Alejandro De la Garza
11/12/2021 - 12:04 am
Ochenta años de Los Muros de agua
«Los muros de agua, título referido a la prisión en las Islas Marías, filtra la experiencia carcelaria de José para convertirla en una indagación sobre el ser humano en el universo concentracionario, extremo donde la humillación, la violencia y la tortura son norma».
El sino del escorpión se sumerge en una nueva relectura de Los muros de agua, la primera novela de José Revueltas, para conmemorar los ochenta años de su publicación en 1941, junto con el el surgimiento del escritor de excepción, de su voz literaria única y de su obra erigida sobre una dolorosa interrogante en torno al sentido de la existencia humana vista en su desamparo y desnudez más absolutas.
La polémica figura del camarada Pepe encarna la problemática y los conflictos existenciales, artísticos y políticos definitorios para el arte, la cultura y la crítica del siglo veinte, percibe el alacrán. Su dura existencia pasó por graves problemas íntimos y políticos: pobreza, dipsomanía e incomunicación familiar; persecución y encarcelamientos por parte de los gobiernos posrevolucionarios, y aun vivió el conflicto mayúsculo de ser juzgado y repudiado por sus camaradas comunistas.
En el centro de todo laten también sus problemas creativos, la búsqueda de técnicas, estilos, formas para construir la estética propia de su arte literario, reflejo del “lado moridor” de la vida, entendido éste como una técnica narrativa. La luminosidad del hecho estético en la obra revueltiana brilla con luz potentísima al convertir la crueldad, la abyección, la barbarie e incluso la deformidad y lo grotesco, en conmovedora y bella experiencia literaria.
El escorpión acude a la documentada biografía José Revueltas. Los muros de la utopía, escrita, corregida y aumentada por Álvaro Ruiz Abreu en su edición 2014, para abreviar los primeros encarcelamientos del escritor duranguense.
La inicial experiencia de Revueltas con el autoritarismo carcelario ocurrió en noviembre de 1929, cuando a punto de cumplir 15 años fue detenido en un mitin comunista por izar una bandera roja en el asta del Zócalo. En la correccional a donde fue conducido “festejó” su cumpleaños, leyó mucho y fue castigado por un intento de fuga. Salió de ahí seis meses después, en mayo de 1931, transformado luego de experimentar, también, la solidaridad y fortaleza comunista de los camaradas en el encierro.
En 1932, cuando el Maximato callista era más cruel y persecutorio con los comunistas, Revueltas fue detenido nuevamente en un mitin y llevado como reincidente a la Jefatura de la Guarnición, junto a Palacio Nacional. Entre maltratos y amenazas, los comunistas presos temieron la aplicación de “la ley fuga” al ser trasladados a la prisión de Santiago Tlatelolco, pero de ahí los arrastraron a la Estación San Lázaro y hacinados en un tren fueron enviados a Manzanillo, puerto donde los aguardaba el lanchón El Progreso, su transporte a las Islas Marías. Cinco meses después, andrajoso, hambriento y enfermo de paludismo, José es arrojado, literalmente, a un muelle en Mazatlán. Libre ya, pero en la miseria más extrema, Revueltas está a punto de rendirse: “Me siento vacío, sin fuerzas, sin nada por dentro…”, cuando es rescatado por miembros del Sindicato de Artes Gráficas.
Al iniciarse 1934, Revueltas es comisionado del PC en Monterrey, donde apoya sindicatos y hace proselitismo, de ahí viaja a la huelga de trabajadores agrícolas en Camarón (hoy Ciudad Anáhuac) en Nuevo León. Las autoridades son alertadas de un “un agitador con antecedentes penales” y envían a un grupo de hombres tras él. Es secuestrado con dos compañeros más y movido de una cárcel a otra por el norte del país. En mayo, temeroso, amedrentado, pero inquebrantable en su ideal comunista, el grupo llega a Mazatlán y es embarcado rumbo a las Islas Marías. Esta vez vivió diez meses de confinamiento, y sólo gracias a la Ley de Amnistía decretada por Cárdenas, el veinteañero José fue liberado en febrero de 1935.
Los muros de agua, título referido a la prisión en las Islas Marías, filtra la experiencia carcelaria de José para convertirla en una indagación sobre el ser humano en el universo concentracionario, extremo donde la humillación, la violencia y la tortura son norma. Esos meses de encarcelamiento fraguan la primera novela de Revueltas, editada en 1941 con recursos económicos familiares luego del rechazo de las editoriales. Poco se escribió en esos años sobre la novela, hasta la revaloración de su autor al finalizar los años cincuenta.
La galería de los personajes de su novela ya son revueltianos: cinco comunistas, incluida una mujer: Ernesto, Marcos, Prudencio, Santos y Rosaura, en contraste y convivencia violenta, cruel, inhumana o solidaria, con los aún más revueltianos habitantes del subsuelo social ahí prisioneros: ladrones, asesinos, violadores, drogadictos, delincuentes de toda ralea, prostitutas y seres enfermos (de paludismo, sífilis, escorbuto, lepra, lujuria, codicia); hay también homosexuales y lesbianas, víctimas todos de los primitivos y bárbaros deseos sanguinarios de los agentes carcelarios. La mirada sobrenatural de Revueltas comienza a forjarse y convertirse en una forma literaria excepcional, donde destacan la animalidad enardecida de lo humano y la fuerza irrefutable de la naturaleza, de la vida y de la muerte.
El escorpión celebra la primera novela de Revueltas, el inicio de su arco narrativo en 1941, pero, al mismo tiempo, quiere tener presente el fin de ese largo arco narrativo, su última novela: El apando, de 1971, la cúspide novelesca, casi metafísica, del universo carcelario. “Los barrotes de la cárcel son los barrotes de la existencia y del espíritu humano”, dijo Revueltas.
@Aladelagarza
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