La leyenda se remonta a la época virreinal en Vetagrande, Zacatecas, cuando dos amigos, Misael Galán y Gildardo Higinio, hartos de no recibir el pago suficiente por su trabajo, emprendieron una aventura en busca de riquezas propias.
Ciudad de México, 5 de septiembre (SinEmbargo).- Cada entidad del país cuenta con historias que forman parte de su riqueza cultural, esas leyendas que pasan de generación a generación y que forman parte de la atmosfera de cada espacio, ya sea un lugar, iglesia o un callejón. En esta ocasión compartiremos la leyenda de la Piedra Negra.
Esta historia se remonta a la época virreinal en Vetagrande, Zacatecas, cuando dos amigos, Misael Galán y Gildardo Higinio, hartos de no recibir el pago suficiente por su trabajo, emprendieron una aventura en busca de riquezas propias, adentrándose en la sierra zacatecana. Después de muchos meses en los que los amigos soportaron las inclemencias del tiempo y un sinnúmero de peligros que los acechaban, encontraron una extraña cueva en la que descubrieron una veta madre, tras excavar durante mucho tiempo encontraron nada. Gildardo, molesto y exhausto gritó: «¡Maldito seas, cerro infernal! ¡Ya entrégame mi riqueza!».
De pronto, una enorme piedra dorada apareció ante sus ojos. «¡Somos ricos!», exclamaron los amigos. Gildardo pidió a Misael que fuera al pueblo más cercano a comprar comida y bebida para festejar que al fin las riquezas que tanto deseaban les habían sido concedidas. En cuanto Misael partió, un espíritu maligno se le apareció a Gildardo y, en tono burlón, le dijo:
– ¡Qué tonto! La piedra es tuya. ¿De verdad crees que Misael va a compartir la riqueza contigo? Cuando vuelva pregúntale si los dos son ricos.
Intrigado, Gildardo no dudó en cuestionar a su amigo cuando volvió. Misael, molesto por los cuestionamientos le respondió:
– ¡No molestes! Sí, soy rico.
Furioso, Gildardo se lanzó contra su amigo con un puñal en la mano, arrebatándole la vida. Ciego de avaricia, quiso tomar la piedra, pero, de nuevo, el espíritu de la cueva se le apareció y le dijo:
– Te dije que la piedra era tuya, pero no te dije que te la podías llevar y, por haberle quitado la vida a tu amigo, ¡te quedarás aquí para toda la eternidad!
Mientras tanto, en la catedral de Zacatecas, el párroco Fray Buena Ventura convocaba a los hombres de la ciudad para emprender un viaje a Vetagrande, pues había recibido varios reportes de desapariciones en ese lugar. Al llegar, se encontraron con un terrorífico escenario: decenas de cadáveres rodeaban la entrada de la cueva. Hombres que fueron en busca de los desaparecidos Gildardo y Misael también perecieron en el intento de salvarlos. Al entrar la cueva, encontraron el cadáver de Misael y a Gildardo completamente enloquecido, aferrado a la enorme piedra dorada.
Fray Buena Ventura tomó su biblia, su rosario y agua bendita y comenzó a rociarla por la cueva, entonces la piedra perdió su intenso color dorado para convertirse en una piedra negra y maldita. Ante el temor del extraño efecto que causaba esta piedra en quienes estaban cerca de ella, el cura la trasladó a la catedral, que en esos momentos se encontraba en construcción.
Se dice que la piedra negra aún puede verse, desde la Calle del Ángel, en un muro de la catedral de Zacatecas, cerca de una pequeña campaña que suena misteriosamente si alguien se acerca demasiado.
Al visitar este hermoso recinto zacatecano hay que prestar mucha atención y tal vez, con suerte, se pueda observar esta misteriosa piedra y conocer el oscuro poder que posee. Además, muy cerca de la Catedral Zacatecana, en el Callejón del Espejo, se encuentra la Casona de los Vitrales, una excelente opción de hospedaje en el corazón del centro histórico. Con espacios cálidos, luminosos y alegres enmarcados por bellos vitrales del artista zacatecano Ismael Guardado.