Las cuevas de Veracruz encierran varias leyendas, una de ellas es la de una señora muy pobre que pensó encontrar la solución a sus problemas al entrar a una de estas misteriosas cuevas, sin embargo, el precio que pagó fue muy caro.
Ciudad de México, 13 de junio (SinEmbargo).- Las leyendas forman parte de la riqueza cultural, en un lugar como lo es México cada rincón está lleno de historias que la gente comparte, historias que pasan de generación en generación. En Veracruz hay varias que son imperdibles, entre ellas “se encuentran la del Callejón del Diamante, la Mulata de Córdoba y la Condesa de Malibrán. Además, sus cuevas encierran varias leyendas, y en esta ocasión compartiremos una de ellas, la de la cueva de Macuiltépetl.
Se dice que el 24 de junio, día de San Juan, todos los veracruzanos deben alejarse de las cuevas y ni por equivocación entrar a alguna de ellas. En un año que no se recuerda bien, una mujer pobre caminaba cerca del cerro Macuiltépetl, la señora iba pensando en qué le daría de comer a su hija, pues era tan pobre que no tenía ni para la comida; cansada decidió sentarse, tras unos minutos se dio cuenta que cerca había una cueva y su curiosidad la llevó a entrar para ver qué había.
La mujer descubrió mucho dinero y riquezas en la cueva, pero salió de ella sin nada; su plan era volver al anochecer para cargar con todo lo que pudiera sin ser vista. Siguiendo su plan, regresó en la noche con su hija para poder cargar más del dinero que encontró. Ella agarró mucho dinero, mientras la pequeña se entretuvo jugando, por lo que decidió hacer dos viajes, primero dejaría el dinero en casa y después iría por su hija y por más de esa riqueza, así que fue a su casa y al regresar ya no encontró nada, ni siquiera la cueva, todo había desaparecido.
Todos los días ella regresaba al mismo lugar con la esperanza de que la cueva apareciera de nuevo y con ella su hija, pero eso no sucedía. Tuvo que pasar un año, hasta el día de San Juan cuando la mujer encontró la cueva de nuevo y al entrar también encontró a su hija jugando, igual que como la había dejado esa noche, la cargó y se dispuso a salir de ahí, pero antes tomó más dinero. Al salir, la mujer se dio cuenta que su hija se había desmoronado como una estatua de arena.