John Mraz, en México en sus imágenes, da cuenta de la importancia identitaria que supone la representación de fotografías que hoy en día se consideran históricas.
Por Adonai Uresti
Ciudad de México, 31 de enero (SinEmbargo).- Al cuestionarnos el origen que tiene la imagen del mexicano dentro y fuera del país, surgen diferentes manifestaciones de las cuales pueden rastrearse detalles que lo configuran en su totalidad. Las artes, sin duda, son de suma importancia para que esto suceda, generan la ideología de los individuos y su representación arquetípica más fiel. Si bien, la literatura es una manpara en la que el pensamiento de alguna época determinada queda plasmada, a inicios del siglo XX y con la llegada del daguerrotipo, las primeras imágenes que después se convertirían en las primeras fotografías, comenzaron a retratar lo que vendría a ser una nueva historia en la reconfiguración del mexicano.
John Mraz, en México en sus imágenes, da cuenta de la importancia identitaria que supone la representación de fotografías que hoy en día se consideran históricas. Por ejemplo, la forma en que fotógrafos tanto mexicanos y extranjeros tomaron como primeros referentes de lo nacional imágenes cursis y pintorescas de lo que suponían era representativo de la totalidad de todo un país: mujeres con rasgos indígenas vistiendo rebozos, hombres trabajando las tierras con el sol de fondo y los magueyes acompañándolos.
Exponen también las primeras fotografías existentes de una guerra, aquellas de la invasión de Estados Unidos a México. Estás imágenes dan fe de cómo se pensaba México en el extranjero. Al mismo tiempo, vino con ello una tropicalización del sentimiento mexicano. La fotografía ya no permitía solamente conocernos como nación, sino que, con las primeras películas se recreaban escenas primeramente revolucionarias, desde diversos tipos de enfoques, algunas realistas y objetivas, otras con el mismo y antiguo sentimiento paternalista e incluso denigrante respecto a los personajes que se alzaron en armas.
Esto representó un parteaguas para la imagen pública nacional, pues figuras como la de Emiliano Zapata y Francisco Villa fueron conocidas por todo el mundo. También aquí se muestra numerosas veces el ferrocarril, protagonista de época, aunque en realidad no cobró la importancia esperada para el país.
¿Es acaso el cine de arte la mejor representación de la idiosincrasia de una nación? No me atrevería a contestar de tajo dicha pregunta, pero sí creo que el cine mexicano ha permitido reformular la forma en que nos pensamos y la idea que queremos mostrar a los ojos ajenos y lejanos. No obstante, es un camino que ha tenido algunos tropiezo a lo largo de los años.
Las películas de Jorge Negrete, Sara García, María Félix o el mismo Pedro Infante, dejan un sabor agridulce al verlas en pleno siglo XXI, puesto que el discurso que prevalece es el de una desigualdad general en donde sobresalen el clasismo, el racismo y sobre todo el machismo de los personajes masculinos, aunque la figura de Infante se quiera vender como un “hombre con sentimientos”, o el de Félix como el de la «femme fatales». También, personajes como Mario Moreno Cantinflas, quién representaba al peladito mexicano que comenzó representando al mexicano sin estudios que se salía con la suya sobrepasando las barreras de los altos mandos, para tocar después temas contradictorios como aquellas películas en las que se proponía la fe católica como solución a los problemas sociales.
A pesar de que el Cine de oro mexicano merezca un lugar importante, el que vino después, sobre todo a partir de 1968 y específicamente el que intentó narrar la matanza de Tlatelolco, desembocó en una época de cine de protesta y contestaste que, en gran medida, continúa presente hasta hoy día en el cine nacional.
De tal manera, el libro de Mraz no es solamente un esbozo de la identidad mexicana por medio de sus imágenes, sino que es un panorama extenso y bastante completo de cómo, dónde y de qué forma ayudaron estás fotografías, películas e imágenes en general a construir una ideología variopinta, incompleta y siempre maleable con la que todo mexicano se siente identificado.