Martín Moreno-Durán
26/01/2022 - 12:05 am
¿Qué tan enfermo está AMLO?
¿Qué tan enfermo está López Obrador, que sin pudores ha comenzado ya a hablar de su propia muerte y de testamentos, así sean políticos e inviables?
+ Testamento ridículo
+ Los delirios
López Obrador puede morir tranquilo: si hoy falleciera, la Constitución tiene muy claro cuál sería el camino jurídico y legal para nombrar a su sustituto: las dos terceras partes del Congreso legislativo nombrarían al nuevo mandatario. Esa es la vía. Así que cuando AMLO pregona -en otro lamentable y ridículo episodio de desvarío presidencial- que ante su ausencia física dejaría un “testamento político” (¿?), en realidad, solamente es algo que existe en el escenario imaginario de sus delirios.
Pero más allá de esa cuchufleta del “testamentos político” -inviable e irrealizable, como veremos más adelante-, y que se une al catálogo de disparates dichos por el Presidente de México: “Detente enemigo, el corazón de Jesús está conmigo (con amuletos para enfrentar al coronavirus)”, o bien aquello de que “México se fundó hace cinco mil o diez mil millones de años”, entre muchos otros dislates, lo que en realidad nos debe alertar es un factor cierto y latente: la dañada salud del ciudadano Andrés Manuel López Obrador.
¿Qué saben AMLO, sus doctores y su primer círculo que no sepamos el resto de los mexicanos sobre la salud del Presidente? Lo preguntamos porque jamás en la historia política del país, un mandatario en funciones había expresado, de manera pública, su temor a fallecer en el ejercicio de sus funciones.
¿Qué tan enfermo está López Obrador, que sin pudores ha comenzado ya a hablar de su propia muerte y de testamentos, así sean políticos e inviables?
“Yo tengo un testamento político… Con estos antecedentes del infarto, la hipertensión, mi trabajo que es intenso, sin tener en cuenta la posibilidad de una pérdida de mi vida, ¿cómo queda el país?”, reconoció López Obrador en video -conferencia el sábado pasado. Allí quedará la frase no sólo para el análisis, sino también, para lanzar nuevamente la pregunta derivada de las propias palabras de AMLO:
¿Qué tan enfermo está López Obrador?
Hoy sabemos que Andrés Manuel tuvo dos desvanecimientos en Palacio Nacional.
«Sabían que el chequeo de rutina que terminó en un cateterismo, fue resultado de dos desvanecimientos que tuvo el Presidente en semanas pasadas”, reveló en su cuenta de TW el economista Mario Di Costanzo. Nadie lo desmintió. De esto, nada se informó.
Aún más:
¿Por qué el jefe de prensa de AMLO, Jesús Ramírez, aseguró que el Presidente había acudido a una “revisión médica de rutina programada” cuando, en realidad, se le estaba practicando un cateterismo emergente que, de acuerdo a los especialistas médicos, no puede considerarse como algo rutinario? Vamos: el propio Secretario de Gobernación desmintió a Ramírez, al asegurar que López Obrador estaba hospitalizado porque “se consideró necesario realizar un cateterismo cardiaco”.
En medio de contradicciones, mentiras y rumores, lo único certero es que López Obrador tiene mala salud, al ser necesario practicarle revisiones de emergencia a su corazón. Hay que recordar que en 2013 sufrió un ataque cardiaco y que en los últimos años, sus problemas de salud han sido tan evidentes como públicos, incluidos los dos contagios de COVID-19.
Y la confirmación más sólida de su mala salud es que, hoy por hoy, el Presidente plantea, de manera pública, la posibilidad de que muera en funciones presidenciales.
¿Qué tan enfermo está el Presidente?, es la pregunta que hoy se hacen millones de mexicanos, ante las constantes recaídas de salud de AMLO y su proclividad a plantear que pudiera morir al corto plazo.
*****
Ya sea por franqueza en exceso o por afán de martirizarse – “pobre de mí, ya me voy a morir”-, por lo que sea, pero López Obrador cruzó una línea que refleja, sin duda, su obsesión enfermiza por el poder: declarar que dejará un “testamento político” en caso de que fallezca aun siendo Presidente.
El testamento de marras es tan inviable como irrealizable:
Inviable, en lo legal, porque en caso de que López Obrador muera, la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos es muy clara en su Artículo 84. Textual: “En caso de falta absoluta del Presidente de la República, en tanto el Congreso nombra al Presidente interino o substituto, lo que deberá ocurrir en un término no mayor a sesenta días, el Secretario de Gobernación asumirá provisionalmente la titularidad del Poder Ejecutivo”. Así que nada de “testamentos políticos” ridículos ni disparates por el estilo contempla la Constitución. Allí está claramente establecida la vía legal y no hay vuelta de hoja.
Irrealizable, porque “muerto el Rey, viva el Rey”. La historia nos deja lecciones: ningún sucesor presidencial – ni López Portillo con Echeverría ni Zedillo con Salinas, por citar dos ejemplos ilustrativos- ha obedecido el legado político del mandatario al que está relevando. Muerto el Rey, nadie se acordará de su “testamento político” ni mucho menos aplicará un continuismo a la obra del ausente. ¿O acaso imaginamos que sea quien sea el sucesor o sucesora de AMLO – Sheinbaum, Ebrard, Monreal, o cualquier candidato de oposición como Ricardo Anaya, Colosio junior, Margarita Zavala o quien sea, van a heredar y aplicar el testamento político de López Obrador? ¡Por supuesto que no! Lo archivarían en el cajón de las prioridades: la basura. Muerto el Rey, viva el Rey.
*****
El mundo imaginario de López Obrador lo lleva a decir barbaridad y media. Eso del “testamento político” es un claro reflejo de cómo se visualiza a sí mismo y cómo visualiza al poder presidencial: bajo una visión dictatorial, autócrata, patrimonial y hasta religiosa. Yo soy el elegido, el Hombre, y yo, sólo yo y nadie más que yo, podrá decirle a los mexicanos qué hacer en caso de que muera. Preocupantes, por decir lo menos, los delirios presidenciales.
Y habrá qué decirle también a AMLO una posibilidad latente y real:
Por los resultados desastrosos de su Gobierno, tal vez ya está muerto.
Tal vez ya hablamos de un Presidente cadáver.
TW @_martinmoreno
FB / Martin Moreno
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