¿Por qué la gente no se quiere vacunar? ¿Cuáles son sus argumentos? Un estudio revela a detalle qué mueve a la gente a evitar la vacunación, aún en medio de la pandemia de COVID-19.
Madrid, 3 de agosto (Europa Press).- En el contexto de la pandemia de COVID-19, es esencial comprender por qué las personas rechazan o retrasan indefinidamente la vacunación. Un estudio polaco plantea el impacto de los argumentos antivacunas que llaman la atención y que se comunican activamente, así como el escepticismo general hacia las grandes farmacéuticas, los proveedores de ciencia y salud. Sin embargo, los investigadores concluyen que los negacionistas de las vacunas se basan principalmente en una actitud negativa generalizada, que se contrarrestaría mejor si se aborda la propagación de la desinformación con respecto a las vacunas.
El estudio, realizado en la Universidad Jagellónica de Cracovia y la Universidad de Ciencias Sociales y Humanidades SWPS de Breslavia y publicado en la revista académica revisada por pares Social Psychological Bulletin, utiliza datos de un total de 492 participantes, que se han autoidentificado como ambiguos hacia la vacunación o contrarios a ella.
? Wie Impfgegner*innen ticken – eine Umfrage:
Angebliche Nebenwirkungen und #Pharma-Verschwörung sind die häufigsten Ablehnungs-Gründe
Der Nutzen der Impfungen steht weniger in Zweifel https://t.co/91iasmmRc1 pic.twitter.com/czsbIq9TsG— Das Goldene Brett (@goldenesbrett) August 2, 2021
Los argumentos se recogieron durante una conferencia en la que personas contrarias a la vacunación expusieron su postura al respecto. Curiosamente, aunque a menudo informaron de que su postura se basaba en su propia experiencia negativa con las vacunas o en la observada, cuando se les preguntó por su razonamiento, fueron bastante vagos en sus explicaciones. Muchos dijeron que no recordaban la fuente de información, mientras que otros atribuyeron a las vacunas el autismo, las alergias o el hecho de que los niños estuvieran enfermos, a pesar de que no había pruebas de correlación.
Estos casos pueden explicarse con la tendencia de las personas a recordar las informaciones negativas, incluso si éstas simplemente se han leído en Internet.
«El sesgo de confirmación consiste en que un individuo busca activamente información consistente con su hipótesis preexistente, y evita la información indicativa de explicaciones alternativas –dicen los investigadores–. Por lo tanto, una actitud negativa preexistente hacia las vacunas puede hacer que los individuos interpreten los síntomas negativos como consecuencias de las vacunas, reforzando aún más la actitud negativa».
El equipo de investigación, dirigido por la doctora Katarzyna Stasiuk, también recuerda que cuando se les da información similar de múltiples fuentes, las personas tienden a olvidar cómo la han aprendido, y a menudo la confunden con su propia experiencia o la de sus allegados. Como resultado, podrían convertirse en otra fuente de desinformación.
En definitiva, los negacionistas de las vacunas creen que éstas provocan graves efectos secundarios negativos, que no protegen al individuo ni a la sociedad contra las enfermedades infecciosas y que no están suficientemente probadas antes de su introducción. Además, están convencidos de que los líderes antivacunas están mejor informados sobre las vacunas que los médicos, y que son más bien los primeros los que actúan en interés del público.
Consideran interesante que, en comparación con el grupo que se autodeclaró reacio a las vacunas, los opositores a las vacunas se mostraron más inclinados a creer que la medicina moderna es capaz de hacer frente a una epidemia.
Mientras tanto, los participantes ambiguos con respecto a las vacunas en la encuesta confiaban en su mayoría en la eficacia de las vacunas, así como en que se investigaban adecuadamente. Sin embargo, seguían siendo susceptibles a las afirmaciones del movimiento antivacunas sobre los efectos secundarios y la «conspiración de las grandes farmacéuticas». Además, si se les presentan argumentos bien preparados, es probable que se conviertan en negacionistas de las vacunas.
En conclusión, los científicos señalan que las pruebas existentes son bastante pesimistas sobre la posibilidad de cambiar las actitudes de los opositores a las vacunas, por lo que recomiendan que los esfuerzos se centren en persuadir al grupo ambiguo a las vacunas, de modo que se reduzca su preocupación por los efectos negativos. También sugieren que hay que presentarles argumentos prosociales sobre las razones por las que los profesionales médicos recomiendan las vacunas, con el fin de reforzar los puntos positivos de su actitud.