El poder del amuleto reposa en la convicción universal, en la esperanza, en su capacidad de proteger del mal ahuyentándolo para propiciar el bien. Pero esto no es estático, más bien es dinámico, ya que las cualidades del amuleto obran con independencia del contexto cultural en el que se originó, coexistiendo sin contradicciones con sus semejantes.
Por Bárbara García
Ciudad de México, 2 de mayo (SinEmbargo).- El número 131 de la revista Artes de México nos muestra el viaje de los amuletos. Una travesía histórica, antropológica y espiritual de ciertos objetos que a través de diversas formas y múltiples variantes han guiado el bienestar y la salud humana. Diversos autores son los que encaran estos talismanes con sus distintos moldes y dan vida al presente número.
Para iniciar este viaje Carlos Zolla Luque menciona a los talismanes, reliquias, colgantes, nóminas, escapularios, medallas, evangelios y hasta sacramentales como amuletos, mismos que han sido importantes en diferentes contextos culturales. Por otro lado, Zolla cita al destacado investigador de la magia, Arturo Castiglioni, cuando afirma que “Todos los adornos del cuerpo son, en su origen. amuletos o talismanes”. Desde hace miles de años los pueblos primitivos explicaban por medio de rituales y usos el carácter mágico de los amuletos. Para ellos, eran extensiones corporales que no solo alejaban cualquier peligro, sino que adornaban y potenciaban sus virtudes.
El Diccionario de la Lengua Española (DLE) tiene como definición de la palabra amuleto: “Objeto pequeño que se lleva encima, al que se atribuye la virtud de alejar el mal y propiciar el bien”. Este significado inaugura la comprensión del amuleto como cualquier cosa, siempre y cuando cumpla con ciertos requisitos, sobre todo, que tenga la función de proteger.
El poder del amuleto reposa en la convicción universal, en la esperanza, en su capacidad de proteger del mal ahuyentándolo para propiciar el bien. Pero esto no es estático, más bien es dinámico, ya que las cualidades del amuleto obran con independencia del contexto cultural en el que se originó, coexistiendo sin contradicciones con sus semejantes.
Los amuletos se mueven en el tiempo y llegan a nuestras manos con una lectura totalmente distinta, una individual que nosotros proyectamos y hacemos nuestra. Dentro de esta idea, también convive el concepto de hibridación, que de acuerdo con el extraordinario viaje que nos trae este número, es una mezcla de signos y símbolos de diversos orígenes culturales que se fusionan en una sola figura.
Sin duda, una de esas hibridaciones está en el colibrí, que en la época prehispánica representaba una de las aves más maravillosas y poderosas en Mesoamérica. Todos los documentos encontrados acerca de él coinciden en que el colibrí es uno de los amuletos más famosos, poderosos y dotados de una densa significación por asociarse con Huitzilopochtli. David Lorente Fernández nombra no sólo a las plumas de colibrí sino a los cascabeles de víbora cómo fuerzas encarnadas que proceden de las deidades. En donde el usuario, al interactuar con ellos, hace presente su poder al portarlos.
Se dice que las víboras tienen el poder y la fuerza para embrujar. Por ejemplo, su cascabel se guarda en una caja de cerillos en el bolsillo y así lo carga uno para que no le llegue el mal, o potencie sus conjuros. Es un doble escudo. Así, pues, el pájaro y la serpiente son animales bendecidos, que vueltos amuletos, más que objetos se volvieron extensiones del mundo sagrado. Cabe mencionar también que, según los autores, obtener la suerte y la protección de estos entes significa, como contrapartida, un riesgo. Todo amuleto provisto de poder representa un intercambio alquímico igualitario. Es decir, el amuleto es también un objeto ambivalente, que mal usado representa más que una ayuda, un riesgo para su portador.
Carlos Zolla Luque explica que “en todas las culturas es posible comprobar la existencia milenaria de amuletos. La historia y la arqueología han dado cuenta de su presencia en Egipto, Grecia, Roma, Irlanda, China, India, África y América. Esta confluencia de objetos demuestra la universalización de su función apotropaico; es decir, la capacidad que tienen los amuletos de ahuyentar el mal y propiciar el bien.
Es preciso preguntarnos en qué contextos aparecen las reliquias que operaron cómo amuletos. El historiador Antonio Rubel García nos relata cómo las reliquias formaron parte importante de la cohesión social y operaron también en marcos religiosos que perduran hasta el día de hoy.
De lo anterior, el ejemplo más concreto lo podemos ver en las reliquias que junto con las imágenes milagrosas, aparte de funcionar como amuletos con poderes taumatúrgicos, “fueron signos que vincularon a la heterogénea población novohispana en un espacio cultural común. Con los ritos realizados alrededor de ellas, las reliquias adquieren un nuevo valor simbólico que actualizaba su poder de hacer milagros y aseguraba la protección divina”.
Si bien las reliquias y las imágenes de algunos santos fueron claves para unir a la sociedad novohispana, en otra parte del mundo un símbolo no sólo unió a la sociedad, sino que universalizó un poder encarnado en un mismo objeto: la mano de Fátima. Alberto Ruy Sánchez nos revela la tradición de este amuleto y nos muestra cómo llegó a ser uno de los símbolos más conocidos por la humanidad. Actualmente la mano de Fátima existe para ahuyentar a los malos espíritus, al mal de ojo o a cualquier otro tipo de maldición. Es una mano que conjura, bendice y protege. Sus representaciones son infinitas.
Carlos Zolla Luque proyecta cómo todo amuleto, en realidad, se comporta de manera similar a un símbolo. Según sus investigaciones “el amuleto está investido del pasado. El usuario moderno busca que el poder protector que tuvo en sus orígenes y en su desarrollo sea reinstalado en el presente”. Anhelamos ese poder antiguo que con los años, creemos, se vuelve más latente.
“El amuleto posee siempre algún elemento distintivo que constituye la base del mensaje, independientemente de que el usuario o destinatario ignoren la totalidad de la historia del objeto”. El amuleto exhibe y esconde un conjunto de significaciones culturales, simpatías o antagonismos, y es expresión de sentimientos, anhelos, temores e incertidumbres de millones de seres humanos en el mundo.
Aquí termina el viaje que la revista-libro número 131 de Artes de México dedicada a los amuletos nos brinda. Como se vio en este pequeño recorrido, el lector encontrará fascinante la perspectiva de los amuletos desde su pasado remoto, folclórico y supersticioso. Además de una lectura fresca y panorámica del impacto que tienen en nuestra actualidad.