Gustavo de Hoyos Walther
05/04/2022 - 12:03 am
Plurinominales y minorías
En el sistema político mexicano, lo que ha existido desde hace tiempo es un modelo que podríamos llamar híbrido: parte un esquema de mayorías distritales y parte un modelo de representación proporcional.
El debate acerca de la conveniencia política de la representación proporcional y, especialmente, la discusión sobre la continuidad o desaparición de las diputaciones llamadas plurinominales no es nuevo. Sin duda, una institución tan relevante para los equilibrios democráticos merece un recurrente escrutinio público.
El célebre politólogo, Giovanni Sartori, argumentó que en los sistemas que tienen un sólo representante por distrito se tiende a reproducir una competencia bipartidista nacional. Ese fenómeno fue lo que sucedió en los Estados Unidos de América, donde el sistema del winner takes all promovió la marginación de opciones políticas distintas de las que representan los dos partidos que allá existen.
En los sistemas netamente parlamentarios, en contraste, lo que se privilegia es la representación proporcional, donde, a través de un sistema de listas de los partidos, se asignan curules en el parlamento en proporción al voto popular obtenido. Este sistema político, muy arraigado en Europa, induce el pluripartidismo y, por lo tanto, fortalece la influencia de opiniones minoritarias en la definición del rumbo político de una Nación.
En el sistema político mexicano, lo que ha existido desde hace tiempo es un modelo que podríamos llamar híbrido: parte un esquema de mayorías distritales y parte un modelo de representación proporcional.
Esto ha permitido que en nuestro país haya una mayor pluralidad política en la representación en el Congreso de la Unión, sin que se le deje de otorgar un poder relevante a las mayorías. En el caso de la Cámara de Diputados, el origen del mandato de los legisladores es en un 60 por ciento por mayoría y en un 40 por ciento por representación proporcional. Para el Senado de la República, aunque con otras modalidades electivas, la composición se determina en un 50 por ciento por legisladores integrantes de fórmulas ganadoras en sus entidades federativas, y en otro 50 por ciento a una elección que obedece a otros dos principios, pero conectados a la representación proporcional.
La desaparición del sistema de representación proporcional en la llamada Cámara Baja, como hoy lo propone discursivamente el oficialismo, y que en breve evolucionará a una iniciativa de reforma constitucional, entrañaría el colapso del sistema híbrido, que como ya se dijo, ha permitido la pluralidad y el acceso al poder de minorías políticas. En el improbable caso de que la propuesta se adoptase en la Carta Magna, lo que resultaría sería un sistema de perfil bipartidista, como lo previó el ilustre Sartori.
Estaríamos avanzando hacia una franca involución de la representación de las minorías y a contracorriente de la maduración política mexicana que, en las últimas cinco décadas, se ha decantado en favor del multipartidismo, que refleja mejor la diversidad de las corrientes políticas existentes en México.
Esto no quiere decir, por supuesto, que el sistema híbrido de representación legislativa que tiene hoy nuestro país no pueda reformarse y mejorarse.
Por ejemplo, se debería discutir a fondo la cláusula de gobernabilidad vigente, que asigna a la mayoría un número proporcionalmente mayor de diputaciones de los que le corresponderían formalmente, otorgándole artificialmente una sobrerrepresentación justificada en la gobernabilidad.
Podría en efecto analizarse racionalmente la posibilidad de disminuir el número total de diputados federales que actualmente es de 500 -300 de mayoría y 200 plurinominales- pero considerando que siempre se mantenga la proporción general de diputados electos por ambos principios: es decir, un 60 por ciento a los primeros y un 40 por ciento a los segundos.
Aún otra posibilidad sería que -emulando a lo que sucede en varios Estados de la República y hasta cierto punto en el Senado- pueda existir un sistema mixto más complejo para la designación de los diputados de representación proporcional, según el cual una parte de las curules se asignaría de acuerdo al porcentaje obtenido por los partidos y otra a los mejores segundos lugares en la competencia distrital.
Finalmente, hay que agregar que la tendencia contemporánea en las democracias liberales, tanto en regímenes presidencialistas como en los parlamentarios, es contar con sistemas de designación múltiple y compleja, donde existen representantes de mayoría y de representación proporcional.
El sistema político mexicano, hoy, refleja ese consenso político. Sería sensato, por razones de justicia, que así siguiera siendo y no que se le pretenda destruir, por un cálculo político de corto plazo sobre la composición de las cámaras en 2024. Al contrario: es hora de pensar en el interés de la República.
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