Las movilizaciones de 2019 y 2021 derrotaron al establishment colombiano y sentaron las bases del giro político en ciernes: ¿Petro o Hernández?.
BOGOTÁ, 12 Jun. (EUROPA PRESS) – El actual proceso electoral colombiano está profundamente influido por las grandes protestas antigubernamentales de 2019 y 2021, que dejaron decenas de muertos, generaron transformaciones sociales y también un mayor interés por la política de sectores hasta ahora situados al margen de la vida pública.
«Los jóvenes jugamos un papel muy importante. Muchos estamos hartos del sistema. Todo ha fallado», asegura Gareth Sella, un joven de 26 años que perdió la visión en un ojo el año pasado, por efecto de una bola de goma disparada por el Escuadrón Móvil Antidisturbios (Esmad) de la Policía Nacional de Colombia, durante una marcha convocada para protestar contra la violencia policial. Al menos 105 personas sufrieron la amputación de uno de sus ojos por efectos de proyectiles en 2021.
«Ese día me mataron, de alguna manera», rememora el estudiante. «Lo que yo había sido durante 24 años, se había acabado, y empezaba otra vida totalmente distinta, de lucha, más radical, más combativa», añade, mientras camina recientemente en otra manifestación contra la actuación de las autoridades.
Al menos 63 personas fallecieron durante el estallido social de 2021, según Naciones Unidas, 28 de ellas a manos de la Policía, aunque la ONG Indepaz aumenta la cifra total de muertos hasta los 83. Tres personas murieron durante las protestas de 2019.
Quienes salieron a la calle el año pasado se manifestaban, en un principio, contra una reforma fiscal propuesta por el Presidente, Iván Duque, pero pronto sumaron otras demandas, como el establecimiento de una renta básica para los más pobres, el fin de los asesinatos de líderes sociales, una mejor educación y medidas concisas para atacar el desempleo, la desigualdad y la pobreza.
Duque retiró la reforma fiscal y el Ministro de Hacienda renunció –aunque al poco fue nombrado alto funcionario del Banco Central–, pero no consiguió frenar las manifestaciones.
Su Gobierno se ha visto duramente afectado por las protestas. El establishment que apoya al líder derechista, formado por los dos partidos tradicionales, el Liberal y el Conservador, así como el Centro Democrático de su padrino político, el expresidente Álvaro Uribe (2002-2010), fue claramente derrotado en la primera vuelta electoral celebrada el 29 de mayo.
«Fico» Gutiérrez, el candidato de las formaciones que gobernaron Colombia desde el siglo XIX, quedó tercero y por tanto fuera del balotaje de este 19 de junio, en el que se disputarán la presidencia el izquierdista Gustavo Petro, ex guerrillero del M-19 y antiguo Alcalde de Bogotá, y el populista Rodolfo Hernández, un constructor millonario considerado como el Donald Trump colombiano. Son dos políticos muy diferentes pero no pertenecientes a las familias y siglas que han llevado históricamente las riendas del país cafetero.
A esa derrota del establishment ha contribuido decisivamente la escasa popularidad de Duque, que dejará el Gobierno en agosto con menos de un 30 por ciento de aprobación.
«La sociedad colombiana tiene que haber cambiado. Vimos gente morir en vivo, en Instagram, en la televisión y otras redes», señala el estudiante Sella.
EL DESPERTAR DE LAS CONCIENCIAS
Según una encuesta del Centro Nacional de Consultoría, el 70 por ciento de los jóvenes de 18 a 25 años estaban, de inicio, a favor de las protestas. Otra firma, Invamer, registraba, antes de la primera vuelta, que el 53 por ciento de los electores en ese rango de edad iba a votar por el progresista Petro, que acude al balotaje en empate técnico con Hernández, de acuerdo a los últimos sondeos.
«El símbolo fundamental del cambio y la resistencia que se ha dado en Colombia es el despertar de las conciencias», expone, parche en la cara, otro manifestante que perdió un ojo durante las protestas de 2019 por efecto de una bomba aturdidora.
«El país siempre ha tenido un gran porcentaje de población que se considera apolítica. Con el estallido social y las transformaciones que se han visto, que les han afectado directa o indirectamente, han propiciado un cambio de conciencia. Esas personas que hace ocho o diez años no votaban, ahora salen a las calles, exigiendo garantías y derechos».
El 60 por ciento de los colombianos quiere cambio, según las encuestas, y los candidatos, que consiguieron un 68 por ciento de los votos en conjunto (40 por ciento Petro y 28 por ciento Hernández) son conscientes de ello. Petro consiguió aglutinar la mayor parte del voto protesta de los manifestantes, pero Hernández también ha logrado un gran apoyo criticando a la «politiquería» y a las formaciones tradicionales.
Parte de las posibilidades del constructor en los comicios pasan por mantener su imagen de independiente, algo que se le ha complicado después de recibir el apoyo –no reclamado– del candidato del establishment, Gutiérrez, y el sector más ultraderechista del uribismo.
Petro también se ha aliado con caciques regionales tradicionales –algunos apoyos han sido duramente criticados por las bases–, pero lo hizo en primera vuelta y el beneficio o perjuicio de esas alianzas ya está amortizado.
Los jóvenes colombianos anhelan cambio, y lo piden en las calles, pero no están representados con fuerza ni en las filas de Petro ni en las de Hernández. Hay una patente falta de acceso de la juventud a la política colombiana, al contrario de lo que sucede en otros países, como Chile, donde el nuevo Gobierno está formado por treintañeros y cuenta con numerosos veinteañeros en primera línea.
En Colombia, Petro tiene 62 años y Hernández 77. Sus más cercanos asesores son también veteranos, salvo, quizás, la candidata progresista a vicepresidenta, Francia Márquez, que tiene 40 años.
«Los jóvenes estamos económicamente afectados por la situación general del país. Carecemos de herramientas, de una educación gratuita, pública y de calidad, que pueda garantizar que nos hagamos con herramientas para generar discursos políticos sólidos», lamenta el manifestante Sella en un país donde este domingo tienen derecho a voto más menores de 30 años que nunca.