bajo ofrecido a uno de los países miembros. El arancel promedio es del 3 por ciento.
En el contexto actual, puede ser nuestro mejor aliado en la disputa comercial con Estados Unidos, quien tendría que pelearse ya con la OMC (180 países miembros) y no con México, añadió.
EL DEJA VÙ DE LA CATÁSTROFE
Jesús Amador Díaz hizo un recorrido histórico desde la crisis de la década de los ochenta, periodo en que gobernaron Miguel de la Madrid y Carlos Salinas de Gortari, y determinó que el periodo actual «es mucho más complejo» y sin el TLCAN, empeorará.
En 1982, México se vio sumergido en una profunda crisis. El nivel de reservas internacionales sólo era de 180 millones de dólares frente a los 175 mil millones de dólares con los que actualmente cuenta el Banco de México; se registraba un alto nivel de desempleo y se dieron múltiples quiebras de empresas nacionales que no pudieron competir frente a las extranjeras que llegaban al territorio nacional.
Salinas de Gortari, desde que tomó posesión en 1988, dio continuidad a la política neoliberal que adoptó Miguel de la Madrid. En el marco de una hiperinflación, devaluación y estanflación (situación derivada de la inflación y un estancamiento económico), comenzó un proceso de privatización de la empresas paraestatales, como Teléfonos de México (Telmex), una reforma monetaria para superar el proceso hiperinflacionario y una política basada en la importación para mantener controlada la inflación.
Ante el aparente deja vù, Amador Díaz advirtió que en el presente el proceso es más complejo. Actualmente, el país vive un incremento del precio de los bienes y servicios, principalmente por el gasolinazo y, estimó, en agosto se alcanzará una tasa de inflación de 5 por ciento, provocada por los incrementos del precio de hidrocarburos que se tienen programados para todo el año.
Aunque Banxico subió la tasa de interés a 5.75 por ciento para detener la fuga de capitales, la caída de inversión extranjera por el aumento de la deuda generará niveles de desempleo, actualmente ubicado en una tasa de 4 por ciento, con 2 millones de mexicanos desempleados.
«En un futuro, si acaso se lograra eliminar el TLCAN, evidentemente nuestra economía caería en un proceso de crisis por la no existencia de un mercado [Estados Unidos] para la realización de esas producciones que dedicamos al sector exportador de manera inmediata», aseguró.
En el sexenio de Salinas de Gortari, en la búsqueda de un proceso de inserción en la globalización, México miró a América Latina y a Europa, pero ambas regiones enfrentaban problemas políticos y sociales. Sólo le quedó Norteamérica, donde ya se habían iniciado conversaciones entre Canadá y Estados Unidos para un proceso de integración, que culminó con en el TLCAN.
En el presente, el obstáculo geopolítico sería si se generaliza la política neonacionalista que se ha manifestado en Estados Unidos, Gran Bretaña (Brexit) y ahora en Francia, comparó Amador Díaz.
«Estos proyectos no niegan la globalización, pero sustituyen los tratados multilaterales y buscan los tratados bilaterales», dijo.