Guadalupe Correa-Cabrera
21/06/2021 - 12:02 am
MAGA y el Trumpismo de Segunda Generación
Trump continúa no sólo siendo un actor clave en la vida político-electoral de los Estados Unidos, sino que es, sin lugar a dudas, el candidato más popular hasta el momento en el partido republicano.
El viernes pasado participé en un debate televisivo en NTN24 con Luis Montes, presidente del partido demócrata en Islip, Nueva York y con Frank de Varona, activista republicano y simpatizante del expresidente estadounidense, Donald J. Trump. ¿Se avecina el Trumpismo? Fue la pregunta que se planteó y que guió la discusión ese día. Hablamos sobre las recientes declaraciones de Trump; su apoyo al gobernador de Texas, Greg Abbott (quien quiere construir un muro fronterizo); y a su futuro viaje a la frontera México Estados Unidos para criticar la política migratoria y fronteriza de la administración Biden-Harris. Una pregunta obligada fue la de si Trump había regresado a los reflectores de la política estadounidense o si nunca los había dejado. Pero el punto central de la discusión se basó en la posibilidad de que en Estados Unidos se estuviera gestando un movimiento social alrededor de la figura y los preceptos del expresidente Trump—un fenómeno que podríamos definir como “trumpismo”.
La discusión me pareció fascinante y un clarísimo reflejo de las fuertes contradicciones y divisiones que existen hoy en día en el seno de la Unión Americana. Las diferencias entre las visiones y apreciaciones de lo que pasa en Estados Unidos hoy en día entre De Varona y Montes fueron notables. Por un lado, De Varona hizo una fuerte crítica a la administración Biden, caracterizándola como un verdadero fracaso en el manejo de todos los temas y principalmente de la migración y la frontera. Por su parte, Luis Montes celebró a la administración Biden por lo que consideró un reencauzamiento del rumbo de su país, después de cuatro años de administración trumpista. Parecía que aquellos dos hombres vivieran en mundos o países completamente diferentes—aunque estuviéramos hablando del mismo.
En lo que sí coincidimos es en el hecho de que Trump continúa no sólo siendo un actor clave en la vida político-electoral de los Estados Unidos, sino que es, sin lugar a dudas, el candidato más popular hasta el momento en el partido republicano. Al día de hoy, Donald Trump parece llevar la indiscutible delantera entre todos los posibles aspirantes a la candidatura republicana a la presidencia en el 2024—aunque todavía es demasiado pronto para anticipar lo que sucederá entonces. No obstante lo acontecido el 6 de enero presente año (con la denominada “Insurrección en el Capitolio”) y la lucha post-electoral del 2020, el expresidente parece mantenerse bastante fuerte y gozar de las preferencias de una mayoría del electorado republicano. Aún queda mucho camino por recorrer antes de llegar al 2024. Recordemos que Trump al final dejó muchos sinsabores entre algunos miembros de su partido y que fue suspendido de las mismas redes sociales que lo había ayudado a llegar al poder y a mantenerse en el estrellato de la política estadounidense.
Actualmente, parece no sólo que Trump está de regreso con todo—y que va por todo—sino que nunca se fue de la política. Además, podría ser que se encuentre tramando un nuevo plan para regresar a los medios sociales y a los espacios públicos de la política “americana” a través de nuevas plataformas electrónicas y con un renovado ímpetu que quizás podría representarle a él, y a los candidatos que él apoye en los años venideros, triunfos contundentes en vísperas de las elecciones presidenciales del 2024. Es también posible que se esté gestando un movimiento alrededor de su persona y de su renovado mensaje que podríamos entender como Trumpismo de “segunda ola” o de “segunda generación”.
Para muchos en Estados Unidos, la dupla Biden-Harris ha realizado un trabajo extraordinario y regresan, sin mucho esfuerzo, a colocar a Estados Unidos de nuevo al frente del orden mundial. Para ellos, el tema de las vacunas es contundente y Biden ha salvado a “América” del COVID-19. A la administración demócrata se le celebra el hecho de promover un discurso identitario y aparentemente inclusivo (que se refleja en la conformación del gabinete de Biden). También se le reconoce por ser más favorable (en apariencia) a los flujos migratorios irregulares provenientes del sur del continente. Todo ello va aparentemente en dirección opuesta a lo que quería Trump, y entonces todo vuelve a la normalidad. Esto, por cierto, lo creen muchos mexicanos, quienes desafortunadamente no han observado bien las dinámicas que se gestan actualmente en Estados Unidos.
La realidad es que el vecino país del norte se encuentra efectivamente más dividido que nunca y sus problemas no son pocos, ni son intrascendentes. El conflicto post-electoral del 2020 y los hechos de enero de 2021 aún quedan grabados en las mentes de muchos estadounidenses. La base de apoyo de Donald J. Trump, un segmento conservador importante, algunos libertarios y gran parte de los republicanos se han mantenido silenciados y a la expectativa. Sin embargo, parece ser que los agravios van creciendo y sólo les falta un liderazgo efectivo para comenzarse a actuar de forma organizada. Trump podría ser esa figura que articule de nuevo el descontento de un gran segmento de la sociedad “americana” que se mantiene bastante molesta por el resultado electoral del 2020, y más aún por las decisiones que hasta ahora ha tomado la administración Biden-Harris.
Aquí el tema de la frontera y de la migración indocumentada—o irregular como ahora la define de forma oficial el gobierno estadounidense—adquiere especial relevancia y es un punto de tensión cuya magnitud no han podido—o no han querido—cubrir y capturar los medios de comunicación hegemónicos. Trump se prepara para capitalizar ese descontento que no es menor y que refleja una crítica fundamental a todo un sistema que han avalado en general tanto las élites demócratas como las republicanas de las últimas décadas. Parece ser que no se trata únicamente de un tema de supremacismo blanco, xenofobia o racismo sistémico. Parece ser que más bien, lo que algunos llaman el “trumpismo” (ahora semi-dormido y que bien puede despertar) tiene raíces mucho más profundas.
El debate del viernes me hizo reflexionar al respecto y me ayudó a apreciar la enorme división y las contradicciones que existen al interior de los Estados Unidos de América. Escuchando a Frank de Varona, simpatizante trumpista, y al demócrata Luis Montes, me pareció todo muy claro. El vecino país del norte se encuentra sumamente dividido. El proyecto de “Volver a Hacer a América Grande” (Make America Great Again, o MAGA) tiene raíces bastante profundas que se explican por las consecuencias del modelo de desarrollo económico estadounidense de las últimas décadas. Dicho modelo ha favorecido a una pequeña minoría de ultra-billonarios (que algunos le llaman el “uno por ciento”), quienes han abandonado a una gran parte de la población que ha perdido su sueño americano. La victoria de Trump en 2016 parece explicarse por una mayoría de ciudadanos estadounidenses que no se beneficiaron, ni de la globalización ni del globalismo, y que ven en la migración indocumentada a un enemigo.
Trump supo capitalizar el descontento de mayorías pobres estadounidenses con las fake news de una aspiración al supremacismo blanco. Fue exitoso en un principio, pero fue derrotado por la pandemia y por una parte de la élite que apoya el progresismo globalista y es enemiga del “América Primero” (America First). Sin embargo, el trumpismo parece no estar muerto, ni dormido, sólo aparenta estar rearticulándose y preparándose para salir de nuevo a la luz, a los medios y a las calles. Las acciones de los gobernadores de Florida y Texas dicen mucho. En algún sentido, avanza la fragmentación y algunos dicen que incluso existe la posibilidad de balcanización. Las promesas de la administración Biden-Harris parecen no únicamente ser insuficientes, sino contraproducentes para avanzar hacia un nuevo acuerdo social en los Estados Unidos de América.
Joe Biden y Kamala Harris parecen encontrarse “entre la espada y la pared” de sus propias contradicciones y en medio de un país extremadamente dividido por las ambiciones de las minorías empresariales que son las que realmente importan en ese país. Hablo en particular del uno por ciento de ricos que parecen no pagar impuestos y que cada vez se hacen más ricos—aún en tiempos de emergencia sanitaria mundial. Biden y Harris no parecen convencer a las mayorías en Estados Unidos. Por supuesto que con sus políticas igualitarias-identitarias-progresistas tienen muy molesta a la parte conservadora y libertaria de la sociedad estadounidense. Por otro lado, también incomodan de manera espectacular a la parte más radical de su propio partido, que se enfurece cuando escucha a Harris decir a los guatemaltecos en situación de miseria y violencia extremas: “no vengan”.
Biden y Harris [y hablo de ambos dado que parece ser que “Joe” será un presidente de un solo periodo] tienen hoy en día un reto enorme. Y de eso no están hablando los medios hegemónicos. Por un lado, el trumpismo de segunda ola o segunda generación parece comenzar a gestarse. Las políticas de la actual administración estadounidense alimentan—con su discurso igualitario-identitario propio del globalismo progresista—la nostalgia por el proyecto MAGA. Y, por el otro lado, su pragmatismo radicaliza a miembros de su propio partido que reflejan la otra cara de la misma moneda. Así, la extrema izquierda (la Alt-Left) se sigue enfrentando a la extrema derecha (la Alt-Right) y lo que fue un imperio se mantiene en franco declive.
Y en una nueva geopolítica de grandes avances tecnológicos, un país tan dividido como Estados Unidos—entre lo políticamente incorrecto del trumpismo y la corrección política del progresismo radical—podría ir reduciendo su ámbito de influencia en la arena mundial. Al mismo tiempo, se podría estar dando paso al avance de otros imperios ávidos por extender su control geoestratégico y geopolítico. Hablo en particular de China, pero también de Rusia. En este contexto, y si continúan las divisiones al interior de lo que unos conocen como la Unión Americana, cabe la posibilidad de que toda América, en poco tiempo, deje de ser exclusivamente para “los americanos”.
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