La activista Yolanda Rivera falleció por problemas del corazón en el puerto de Veracruz; era madre de Ámbar Nallely Suárez, desaparecida desde el 2 de octubre de 2013. La tragedia la llevó a sumarse a la Red de Madres, un grupo de búsqueda de personas, Yolanda buscaba a su hija todos los días.
La ausencia de la estudiante de Odontología en la Universidad Veracruzana la desgastó y dejó afectaciones en el corazón, con todo y la salud mermada no se detuvo. Hoy, los colectivos de Veracruz lloran a una madre que se va sin saber la verdad sobre su hija.
Por Ignacio Carvajal
Ciudad de México, 25 de enero ( Blog expediente/SinEmbargo).– Yolanda Rivera Treviño (54 años de edad) pasó los últimos cinco años de su vida con un firme propósito: encontrar a su hija desaparecida.
Madre de Ámbar Nallely Suárez Rivera, privada de la libertad el dos de octubre del 2013, en la zona conurbada Veracruz-Boca del Río, el corazón de Yolanda Rivera dio su último latido la madrugada del jueves, en una sala de terapia intensiva.
Desde hace algunos días la aquejaba una enfermedad que finalmente la llevó a la muerte y con ello el desconsuelo para su familia y las integrantes de todos los colectivos de madres de desaparecidos en Veracruz, de quienes Yolanda era amiga, consejera, integrante y una gran aliada en la resistencia diaria por encontrar a los tesoros.
Con tres operaciones en el corazón, un marcapasos que la ayudaba a sostenerse con vida, Yolanda Rivera Treviño murió con un gran pendiente: no supo la verdad sobre lo ocurrido con su hija y eso duele y cala en el alma, cuentan sus compañeras de lucha, Aracely Salcedo y María Lourdes Rosales Calvo.
¿Que puede haber en la vida más cruel y doloroso que la pérdida de un hijo? ¿Qué puede ser más terrible y dañino para el alma que el no saber si comió, si durmió bien, si padece frío, si tiene abrigo, si sufre? Las madres de los colectivos definen esa angustia como una gota que constantemente cae sobre una piedra hasta partirla.
Yolanda Rivera Treviño se marchó sin saber la verdad y esa es una de las grandes angustias de todas las mujeres que hoy en Veracruz buscan a un ser amado ausente, y que tienen en las nuevas autoridades encabezadas por Cuitláhuac García Jiménez la gran esperanza de saber verdad.
Pero en su andar, Yolanda forjó grandes amistades con las mujeres y hombres que como ella recorren oficinas públicas, que rascan en la tierra y que buscan entre los montes fosas clandestinas para encontrar esos restos humanos que no pueden gritar para ser encontrados. Que necesitan ser buscados.
Las amistades de Yolanda cuentan la historia de una mujer que desde el primer día en que se dieron los hechos, no paró, que se debilitó su cuerpo, pero que su alma se fortaleció en una gran vida espiritual y la firme convicción de encontrar justicia y traer a su hija de vuelta a casa. Como fuera.
Por lo menos dos veces por semana iba a los juzgados para estar al pendiente de los avances en su caso, pues es de los pocos en donde hay un presunto responsable tras las rejas, se trata del doctor Francisco Mendoza Ruiz, ex pareja sentimental de la ausente.
En diversas entrevistas con Blog Expediente, Yolanda Rivera Treviño dijo que estaba completamente segura de la culpabilidad del médico de profesión.
Sin embargo, pese a que las pruebas lo señalan, el inculpado no ha querido confesar el ilícito, menos, decir el sitio en donde estaría Ámbar Nallely Suárez Rivera.
Y el sistema de justicia actual no ha podido encontrar los medios para lograr que en estos casos, se sepa verdad y justicia.
Con su detención, a mediados del 2016, Yolanda Rivera Treviño no encontró paz, inició otra gran batalla. Tal vez la más importante.
Constantemente -cuentan sus amigas- Yolanda Rivera Treviño se acongojaba y sufría al enterarse que el médico, desde la cárcel, no deja de maniobrar para libras las acusaciones.
Amparos, audiencias, citatorios, denuncias, todo lo que ha podido hacer a su alcance lo ha intentado por todos los medios.
La última, el presunto culpable solicitó llevar su proceso en libertad. Eso tenía a Yolanda sumamente preocupada, la sola idea de pensar que un juez le diera ese beneficio, la llenaba de coraje y tristeza, pues pensaba que podía escaparse.
Por eso marchaba a los juzgados constantemente a enterarse de las promociones en el expediente.
Al menos dos veces estaba ahí dando batalla a los encargados del juzgado para estar informada del más mínimo detalle en el expediente y así defender el caso.
Poco a poco eso cansa, desgasta, consume la vida, los recursos, el tiempo, la tranquilidad y cada espacios de la vida y de la existencia se usa para luchar por encontrar la verdad, cuenta Lourdes Rosales Calvo.
En este caso, la esperanza de la Yolanda se fundamentaba en lograr que el inculpado hablara y confesara qué hizo con su hija, pues la última comunicación telefónica en la línea de su hija fue con la ex pareja.
Todo lo que él había dicho al principio para librar la responsabilidad resultó mentira.
Además, celoso y posesivo, contaba con una motivación para agredir a su hija, pues ésta se había enterado en esos días que él era casado y que iba a ser padre y por eso ella perfilaba romper la relación.
Le dolía el comportamiento del inculpado de no decir qué había pasado con la joven, aún con la evidencia que lo inculpa. Pero más la indignaba la poca capacidad de las autoridades para dar resultados. Gran parte de las investigaciones, de hecho, se movieron por su iniciativa porque ella invirtió de sus recursos desde el primer momento.
Se recuerda su primera aparición en medios de comunicación para denunciar el delito contra su hija, acompañada de su familia, conocidos y compañeros de escuela de la joven que cursaba la carrera de Odontología en la Universidad Veracruzana, armada de pancartas y lonas para denunciar su agravio.
Ella y sus seres queridos tomaron la avenida Juan Pablo II frente a Plaza Mocambo y dieron a conocer lo que estaba pasando en Veracruz en esos días, que jóvenes en edad productiva estaban siendo víctimas de desaparición. En ese entonces la prensa no tenía ni la mínima idea de lo que pasaba. Eran los mejores años de Javier Duarte de Ochoa en el poder y ella recuerda uno de los peores agravios.
Fue de parte de quien en ese entonces era Procurador regional en Veracruz puerto, y llevaba las investigaciones de la desaparición, Fernando Maldonado Vázquez, ex Diputado del PRI:
«Nos tuvo en silencio los días más importantes para exigir justicia. Le decíamos de hacer marchas y él nos decía que no, nos regañaba, que así no iba a poder hacer bien las cosas, pedía silencio para agarrar al responsable, ahora me doy cuenta que no, que todo fue así para no causar molestias a su jefe, el Gobernador Javier Duarte de Ochoa, y seguir diciendo que no pasa nada, eso fue”, dijo alguna vez a Blog Expediente.
Pero que ni crean que vamos a dejar sola a Ámbar Nallely, acota María Lourdes Rosales Calvo: “la vamos a seguir buscando”. La recuerda como una persona callada, humilde, entregada a sus dos hijas y a un nieto que le quedan, y que cuando había conflictos entre los colectivos, ella siempre iba por la voz de no pelear con las demás hermanas de dolor.
Aracely Salcedo dice que tenía una gran empatía con Yolanda Rivera, pues las dos buscaban a sus hijas jóvenes.
La última vez que se vieron planeaban un viaje con otros compañeros de lucha, “queríamos divertirnos y sonreír un poco y saber que a pesar del dolor que tenemos en el corazón también somos capaces de dar mucho amor”.
“Buscábamos en vida, muerte y fosas clandestinas lloramos juntas y de igual manera luchamos por defender a nuestras hijas, eso era algo que igual compartíamos buscábamos ambas a nuestras hijas ella a Ámbar y Yo a Rubí eso nos unía de alguna manera aún más. Compartimos logros y derrotas, pero siempre ella optimista continuaba adelante, es una gran guerrera, madre, abuela y amiga la vamos a extrañar mucho y deja un vacío en nuestro corazón”.