Ciudad de México, 9 de agosto (SinEmbargo).– Tienen un pelo despeinado que va desde el anaranjado al rojizo o marrón. Unos brazos larguísimos, casi tan largos como su cuerpo, y los arrastran por el suelo en la rara ocasión en que lo toquen: los orangutanes viven alrededor del 90 por ciento de su tiempo en los árboles de sus hogares: las selvas tropicales de las islas de Borneo y Sumatra, en Indonesia y Malasia. Por las noches, preparan sus nidos hechos con ramas frondosas en las alturas de las copas de los árboles; y cuando llueve, usan hojas muy grandes para que su pelo enredado y su cuerpo enorme no se moje.
Toto y Jambi nunca vivieron en Indonesia o Malasia, son dos orangutanes hermanos nacidos en cautiverio, en México, en Chapultepec. Toto y Jambi jamás se han protegido de la lluvia con una hoja enorme pues un “techo humano” siempre los ha cubierto. Toto y Jambi no duermen en nidos en las copas de los árboles, duermen en el concreto. Para ellos, que sus brazos sean tan largos no tiene tanto sentido. De hecho, decir “Toto y Jambi” ya tampoco lo tiene: hace dos semanas Jambi murió.
Paulina Bermúdez, activista que abogaba por el traslado de los orangutanes a un santuario en Brasil, dice que las autoridades le prometieron explicar la causa precisa de la muerte del orangután –hasta ahora la explicación tentativa es una pancreatitits–, pero Jambi ya ha sido convertido, literalmente, en cenizas. Así que ahora, Toto pasará 6 horas del día exhibido en un reducido espacio, sin un sólo árbol –más que los recién pintados en la pared– y 17 horas diarias encerrado en una jaula de noche que a penas deja pasar la luz, solo.
A lo largo de sus 24 años de vida, Toto ha visto la misma expresión de curiosidad o extrañeza que pone un humano del otro lado del vidrio al verlo. Ha escuchado los golpecitos que le dan al cristal para que voltee o se acerque. Ha visto cómo un niño desorbita los ojos de la impresión de haberle encontrado (en esas ocasiones en que uno trata de adivinar a dónde se metió el animal de zoológico) y, en los mejores casos, ha visto a las personas pasarse de largo sin provocarle ningún tipo de estrés.
Hay personas que creen que un ser vivo no debe vivir así. Pedro Pozas Terrados, director ejecutivo de Proyecto Gran Simio (PGS), es una de ellas. Es fundador de esta organización, que busca que a los grandes simios –gorilas, chimpancés, bonobos y orangutanes– se les reconozcan derechos, se les trate con dignidad y se les permita vivir en libertad en sus hábitats.
Proyecto Gran Simio, a través de su sede en México, buscó hace ya cuatro meses que Toto y Jambi fueran trasladados al Santuario de Sorocaba, en Brasil; un lugar en el que se les daría rehabilitación física y mental en amplios espacios el resto de sus días, para que ambos dejaran de vivir en malas condiciones. La organización propuso además, hacerse cargo de todos los gastos de traslado y manutención de por vida. Las autoridades se negaron argumentando que los animales estaban en perfectas condiciones pero, después, Jambi murió.
«¿Cómo es posible que dijeran que los tenían en perfectas condiciones y después un orangután de 25 años –esta especie puede llegar a vivir hasta 60– se les muera?, dice a SinEmbargo, Paulina Bermúdez, de PGS México.
Ahora, en un intento por rescatar al orangután viviente y trasladarlo al santuario en Brasil, la organización presentó el martes pasado más de 135 mil firmas reunidas a través de una petición en la plataforma Change.org durante una segunda reunión con las autoridades de Medio Ambiente del Distrito Federal.
«Yo creí que en esta segunda reunión, y sobre todo después de la muerte de Jambi, a las autoridades les quedaría claro que el zoológico no es el mejor lugar para Toto. Creí que tomarían una decisión sensata para trabajar en conjunto y comenzar a gestionar con la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales (Semarnat) el proceso de exportación; pero no fue así, por lo que vamos a acudir al Gobierno del Distrito Federal y después [solos] a la Semarnat», explica la representante de PGS México.
Ella misma asegura que durante la reunión con las autoridades, el director General de Zoológicos y Vida Silvestre de la Ciudad de México, Juan Arturo Rivera Rebolledo y los representantes de otras instituciones ambientales, se mostraron «evasivos, fueron renuentes y tomaron actitudes nefastas. Ellos insisten en que todo está muy bien. Dicen que podrían traer otro orangután para que Toto no esté solo, pero eso a nadie le interesa si lo van a tener en las mismas condiciones en que tenían a Jambi».
La organización ha intentado tener acercamientos con Toto (y antes también con Jambi) para realizar una valoración médica, pero esto no ha sido posible. Hasta ahora, «las autoridades sólo han admitido que Toto tiene obesidad y problemas dentales, pero hay signos que indican que las condiciones en las que está han repercutido negativamente en su estado de salud».
Evidentemente, Toto no puede practicar la locomoción arbórea que es propia de su especie, no tiene mucho contacto con la luz solar, y tiene rastas por la carencia de acicalamiento.
A pesar de esto, de acuerdo con Paulina, las autoridades no presentan interés alguno en trasladarlo, y «no lo dejan salir por cuestiones de recursos: como zoológico tienes la obligación de mantener una colección de animales con cierto número de ejemplares y especies, que determinan los recursos que se le destinan. Dejar de tener a Toto implica no sólo perder a un ejemplar, sino también a una especie, lo que significaría que les darían menos recursos».
«Perder a Toto es, para ellos, perder dinero».
Las autoridades, que ofrecieron una respuesta en un aproximado de veinte días posteriores al de la reunión, «también dicen que el santuario de Brasil no tiene capacidad para atender a Toto», explica Paulina Bermudez, pero este lugar tiene un espacio de 20 mil metros cuadrados y personal calificado para mantenerlo.
El Santuario de Sorocaba es el pionero y mayor de los cuatro que pertenecen al Proyecto Gran Simio. El recinto hospeda ahora a 48 chimpancés y tiene instalaciones preparadas para el recibimiento de más primates. Cuenta con una clínica con sala de cirugía, es un espacio amplio y abierto, y hasta cuenta con un local llamado «Escuelita» para el desarrollo cultural y social de los simios huéspedes.
Pedro Pozas Terrados, Director ejecutivo de Proyecto Gran Simio, explica:
«Toto pasaría de estar en una jaula de cristal a estar en un lugar en el que esté atendido constantemente. Allí se harán cargo de él, junto a los otros grandes simios a quienes se les trata como si fueran homínidos debido a su cercanía genética con los humanos. En principio estaría en observación para ver cómo se podría desarrollar en su nueva casa, y los expertos harán una valoración para determinar si tiene problemas de algún tipo [físicos, psicológicos, etc.] y en base a ellos tomar medidas.
«Es gravísimo que Toto esté viviendo en un lugar en el que se le niega la luz real, no puede ver el cielo o tocar la tierra. Los ciudadanos mexicanos no deben perder esta oportunidad. Nosotros luchamos por esta causa que a Jambi ya no puede beneficiar, porque ha muerto, pero no se la neguemos a Toto. Su dignidad, la dignidad humana, la dignidad del propio Gobierno y de la ciudadanía pueden elevarse permitiendo que Toto vaya al santuario de Brasil.
«Debemos darle a Toto esta oportunidad en recuerdo de Jambi», concluye.