Las familias han llevado desde hace mucho tiempo los cuerpos de sus seres queridos a estas orillas para lavar los pies de los muertos en una losa de piedra y rociarles la cara con agua del río; aunque la gente todavía lleva a sus seres queridos fallecidos al Bagmati, ya no se atreve a tener ningún contacto con sus aguas.
Por Binaj Gurubacharya
KATMANDÚ, Nepal, 17 de agosto (AP).— En lo alto de una montaña del Himalaya, gotas prístinas caen de la boca de una estatua de tigre instalada en un arroyo que se cree forma el inicio del río Bagmati, venerado desde hace mucho tiempo por tener el poder de purificar las almas. Desde allí, sigue su camino a través de bosques verdes, se fusiona con otras vías fluviales e irriga plantíos de arroz, vegetales y otros cultivos que son sustento para muchos nepaleses.
Sin embargo, cuando el Bagmati alcanza el valle de Katmandú, la capital, su color cambia de claro a marrón y después a negro, asfixiado con escombros, y sus aguas dejan de ser aptas para beber y ni siquiera limpiar. Durante la estación seca, un hedor invade el área cercana a sus riberas.
Contaminado por la basura y las aguas negras que son vertidas directamente en la vía fluvial, el río más sagrado de Nepal se ha deteriorado tanto que hoy es también el más contaminado del país, lo que altera drásticamente cómo la ciudad de tres millones de habitantes interactúa con el Bagmati en un nivel cultural y espiritual en el día a día.
En la capital, el cieno del Bagmati rezuma por varios lugares sagrados, incluido el templo Pashupatinath, declarado Patrimonio Mundial por la UNESCO, en 1979. El extenso complejo comprende un templo principal con techo dorado dedicado al dios hindú Shiva, rodeado por cientos de templos más pequeños.
Los hindúes acuden en masa a las orillas del río en Katmandú para venerar en los santuarios y celebrar festivales. Las mujeres realizan un baño ritual en el río para lavar los pecados durante el Rishi Panchami, un día de adoración a los siete sabios reverenciados como seres iluminados que guían a la humanidad a lo largo del tiempo. Los visitantes también se bañan en sus aguas durante el festival de Chhath y rezan al dios sol Surya. Durante el Teej, las mujeres casadas llegan para rezar por la salud y la prosperidad de sus esposos, y las solteras, para encontrar uno bueno.
Las familias han llevado desde hace mucho tiempo los cuerpos de sus seres queridos a estas orillas para lavar los pies de los muertos en una losa de piedra y rociarles la cara con agua del río. Sus creencias sostienen que eso lava los pecados de una persona y envía su alma al cielo antes de que sus restos físicos sean incinerados sobre pilas de leña, también junto al río, y sus cenizas esparcidas en sus aguas.
La gente todavía trae a sus seres queridos fallecidos al Bagmati, pero ya no se atreve a tener ningún contacto con sus aguas. Aunque los cuerpos aún se incineran aquí, son limpiados con agua purificada que se compra en las tiendas cercanas.
«Eso ya no existe ahora. El agua está muy sucia y apesta. La gente se ve forzada a traer agua embotellada para realizar los rituales», dijo recientemente, mientras apilaba leña para una pira funeraria, Mithu Lama, de 59 años, quien ha trabajado con su esposo en los campos de incineración del ghat Teku desde que se casó con él a los 15 años.
Las familias de luto que recurren al agua embotellada son reacias a mencionarlo abiertamente por no haber seguido la tradición funeraria sagrada.
La gente también ha recolectado tradicionalmente agua del río para rociar en sus hogares y purificarlos. El río también es importante para los budistas, muchos de los cuales incineran cuerpos en las orillas del Bagmati.
Nacida y criada junto al Bagmati, Lama recuerda haber usado sus aguas para cocinar, bañarse, lavar e incluso beber. Hoy eso se siente como un sueño lejano, frustrado por décadas de arrojar desechos humanos y basura, y uno que no espera que se realice pronto.
«Ahora tengo serias dudas de que sea limpiado durante el transcurso de mi vida», dijo Lama. «No es que no haya habido algunos esfuerzos: ha habido varias campañas de limpieza, pero hay más gente ensuciándolo. La gente es el problema».
De hecho, ha habido esfuerzos tanto por parte de voluntarios privados como del Gobierno para limpiar el río. Entre las iniciativas, cada sábado desde hace siete años cientos de voluntarios se han reunido en Katmandú para recoger residuos y sacar basura del Bagmati.
Allí se encuentra casi todos los fines de semana Mala Kharel, miembro ejecutivo del Comité de Alto Poder para el Desarrollo Integrado de la Civilización del Bagmati (High Powered Committee for Integrated Development of the Bagmati Civilization), un comité gubernamental que se creó para ayudar a limpiar el río. Ella no sólo dona su tiempo como voluntaria para trabajos de limpieza, sino también para crear conciencia entre la población sobre cómo evitar la contaminación.
Kharel dijo que, a lo largo de los años, la campaña ha logrado recolectar alrededor del 80 por ciento de la basura en la orilla del río, y ha recuperado todo tipo de desechos: desde animales en descomposición hasta, asombrosamente, los cuerpos de bebés muertos arrojados allí. Pero es una realidad que los esfuerzos quedan cortos de la perfección, en parte debido a que las frecuentes interrupciones en los servicios de recolección de basura fomentan más vertidos de lo que ellos pueden recolectar.
Además, miles de personas han construido ilegalmente chozas y casas de ladrillo a lo largo del río y se niegan a irse.
En cuanto a las aguas negras, según Kharel, el comité trabaja en varios proyectos, incluido la construcción de canales y tuberías paralelas al río para conectarse a las líneas de alcantarillado y evitar que los desechos lleguen al Bagmati.
También considera una planta de tratamiento y trabajar en represas río arriba donde el agua de lluvia pueda capturarse y almacenarse durante la temporada del monzón y ser liberada durante los meses secos para descargar el río y mover los desechos río abajo desde Katmandú.
El trabajo en el sistema de tuberías y canales comenzó alrededor de 2013, pero no se ha anunciado una fecha de finalización. La construcción de dos represas está en curso —y se dice que está casi terminada—, mientras que otra permanece en proceso de comenzar. Pero los activistas tienen grandes esperanzas en el corto plazo.
«En los próximos 10 años espero que el río fluya con agua clara y las orillas estén limpias y bordeadas de árboles», dijo Kharel. «Estamos trabajando duro con ese objetivo».
Ese optimismo no es compartido por todos. Algunos ambientalistas no están seguros de que las represas, por ejemplo, sean de mucha ayuda.
«Hay demasiadas expectativas en estas represas. El Bagmati es un río natural y no un canal que se pueda limpiar tan fácilmente», dijo Madhukar Upadhya, un experto en cuencas que estudia el río de cerca y dijo que su lecho ya no tiene arena.
En su lugar, hoy está revestido con arcilla y mezclado con productos químicos arrojados por la actividad industrial, como la de los fabricantes de alfombras tejidas a mano, populares en la década de 1990 pero ahora prohibida en la capital.
«Se le ha hecho ya tanto daño», dijo Upadhya, «que quizá pueda limpiarse hasta cierto punto, pero no restaurarse hasta su gloria pasada».
El sacerdote hindú Pandit Shivahari Subedi, quien ha pasado tres décadas en los escalones de piedra entre el Bagmati y el Templo Pashupatinath realizando rituales para los devotos, también tiene una visión negativa de las diversas campañas de limpieza que ha visto. Se necesita, cree él, la intervención divina.
«Ha habido demasiadas promesas de líderes políticos y personas de alto nivel, pero no han sido cumplidas. […] Parece que a menos que los dioses realicen algún tipo de milagro, el Bagmati no regresará a su gloria», dijo Subedi. «Para limpiar el agua de manera natural, por la gracia de dios, se necesita que haya una gran inundación de agua que se lleve la suciedad».