Mateo Crossa Niell
25/07/2021 - 12:02 am
México, pobreza salarial sin freno
Una y otra vez salen a luz pública elogios por parte de medios empresariales y clase política, vanagloriando la condición que tiene México como una economía atractiva y abierta a las inversiones extranjeras. A la par de la agresiva y violenta política contra los migrantes para prevenir su ingreso a EU por México, se repite […]
Una y otra vez salen a luz pública elogios por parte de medios empresariales y clase política, vanagloriando la condición que tiene México como una economía atractiva y abierta a las inversiones extranjeras. A la par de la agresiva y violenta política contra los migrantes para prevenir su ingreso a EU por México, se repite incansablemente que nuestro país, aun en pandemia, se convirtió en el «mayor socio comercial de EU» y que el nuevo tratado de libre comercio T-MEC será un motor para la economía nacional. Insistentemente se anuncia que el país tiene una condición de competitividad que lo coloca como un paraíso para las inversiones.
Pero este regodeo triunfalista omite anunciar que el lugar predilecto ocupado por México en los rankings del comercio internacional y recepción de inversión extranjera responde fundamentalmente a la caída en picada de los salarios que se ha profundizado desde la década de los años ochenta. México sigue siendo el país que registra los salarios más bajos de América Latina, tan sólo después de Haití y Nicaragua, aun con los recientes aumentos salariales nacionales. A esto lo nombran elocuentemente como “costos competitivos de la mano de obra” para no decir que los raquíticos salarios que abundan en el país son el principal y más jugoso atractivo que las corporaciones trasnacionales encuentran en México para colocar aquí sus operaciones.
Si los salarios cayeron vertiginosamente en México por los topes salariales que se aplicaron durante la década perdida de los años 80, actualmente la contracción de los ingresos en México se muestra por una nueva caída del poder adquisitivo general, donde se ha producido aumento exponencial de la población trabajadora que recibe ingresos de pobreza extrema, especialmente aquellos que perciben entre cero y dos salarios mínimos. Así lo demostró recientemente el Centro de Análisis Multidisciplinario (CAM) de la Facultad de Economía de la UNAM en un nuevo reporte de investigación (#136) en el que se exhibe contundentemente las estruendosas condiciones de deterioro salarial que se han extendido y sacudido a cada rincón de México durante los últimos cuatro periodos presidenciales desde el 2006 hasta el 2020.
Con una rigurosa metodología en la que se muestra el porcentaje de población ocupada que recibe ingresos insuficientes para adquirir la Canasta Alimenticia Recomendable, se expone que el poder adquisitivo de los salarios en México, de por sí golpeado, ha sufrido una caída aún más honda en los últimos 14 años.[1] En este periodo, la población ocupada que percibe ingresos menores a esta canasta básica se ha duplicado, al haber pasado de 19 millones de personas en 2006 a 42 millones en 2020. Esto quiere decir que el 80 por ciento de la población trabajadora en México recibe salarios de pobreza extrema, al percibir ingresos que no permiten cubrir el precio de los alimentos básicos que requiere una familia mexicana -sin contar los servicios.
mateEl reporte brinda la información necesaria para concluir que ya no existen las pronunciadas diferencias salariales regionales que alguna vez dividían al mercado laboral nacional, donde el llamado ‘norte’ concentraba las condiciones de mayor rentabilidad y ‘progreso salarial’, mientras que los estados del del ‘sur’ del país concentraban los ingresos más bajos. Por medio de reveladoras cartografías (ver mapas anteriores), el reporte del CAM muestra que el deterioro salarial se ha extendido a todos los rincones del país. Las cifras de pobreza que antes se restringían a la región del sur de México, ahora han escalado a nivel nacional, a tal grado que, en estados de la frontera norte, donde abunda la industria maquiladora de exportación, se perciben elevadas tasas de población ocupada en pobreza extrema. Si en 2006 26 por ciento la población ocupada de los seis estados de la frontera norte recibía ingresos salariales de pobreza extrema, para 2020 la cifra creció al 75 por ciento.
La degradación salarial en México es quizás una de las agresiones más violentas a las que se está enfrentando la sociedad mexicana. Se constituye como una de las razones fundamentales detrás de la expulsión masiva de millones de migrantes, del incremento inusitado de la informalidad laboral y del subempleo, de la precarización del trabajo de las mujeres y jóvenes, de la incorporación masiva de niños y niñas al mercado laboral, de los problemas cada vez más graves de salud pública y de la fragmentación y pauperización de la vida social en el país. A pesar de ello, la política económica que ha predominado se encuentra lejos de incentivar la recuperación de salario en el país, porque la venta de México al mercado mundial ha colocado la degradación salarial como la mayor de las ofertas.
Si no se revierte este empobrecimiento acelerado de los ingresos de las familias trabajadoras en el país y si no se cuestiona el modelo de desarrollo que se sustenta sobre la precariedad salarial, cualquier augurio de bienestar social quedará en retórica frente a la cada vez más pronunciada fractura social que atraviesa al lastimado país llamado México.
- [1] De acuerdo con la página del CAM, “La Canasta Alimenticia Recomendable (CAR) fue diseñada por el Dr. Abelardo Ávila Curiel del Instituto Nacional de Nutrición Salvador Zubirán, se encuentra conformada por 40 alimentos, sin incluir los gastos que requieren su preparación, ni tampoco el pago de renta en vivienda, el transporte, vestido, calzado, aseo personal y muchos otros bienes y servicios que entran dentro del consumo de una familia, sólo es en lo referente al costo de alimentos básicos. La CAR es una canasta ponderada, de uso y consumo diario, para una familia mexicana de 4 personas (2 adultos, un/a joven y un/a niño/a) en la que se toman en cuenta aspectos nutricionales, de dieta, de tradición y hábitos culturales”.
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