Susan Crowley
25/06/2022 - 12:04 am
Nan Goldin, el regreso a los infiernos
En Memory Lost, Goldin nos permite caminar con ella por la oscuridad y la vertiginosa caída de un adicto.
Más allá de la habilidad y el talento, el artista, cuando realmente lo es, tiene la capacidad de distinguir entre las múltiples capas de la realidad para revelar la verdad. Por dolorosa que esta sea, la toma entre sus manos y la transfigura en acto creador. Hace mucho tiempo que su compromiso dejó de ser tan solo expresar la belleza y se convirtió en una acción que visibiliza los acontecimientos incómodos, vergonzosos, las injusticias y ciertos actos atroces que no caben en la mente humana, pero que existen.
Ampliando los márgenes de sus prácticas, desdibujando las fronteras entre el arte y la vida misma, la responsabilidad del artista no es la de un cronista o un periodista que apunta los hechos o refleja los datos duros, su labor es la de crear consciencia e incluso, denunciar ante la sociedad crímenes infames, sobre todo cuando, sin siquiera haberlo imaginado, se convierte en víctima y sobreviviente de una de las tragedias más espeluznantes que se puedan contar en lo que va del siglo.
Es el caso de una de las más influyentes y poderosas artistas del mundo, la fotógrafa norteamericana Nan Goldin, víctima del consumo de OxyContin. Una experiencia sin duda aterradora y que puede verse en Memory Lost, actualmente exhibida en el Museo Tamayo. Utilizando su cámara como si fuese la extensión de su mano, su cuerpo de obra es un diario visual que redime a todos aquellos seres que se han condenado a vivir en el rezago y la incomprensión. Adentrándose en su intimidad con respeto, dignidad y sobre todo amor, Goldin dota a sus modelos de una peculiar belleza, fragilidad y desencanto característicos de las culturas urbanas marginales, especialmente de Nueva York.
Con una agudeza sorprendente apunta los detalles llenos de contradicción, a veces liberadores y otros de una confrontación punzante. Con destreza aborda problemáticas de las que incluso huyen los gobiernos (VIH, diversidad sexual, violencia intrafamiliar y ahora las adicciones), tejiendo un diario de imágenes en el que muestra la luz que existe en aquellos temas difícilmente explorados más allá de los prejuicios y la doble moral.
Las fotografías de Goldin son para el espectador un encuentro con la verdad registrada a través de su cámara; ese impacto que no miente porque no puede ser alterado por una intención estética. Como dice Susan Sontag hablando del trabajo de Goldin, “sus piezas logran un punto liberador sobre la sensualidad, la franqueza, el afecto. Combaten la mierda moralista”. En The Other Side, que también se puede ver en el Tamayo, habla así, llanamente, sin pretensiones que encubran o idealicen las escenas.
Memory Lost es una de las piezas más conmovedoras de la artista. El tránsito doloroso de miles de personas y de la misma Goldin atrapados en la adicción provocada por oxicodona. Entre 2014 y 2017, debido a un intenso dolor en la muñeca conocido como tendinitis, que la imposibilitó a utilizar su cámara, la artista fue recetada con OxyContin. Promocionado como la panacea para eliminar el dolor, fue autorizado por el sistema de salud norteamericano como un fármaco no adictivo y sin efectos secundarios. Pero era todo lo contrario. Extraído de opiáceos, desde sus mínimas dosis (10 miligramos) hasta su máxima presentación 160 miligramos, la “puerta a una vida mejor”, fue uno de los narcóticos más agresivos de la historia. En el caso de Goldin, un descenso al infierno. Con una dosis inicial, ya excesiva, de 40 miligramos y la progresiva tolerancia al efecto del famoso pain killer, la llevó a consumir hasta 450 miligramos diarios cuando alcanzó el grado más severo de adicción. Sin poder controlar el consumo, la vida de Goldin se convirtió en un vía crucis para mantener el consumo de este fármaco. Mientras los médicos la prescribían, entregó su vida a conseguir y pagar los altos costos que significaba. Pero aún venía lo peor. Un día se le desautorizó su uso. Fue entonces que la artista se adentró en uno de los mundos más terribles que pueda existir, el del mercado negro de las drogas en el que se topó con los dealers y las víctimas que buscaban desesperadas apaciguar su adicción. Así encontró el fentanilo, droga sintética sustituto de los opioides muchas veces más letal que la heroína. En poco tiempo llegó a estar al borde de la muerte y entonces tocó fondo.
Para poder dimensionar el daño que ha causado esta droga en Estados Unidos, para 2016 había matado a más personas que en la guerra de Vietnam; casi la mitad de las sobredosis habían sido a través de las recetas médicas. Por cierto, esta droga fue la que mató a Prince. En el caso de Goldin, el periodo más crudo vivido en toda su vida hasta ahora.
Su camino como artista no ha sido sencillo. Dentro de su obra existe la serie de autorretratos La Balada de la dependencia sexual, realizada con toda crudeza y honestidad justo después de haber sido molida a golpes por su pareja, lo que le ocasionó un daño en diez partes del ojo y le sirvió para visibilizar a las víctimas de la violencia intrafamiliar.
En Memory Lost, Goldin nos permite caminar con ella por la oscuridad y la vertiginosa caída de un adicto. Diario de vida, experiencia sobrecogedora que nos invade al ritmo de cada imagen, con una producción musical que nos envuelve y seduce, acompañada de audios en los que la propia artista se graba durante “el viaje”. También aparecen los amigos, las fiestas, la soledad, la desolación, la resaca, los “bajones” y la necesidad vital de seguir consumiendo. Paisajes que evocan ese estado letal post efecto de las drogas, en el que ni por asomo se ve una luz; lo más parecido a la muerte en vida, la destrucción ya no por el placer del consumo. El 40 % de la población que utilizó este fármaco, lo hizo como un medicamento. Muchas de las imágenes son borrosas porque fueron capturadas en los momentos en los que Goldin había “snifiado”.
Y sin embargo, Memory Lost es el testimonio cargado de belleza de una sobreviviente que habla en nombre de seres afectados y de muchos muertos. Que pudo recuperar su arte y el poder de su cámara para enunciar una verdad trascendente. Después de verlo, no hay serie dramatizada, documental o cifra de encuestas que nos haga profundizar la verdad sin manipulación sensiblera o estridencia, simplemente la verdad como es y a la que todos tenemos derecho. Goldin, la gran artista, víctima y sobreviviente confía en nuestra inteligencia y sabe que después de ver su obra tomaremos una postura por nosotros mismos.
El poder del arte es saber transmitir las realidades dolorosas transformadas en objetos de contemplación. No solo eso, es una invitación a la obligada reflexión de quienes vivimos en este mundo, en el que nuestros hijos y nosotros mismos podemos volvernos víctimas.
@Susancrowley
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