Tomás Calvillo Unna
06/05/2020 - 12:05 am
Mayo, aún más cruel
Ningún traje político fue hecho a la medida para estos tiempos que reclaman un coro de voces, cuyas estrofas impregnen de piedad estas horas derramadas en la cavidad de nuestros corazones.
Ningún traje político fue hecho a la medida
para estos tiempos que reclaman
un coro de voces,
cuyas estrofas impregnen de piedad
estas horas derramadas en la cavidad
de nuestros corazones.
La luna se hincha de sangre en el entrecejo
mientras la noche embalsama los cuerpos
y esparce la cal de los sueños,
de una rutina atroz
La jauría de perros rojos ladra en la oscuridad,
la madrugada está cerca.
Se escucha el agua subir a los tinacos,
el agua que murmura su escritura
en los contenedores de las azoteas;
es el sentir oblicuo de estas semanas,
la resonancia de nuestros temores.
Una bala perdida se entierra
en el jardín de la memoria,
fosforescente en su lejanía
pulsa la frescura de un anhelo;
el fuego contenido de una disputa.
La expiación, la vigilia,
en los resquicios de las uñas
perdura la ceniza.
Los pequeños bultos afuera de la morgue
ya no son más un presagio.
Hay que hacer una fila para recogerlos
de uno en uno,
y llevárselos cada quien a su domicilio.
El temor se aparece
a la vuelta de la esquina;
y está dentro de uno,
siempre ha estado aquí
entre los latidos del corazón,
entre el inhalar y el exhalar
cuando los segundos
se pasan la estafeta.
El temor es biológico,
en realidad, todo lo es,
las mismas palabras
en estas portátiles vitrinas
son moléculas, estructuras,
vida tras vida, muerte tras muerte;
Punto y coma, punto y aparte:
infinitamente minúsculos
en este silencio del abismo
que emerge y retorna,
en el temblor de sus fibras,
los sólidos trazos diluyen la visión;
es el paisaje de cada quien,
su sembrada infancia
Y en un girar de la cabeza
¡Ya no está! Ya no estamos.
El temor no es biológico
Claro que no lo es,
La vida es un ejercicio inmenso de verdad pura
Y en sus interludios la muerte acecha
y pretende ser el gran resumen.
Ciego anhelo ante el maravilloso cotidiano
que también encaja en el misterio,
al respirarlo en la plenitud de uno,
nos vuelve inmunes
ante quienes se apropian del mundo
de mil maneras
¡Cuántos profetas más!
parlanchines en sus siniestros carnavales;
parlotean desde sus dominios
y entre la multitud anidan sus angustias:
la textura de una agria soledad.
Guardamos para sí, esta riqueza de observar
en la devoción del vacío que irrumpe y nos descubre:
la única desnudez posible,
la palabra despejada de atributos
en el mar oscilante de nuestra interioridad.
Podemos ver cerca y en la distancia
derruirse la Esperanza de muchos
que ausentes se enfrascan en credos
asiduos del engaño, sin retorno posible.
Es tan antigua esta representación;
es el origen del teatro,
de todo drama,
pequeños e inmensos
privados y públicos.
El péndulo
es el blasón de este linaje
decenas y más decenas
entre los estantes de los almacenes
donde la mudez de alimentos, envases, objetos
no acallan del todo esas distantes voces
del sudor acumulado durante días y noches
sellado por el reloj checador:
la pequeña guillotina que nos hizo llegar hasta aquí.
Las cubetas, los jabones, las salsas,
los salarios del apenas,
la multiplicación de latas y empaques,
el trabajo de millones
acallado en este orden de los precios;
las ofertas como una bienaventuranza desdibujada,
y de pronto esa larga fila de carros de metal arrumbados:
la cosecha perdida en la lejanía,
el bosque incendiado, la carretera tomada,
el paro esperado y desmentido, el contagio de la violencia mayor;
los secuaces que somos la mayoría
dando vueltas sobre sí mismos
repartiendo culpas por doquier.
No tendremos rostro ni corazón
ante el ayer para reconocer
nuestra laxitud y cobardía
frente a la mentira y sus crímenes.
Los nudillos de mis pulgares
en el entrecejo
en espera de la luna llena
del mes de la Virgen.
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