El mes pasado, más del 70 por ciento de población en países de altos ingresos contaba con al menos una dosis de la vacuna, mientras en países pobres, esa cifra ronda el 10 por ciento.
Madrid, 2 de marzo (Europa Press).- Las tasas de infección y mortalidad por COVID-19 en los países de renta baja y media podrían reducirse significativamente si los países de renta alta les donaran entre el 46 y el 80 por ciento de sus existencias de vacunas contra la COVID-19, según los cálculos de un equipo de investigación dirigido por la City University of Hong Kong.
En su trabajo, publicado en la revista científica Nature Human Behaviour, los investigadores muestran cómo las vacunas se distribuyen de forma desigual a nivel mundial basándose en los datos de la plataforma de datos del Reino Unido Our World In Data.
En febrero de 2022, más del 70 por ciento de las personas en los países de ingresos altos tenían al menos una dosis de la vacuna contra la COVID-19; mientras que en los países de ingresos bajos, esa cifra es de alrededor del 10 por ciento.
«La equidad en las vacunas se exige en todo el mundo. Sin embargo, necesitamos datos como base para comprender las consecuencias de la desigualdad mundial en materia de vacunas y encontrar soluciones prácticas para lograr la equidad en las vacunas», explica el líder de la investigación, Zhang Qingpeng.
Equitable access to COVID-19 vaccines makes a life-saving difference to all countries | Nature Human Behaviour. Inequidad mundial en la vacunación. Vacunar a países ricos, sólo crea una ventaja de corta duración en ellos. Debemos vacunar al #planeta https://t.co/dLp5rQEHgH
— Dr. Oscar Cingolani (@cingolani_oscar) January 31, 2022
Integrando datos reales del transporte aéreo mundial con un modelo epidémico, el equipo estimó los efectos de la vacunación contra la COVID-19, las variantes de la COVID-19 y el movimiento de personas en el proceso de transmisión en 179 países y regiones.
El equipo de investigación planteó dos escenarios. En primero, las vacunas contra la COVID-19 se asignan equitativamente a todos los países, independientemente de su riqueza, pero según cuatro criterios de priorización: tamaño de la población, incidencia, prevalencia y tasa de mortalidad.
En el segundo, las vacunas contra la COVID-19 no se distribuyen equitativamente. Los países de ingresos altos reciben la mayor parte, dejando que el resto de las vacunas se asignen a los países de ingresos bajos y medios según los cuatro criterios mencionados.
El análisis muestra que la tasa de infección de los países de renta alta, que disponen de grandes reservas de vacunas contra la COVID-19, podría descender considerablemente a corto plazo en caso de una distribución desigual de las vacunas.
Sin embargo, los países de ingresos bajos y medianos con un suministro insuficiente de vacunas contra la COVID-19 tendrían una tasa de infección elevada y se enfrentarían a un mayor riesgo de aparición de variantes. Como resultado, la vacuna que recibieron las personas en los países de ingresos altos puede no ser capaz de proteger contra las variantes, y los casos infectados en los países de ingresos altos pueden aumentar de nuevo. Y la pandemia mundial de COVID-19 puede persistir.
«Según nuestro análisis, cuanto más desigual sea la distribución de las vacunas contra la COVID-19, más graves y frecuentes serán los brotes de COVID-19», reflexiona el doctor Zhang.
Por el contrario, el equipo ha evidenciado que una distribución uniforme de las vacunas puede ayudar a detener en gran medida la propagación global de las variantes de la COVID-19, acelerando el fin de la pandemia.
«Según nuestros cálculos, en la mayoría de las circunstancias, las vacunas deberían ser prioritarias para los países con altas tasas de incidencia, prevalencia y mortalidad para detener la propagación de COVID-19 en ellos. Sin embargo, en casos excepcionales, por ejemplo, si las variantes son altamente contagiosas, entonces las vacunas deberían priorizarse en países con una gran población para frenar la tasa de incidencia», propone Zhang.
Basándose en el modelo bajo diferentes escenarios de donaciones de vacunas contra la COVID-19, el equipo de investigación concluye que la tasa de mortalidad de los países de ingresos bajos y medios disminuiría y habría menos brotes de variantes si los países de ingresos altos cuya situación de salud pública está generalmente bajo control donan entre el 46 por ciento y el 80 por ciento de sus vacunas contra la COVID-19 a los países de ingresos bajos y medios.
«Sugerimos a los países de altos ingresos que donen oportunamente las vacunas contra la COVID-19 a los países de bajos y medianos ingresos. No sólo es una responsabilidad moral, sino también una forma eficaz de frenar la transmisión del virus y proteger a todos los habitantes del mundo. Será un beneficio tanto para los países de altos ingresos como para los de bajos y medianos ingresos», justifica Zhang.
Igualmente, el estudio también sugiere que la donación de vacunas por parte de los países de renta alta se realice a los países de renta baja y media del mundo, en lugar de donarlas a los países vecinos, ya que «es más eficaz para detener la propagación del virus».