Manto de gemas es una película que, a palabras de su directora Natalia López Gallardo, no trata sobre narcotráfico ni sobre la violencia en sí, sino que intenta acercar al espectador a la herida y al dolor que hay en México.
Ciudad de México, 25 de febrero (SinEmbargo).– La cineasta boliviana-mexicana Natalia López Gallardo se alzó con el Oso de Plata de la edición 72 del Festival Internacional de Cine de Berlín por su ópera prima Manto de gemas, que explora las consecuencias psicológicas que deja la violencia en México.
«Estoy sumamente agradecida. Realmente es mi sentimiento más grande. A veces los grandes esfuerzos como éste no dan buenos resultados, así que siento puro agradecimiento», comparte la directora en entrevista con SinEmbargo.
En Manto de gemas los destinos de tres mujeres se cruzan cuando el caso de una persona desaparecida las lleva por un camino de dolor y redención. Por un lado está Isabel (Nailea Norvind), que en medio de un divorcio deja la ciudad con sus dos hijos para ir a la casa de campo abandonada de su familia, ahí se encuentra con la noticia de que la hermana de María (Antonia Olivares), su ayudante en la casa, ha desaparecido.
Desgarrada por la noticia, Isabel se une a María en su desesperada búsqueda. Mientras tanto, Roberta (Aida Roa), la comandante de policía a cargo de la investigación, intenta sacar a su hijo (Daniel García Treviño) de los cárteles. A medida que se acaba el tiempo, el destino de la hermana de María llevará a las tres mujeres por un camino de dolor y redención, según reza la sinopsis de la película.
«Es un película que transita muchas cosas porque intenta ser una experiencia más que contar una historia. Es una película que no está sostenida en una narrativa sino que trata a la narrativa como un elemento más del lenguaje y a grandes rasgos. Es una cinta que trata sobre el miedo de vivir en una sociedad que no tiene un proyecto en común, de alguna manera esa fue la idea motora, obviamente se fue moldeando al proceso y creo que ahora hay varios temas brotando en el película y tienen que ver con el abandono, la falta de empatía, la culpa con la herida espiritual con la que podrían cargar los mexicanos por el hecho de haber vivido en contacto constate con la tragedia desde hace tantos años».
La directora Natalia López, que vive en Morelos, investigó cerca de un año y medio para darle sentido a su filme. Cuenta que recorrió este estado manejando y platicando con la gente para recabar «percepciones sobre la vida, sus historias, sus vivencias, su modo de ver» marcadas por la violencia.
«Lo que noté en todas las personas fue una especie de dolor o herida interior que sentían que no se iba a curar ya más, que sentían que lo que les había sucedido había marcado de tal manera sus vidas y las de sus familias que ese dolor iba a pasar a su hijos, y ese fue el hecho que más me conmovió en el proceso, yo creo que fue de alguna manera energía motora que lanzó la película».
La directora, que anteriormente ha trabajado con cineastas como Carlos Reygadas y Amat Escalante, cuenta que siempre que volvía a casa después de hablar con la gente regresaba con una sensación incómoda por el hecho de no poder sentir la pena que ellos sentían, «el no poder ser parte de esa pena», y así nació la cinta.
«La violencia es algo que se tiene que traducir y hay que escoger un lenguaje para traducir. Mi acercamiento a los grandes temas, porque no es una película sobre el narcotráfico ni sobre la violencia en sí, ni sobre desaparecidos, sino es un filme que intenta acercar a la herida y al dolor que corre por debajo de la situación de las personas que están unas más cerca y otras más lejos».
Natalia López se puso a imaginar: ¿cómo sería su vida si estuviera marcada como la de otras familias por la violencia?, ¿cómo llevan la vida los padres con hijos asesinados o desaparecidos?
«Yo me acerqué a esos temas de una manera bastante prudente, yo no me sentía capaz realmente de crear un discurso social o político al respecto, creo que hay grandes ejemplos de México de eso, y de muchos creadores que se han acercado al tema de una manera muy acertada y han propuesto más formas de acercarse a las soluciones. Mi acercamiento era más bien más psicológico, de alguna manera, acercarme desde el inconsciente, desde cómo percibimos y qué guardamos de esto en el interior los mexicanos y las mexicanas y como tratar de crear una experiencia con las herramientas de lenguaje cinematográfico que te haga sentir el abandono, el miedo y algo que recorre por debajo de la situación. La violencia com algo sistemático».
Con esta cinta, la directora se suma a la maravillosa lista de cineastas reconocidas internacionalmente que llevan a la pantalla temas que son parte de la dolorosa realidad de México y buscan manejar con respecto y responsabilidad sus narrativas, como el año pasado lo logró Tatiana Huezo con Noche de fuego, Teodora Ana Mihai con La Civil o Fernanda Valadez y Astrid Rondero con Sin señas particulares.
Aunque su historia es protagonizada desde los ojos de tres mujeres, asegura no haber buscado un punto de vista de cómo vive la mujer la violencia en México, sino va más a lo humano:
«Realmente no hubo una intensión directriz de plantearme una historia desde un punto de vista femenino. Mis personajes fueron femeninos porque, a nivel muy obvio y practico, las mujeres son las personas con las que yo más me identifico, puedo fácilmente hablar de mi madre, de mi hija o de mi hermana o de mi amiga, fue muy natural para mi escribir personajes femeninos y no masculinos, fue una razón bastante obvia».
«Espero que en unos años que vienen no nos cuestionemos por cuántas mujeres o tantos hombres se proyectan o realmente comparten su trabajo con los demás, espero que eso desaparezca y podamos ver muchas autoras en todos los campos de la creación, y reconocer un punto de vista que podría ser femenino, aunque creo que es más la sensibilidad es humana».
La proyección de Manto de gemas en el Festival Internacional de Cine de Berlín representó el estreno mundial de cinta, pero ahora el camino que tomará será buscar la premier nacional para después dar paso a las salas bajo la distribución de Piano este verano.
«Sería un verdadero placer compartir la cinta en la tierra en la que se filmó. Manto de gemas es una película sobre México y con quien más me da ilusión compartir es con los mexicanos, me encantaría generar una platica paralela sobre de cómo estamos afectados como sociedad».