Alejandro De la Garza
09/07/2022 - 12:03 am
¿Por qué son reaccionarios los intelectuales mexicanos?
Un libro revelador que reúne las conversaciones realizadas por Ana Sofía Rodríguez y Luciano Concheiro con 16 intelectuales mexicanos: El intelectual mexicano: una especie en extinción (Taurus, 2015).
Con el aguijón en alto y no sin jiribilla, el sino del escorpión toma el título de su columna de la entrevista con Mariano Azuela publicada en la revista Amauta en septiembre de 1929, recuperada y reproducida hace unos días por el portal Altura desprendida. En aquella legendaria revista dirigida por el marxista peruano José Carlos Mariátegui, el escritor Tristán Marof entrevistó al novelista mexicano sobre “la cercanía ideológica de los escritores (de nuestro país) con el conservadurismo, la dictadura, el gatopardismo y las posturas de la derecha”.
La lectura de las opiniones de Azuela remitió al alacrán a un libro revelador que reúne las conversaciones realizadas por Ana Sofía Rodríguez y Luciano Concheiro con 16 intelectuales mexicanos: El intelectual mexicano: una especie en extinción (Taurus, 2015), donde con cierta benevolencia se hace una ponderación de las posturas ideológicas de estos intelectuales advirtiendo, en efecto, sobre el fin de los intelectuales públicos, “aquellos que podían escribir sobre cualquier cosa y opinar tanto del devenir de la historia nacional como del futbol, de la condición actual de la industria petrolera o de la naturaleza de la literatura, y que intervenían sobre todo en la esfera pública”.
Escuchemos pues las palabras de un radical Azuela en 1929: “Los intelectuales mexicanos, salvo rarísimas excepciones, han seguido a todos los gobiernos. El mal es muy hondo y viene de muy lejos, desde los tiempos del porfirismo. Díaz Mirón, el gran poeta, fue servidor de Huerta, el chacal que asesinó a Madero. El poeta González Martínez, García Naranjo, Querido Moheno, Urrutia, Tablada, y fulano y zutano y todos los que ve usted pertenecen a las falanges del porfirismo. Y estos muchachitos ‘gidistas’ que trabajan en las oficinas son tan revolucionarios como podían ser reaccionarios (…) los intelectuales se habían rebajado ante la dictadura. La sostenían por un pobre sueldo que les permitía vivir”.
Los lectores excusarán al alacrán, pero como apenas va saliendo de su segundo contagio del Covid, cederá la palabra a algunos de los entrevistados en el libro de Rodríguez y Concheiro, el cual, declaradamente, sólo incluye a una mujer (Elena Poniatowska), justificando así esta parcialidad: “Es un hecho que el mundo intelectual en México en la segunda mitad del siglo XX es uno de hombres (…) y es fundamental entender eso para acercarse al estudio histórico de los personajes que aquí presentamos”. El venenoso no quiere ser injusto con este libro y menos con sus autores, sólo quiere destacar cómo ha cambiado drásticamente esta narrativa en el último lustro.
Poniatowska: “¿Cómo puedes escribir si no te relacionas con el exterior? En el tiempo del terremoto, recuerdo que por la mañana iba yo a los lugares donde se habían caído los edificios y por la tarde regresaba a escribir (…) Yo no le di voz a nadie, cada quien tiene su voz y la dice cuando quiere decirla… las voces que oí las recogí y las utilicé como mejor supe hacerlo.
Víctor Flores Olea: “De alguna manera, he militado en los dos ámbitos, tanto en el movimiento intelectual como también en movimientos sociales importantes. Creo que lo que hay que subrayar y valorar hoy en el mundo son los movimientos sociales. Los partidos son necesarios, pero en los últimos veinte años lo que ha logrado transformaciones importantes son los movimientos sociales”.
Enrique Semo: “En 1968 y los años que siguieron, predominó la vocación intelectual en los académicos, pero después de aquella gran tempestad vino la corriente norteamericana que ha hecho del intelectual un experto en aspectos parciales de la realidad, que se cuida de tomar parte activa en la política o de expresarse sobre asuntos que no son de su especialidad. La radio, la televisión, los medios han sustituido al intelectual”.
Roger Bartra: “Todavía hay algunos intelectuales orgánicos ligados a Morena. Con hábitos a la antigüita, al estilo gramsciano. Mucha gente se acercó a López Obrador. Incluso gente muy cercana a mí, como mi primo Armando Bartra. Entramos juntos al Partido Comunista, pero él muy pronto se fue con la fracción promaoista (…) Ahora esta con El Peje, es uno de sus intelectuales orgánicos más cercanos —no sé que tan cercano, porque López Obrador no se deja influir mucho por intelectuales. Otro ejemplo de este tipo de intelectual a la antigua sería Paco Ignacio Taibo II”.
Lorenzo Meyer: “En este país, el creerse importante es una cosa que da ventajas. Es posible que tenga algo que ver con el origen colonial del país, en donde las minorías se consideraban excelentes, aunque fueran unos burros, porque eran minoría en un país colonizado. No sé hasta que punto es mi personalidad y hasta qué punto son las circunstancias en las que yo crecí, pero yo nunca me consideré importante ni entonces ni ahora. Ahora me dan risa y pienso que son igual de tarugos que cualquier otro. Hace año habría dicho que (me considero) como académico. Al final ya no sé y tampoco me importa. Lo único que me considero es una persona que no tiene tiempo. Mer gustaría tener más tiempo…”.
Héctor Aguilar Camín: “Después de la nacionalización (bancaria) de 1982 yo revisé mi idea del país. Había celebrado la nacionalización de la banca como un triunfo del Estado y de los intereses superiores del país sobre los intereses privados. Durante la crisis que siguió empecé a pensar lo contrario: que el Estado, al que yo veía como una solución, había sido el problema. Si un presidente como López Portillo había podido dilapidar 80 mil millones de dólares de ingreso petrolero, endeudarse por otro tanto y entregar un gobierno con un déficit de 16 puntos del PIB, el problema era el Estado (…) Empecé a pensar entonces que la modernización de México no vendría, como pensaba hasta entonces, de una mayor intervención ‘revolucionaria’ del Estado, sino de un Estado menos dispendioso, más controlado, más pequeño y más responsable (…) Diría que ese fue mi primer gran paso fuera de los linderos mentales de la izquierda de entonces…”.
Jorge Castañeda: “Nosotros vimos bastante a Peña durante la campaña, mantuvimos siete u ocho largas sesiones con él (…) Compraron casi todo nuestro programa, pero insisto en que si quienes crean un programa o un proyecto político no están ahí para llevarlo a cabo, va a ser muy difícil que otros lo entiendan. Y, además, si no se arma la estructura política para ese programa, no va a resultar. Lo que hizo Peña con su pacto fue romper con el esquema del PRIAN (…) Nuestro programa es un programa del PRIAN, nosotros lo hicimos para el PRIAN, pues Héctor (Aguilar Camín) y yo venimos de algún modo de raíces PRIAN y lo escribimos para ese público. Peña compra la idea del pacto con el PRD y le trata de encajar a putazos un programa del PRIAN a ese pacto, al PRIANRD. Eso no funciona y eso es lo que esta pasando, as we speak, con cada una de las reformas y con las no reformas…”.
El escorpión se despide en vías de mejorar su padecer, con una última opinión de Mariano Azuela: “La clase porfirista que acompañó a Díaz más de treinta años, que sirvió a Huerta, se halla hoy día casi íntegra en las oficinas, en los puestos secundarios, en la prensa, en la cámara, dispuesta a seguir cualquier ideología, la más confusa…”.
más leídas
más leídas
entrevistas
entrevistas
destacadas
destacadas
sofá
sofá